Las atildadas gradas de The Hawthorns recibían a un rival con necesidades más imperiosas que las de sus jugadores. El Burnley salía al campo con un once muy distinto al de anteriores contiendas. La falta de gol durante el último mes ha preocupado seriamente al entrenador, Sean Dyche. La semana pasada, contra el Sunderland, el equipo estuvo a punto de romper la sequía para encauzar una maravillosa tromba de goles.

Al final del choque, el luminoso rezaba un empate a nada que engaña más que esclarece. Sin Ings y con Jutkiewicz en punta de lanza, los clarets sufireron un vendaval italiano llamado Giaccherini durante la primera mitad, pero en la segunda las tornas cambiaron. De no ser por Vito Mannone, los Black Cats hubieran vuelto a casa con el zurrón roído por los mordaces dientes de la ofensiva violácea.

Ristra de infructuosos cambios

Sin Vokes ni Ings, Jutkiewicz debió llevar todo el peso en la zona de arriba. Ante esa carestía de gol, Dyche decidió alinear en la medular a dos caras nuevas: Wallace y Reid. Wallace, interior zurdo y Reid, lateral diestro. En el lado izquierdo, pegado a la línea de cal, se postulaba como titular Kightly. Un archiconocido del ascenso que hasta ahora no pudo debutar con el Burnley. Por delante, el ex del Hull, Boyd, acompañando a un adelantado Jutkiewicz, ex integrante del Middlesbrough. Más profundidad pero más desconcierto en la medular ante la ausencia de Marney y Jones en el pivote.

Fuente: West Bromwich Albion

Los primeros minutos fueron de total indecisión. Baggies y clarets se tanteaban, midiendo fuerzas. Tocando el cuarto de hora, la oportunidad más clara para los locales llegaba a manos (a pies, mejor dicho), de un contrario. Un buen contragolpe por la banda diestra del West Brom terminaba en un remate que impactaba en el cuerpo del defensor Duff. La pelota tomaba una trayectoria endiablada hacia la portería de Heaton. Finalmente, se desviaba a saque de esquina mientras seguía el susto en los cuerpos de los aficionados del este de Lancashire.

Los irreverentes cambios de Dyche salieron mal

La balanza se iba decantando poco a poco hacia el lado de los de Alan Irvine. Mee no podía frenar a Berahino. El jugador de Burundi encaraba al joven lateral izquierdo con pasmosa tranquilidad. Sin problemas, el delantero dejó sentado al zaguero visitante. Su disparo salió lamiendo el palo largo de Heaton para que la igualdad se disipara de una vez por todas. El Burnley intentaba encontrar a Jutkiewicz por medio de balones altos, oriundos de los centrales. El ariete no podía pelear con Lescott y Dawson, imposibilitando cualquier intentona rival y anulando la paupérrima ofensiva claret.

Brunt, desde la banda izquierda, no cesaba en su ansia por abrir cuanto antes el marcador y defenestrar pronto a un rival directo. Sus centros no encontraban testa rematadora, y su disparos lo único que encontraban era el exterior de las redes. Definitivamente, el West Bromwich se hacía con el ritmo del partido a base de saques de esquina.

Dawson abrió la caja de Pandora

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, dice el refrán. Y así ocurrió con el Burnley. La defensa quedó rota en un córner botado desde la izquierda. Un embrollo en el corazón del área chica, permitió a Dawson alzarse cual gigante para rematar de cabeza superando a su marcador, Kightly. El 1-0 momentáneo alejaba a los baggies de la peligrosa zona roja, y hundía sin piedad a los clarets hasta las profundidades del pozo Premier.

Gol de Dawson. (Fuente: Premier League)

Las distancia entre líneas era absimal y hacía imposible que centrocampistas conectaran con delanteros. La medular, desaparecida durante la primera mitad, no respondía y los jugadores de banda no llevaban ningún peligro, ni siquiera Arfield, que suele ser quien más se prodiga en cabalgadas pegado a la línea de cal. Sin reacción alguna, los locales seguían cercenando la zona de tres cuartos de cancha, acumulando hombres para hacer el segundo y cerrar la cuenta. Brunt nuevamente, jugando a placer con Sessegnon, probaba suerte desde lejos. Su resultado, balón a la grada.

