Bantams y black cats se daban cita con la historia en el histórico Valley Parade, en un partido que mandaría al ganador directamente a los cuartos de final de la competición más antigua de Europa, la FA Cup. Los de Phil Parkinson, tras haber dado la campanada en Stamford Bridge en la ronda anterior eliminando al Chelsea por 2-4 (tras ir 2-0 abajo) consiguieron llenar el estadio para la visita de otro equipo de primera categoría, el Sunderland. Poyet, pese a la delicada situación que vive su equipo en liga, sólo reservó a Connor Wickham, síntoma de que no se fiaba de un equipo de tercera división.

E hizo muy bien. Cuando apenas se llevaban disputados tres minutos de juego, Morais sacó una falta que, tras un barullo dentro del área, Clarke chutó y el balón rebotó en O'Shea para despistar a Mannone y llevar el delirio a las gradas locales, que veían a su equipo adelantarse en el marcador. Lejos de reaccionar contra el tanto encajado, el Sunderland fue incapaz de rondar con peligro las inmediaciones locales, y pudieron recibir el segundo gol con un cabezazo que Stead no pudo conectar con precisión. La primera llegada visitante llegó con un disparo de Johnson que Williams detuvo sin complicaciones, y posteriormente Larsson envió el esférico por encima del larguero con un tiro lejano.

Los de Yorkshire siguieron apretando en busca de otro gol que les distanciase en el electrónico, y de nuevo Clarke puso a prueba a Mannone. Graham remató de cabeza un centro desde la izquierda de Johnson, pero fue directamente a las manos del cancerbero local. El césped estaba en bastante mal estado, lo que impedía que el Sunderland intentase algún tipo de combinación asociativa. Un disparo lejano de van Aanholt obligó al portero y la defensa bantam a estar atentos, y en la jugada siguiente Johnson volvió a crear peligro. El Bradford miraba el reloj, esperando con ansia el tiempo de descanso que les permitiese recargar las pilas y sacudirse la presión a la que estaban sometidos. Y con un disparo del propio Johnson que salió por encima del larguero, se llegó al entretiempo.

Tras la reanudación, Poyet puso sobre el césped a su mejor revulsivo: Connor Wickham salió en lugar de Graham para intentar romper la equilibrada zaga local. La primera ocasión llegó en las botas de Johnson, que lideró un contragolpe que decidió culminar él mismo con un disparo que se marchó alto. Williams empezó a convertirse en el hombre del partido con dos magníficas intervenciones que denegaron sendos goles a los de Tyne and Wear, primero a tiro de Johnson y después tras centro peligroso de Jones. De nuevo Johnson envió desviado un buen pase de van Aanholt, antes de convertirse en el protagonista del segundo gol. Una pérdida suya en zona peligrosa tras presión de Meredith propició que Stead se plantase solo ante Manonne y le batiese, ampliando la ventaja y poniendo a su equipo con más de un pie en los cuartos de final.

Los de Parkinson, espoleados por una afición que cosechó la mayor asistencia desde que el estadio se remodeló, siguieron buscando un gol que firmase la goleada. Primero Knott y, posteriormente, Stead, pusieron en aprietos al portero visitante. El Sunderland estaba totalmente noqueado, y los gallos se querían aprovechar de ello para matar el partido definitivamente. De nuevo Knott probó fortuna con una falta directa que salió un palmo por encima del larguero. Wickham se elevó de sobremanera para rematar un córner botado por Larsson e intentar acortar distancias, pero Williams siguió estando espléndido en la colocación. 

Los últimos minutos fueron un carrusel de cambios intrascendentes, con los visitantes habiendo bajado los brazos hacía tiempo atrás y los locales disfrutando junto a sus aficionados de un hito reseñable en su historia reciente. Firman su pase a los cuartos de final, y esperarán al sorteo del próximo lunes para conocer su rival en esta ronda. No obstante, pase lo que pase, los bantams ya han hecho historia.