Los jugadores visitantes necesitaban un respiro y miraban el reloj con impaciencia. Señalaba éste un minuto para la conclusión de los primeros 45 minutos. Saque de esquina que dispensa Morrison para alcanzar ya el descanso. Anarquía en la zaga morada y oportunismo de Berahino, que hace el segundo a puerta vacía tras asistencia de Dorrans con la cabeza, sin mirar donde caía el esférico. La providencia se alió con el local. El Burnley ya estaba muerto, como le ocurrió el otro día, aunque por aquel entonces el resultado seguía siendo empate. Con la difícil empresa de remontar lo irremontable, los de Dyche enfilaban, perplejos, el túnel de vestuarios en pos de remediar una enfermedad de difícil curación: el balón parado.

Berahino aleja al West Brom del descenso con un doblete

La reanudación llegaba con dos cambios. Chalobah sustituía a Wallace en el pivote y Barnes a Reid, sacrificando a un medio centro para volcarse definitivamente en el ataque con Barnes al lado de Jutkiewicz. Reconformando así el típico 4-4-2 para alcanzar, al menos, el empate, en lo que hubiera sido un resultado épico después de un deplorable primera parte.

Diez minutos después de que el árbitro diera el comienzo, Berahino ponía la sentencia. Las mejillas de los zagueros clarets se sonrojaban. El punta recibía una asistencia magnífica de Morrison. Ben Mee, una vez más, peca de falta de reflejos y de visión. Dejó un hueco enorme que aprovechó Berahino para internarse por banda e ir subiendo hasta la frontal para disparar en última instancia y colar el balón al fondo de las mallas. 3-0 y la distancia era ya totalmente insalvable. A Shackell no le sobra culpa. No se enteiende con su lateral y permite la entrada a placer del jugador africano.

Fuente: Premier League

Con el encuentro muerto y más de media hora de la basura por delante, el Burnley empezó a carburar amén a una relajación de los baggies. Trippier subía por banda diestra, doblando a Arfield y centrando para que Jutkiewicz pudiera maquillar el error de bulto. Su cabezazo lo detuvo Foster. Nada salió bien hoy para los de Lancashire. Creaba peligro Sordell, recién ingresado, en las inmediaciones del área contraria. Pese a ser un contragolpe claro de tres para dos, Barnes no terminó de encontrar puerta, y la tremenda derrota seguía figurando en el luminoso de The Hawthorns. Los ánimos seguían por los suelos y en un día gris sin una afición a la espalda, el Burnley acaba por convertirlo en negro.

Avivando la llama baggie

El Burnley ya era una marioneta en manos de un equipo bien formado. Tirando de magia y de individualidad, Dorrans ponía la cereza a este pastel de 90 minutos de elaboración. Por el escorzo diestro realizaba unos regates de escándalo que dejaron sin palabras a un Mee totalmente superado por la tromba que llegaba a su parcela.

Lo intentaba ya Kightly a la desesperada. Arrancando un puñado de aplausos producto más de la pena del respetable baggie al ver a un equipo tan endeble sobre sus aposentos, fiel candidato a descender a Championship. Los estertores del partido dejaron el cuarto. El saco lleno, donde ya no cabía ni un alfiler. Samaras pasó en profundidad a Brunt. Éste corretea por la banda de Mee. Para cuajar el peor partido de la temporada en su cuenta particular, permite el centro raso sin oponer resistencia. Dorrans recibe la asistencia cruzada y dispara fuerte al palo más desprotegido de Tom Heaton. Cuarto gol, cuarta decepción. El Burnley huele a podrido y el West Brom remonta el vuelo, alejándose con holgura de las posiciones de abajo.

Burnley (0) WBA (4)

Heaton 4 Foster 6
Trippier 5 Wisdom 6
Duff 5 Lescott 6
Shackell 4 Dawson 7
Mee 3 Pocognoli (82') 6
Wallace (45') 4 Dorrans 7
Reid (45') 4 Morrison 8
Kightly 4 Gardner (86') 6
Arfield 5 Sessègnon (73') 7
Boyd 4 Brunt 6
Jutkiewicz (67') 5 Berahino x2 8
Substitutes
Chalobah (45') 6 Samaras (73') 5
Barnes (45') 5 Gamboa (82') -
Sordell (67') 6 Yacob (86') -

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Sobre el autor
Pablo Merino García
Un tipo peculiar que escribe sobre fútbol, o lo que le echen. Rock, jazz, blues, buen cine, un escrito apetecible, algo de bourbon y muchos sueños por cumplir. Un clásico, es simple.