No solo no es un partido más por su condición de final de la Capital One Cup. El choque que el próximo domingo enfrentará a Chelsea y Tottenham Hotspur en Wembley con la Copa de la Liga Inglesa en juego es mucho más que eso. Es la oportunidad de dos grandes de Inglaterra para despertar de su letargo y levantar al cielo un trofeo nacional. Una ocasión de oro para bañarse en el cava de la victoria mientras el vecino se acuesta con las manos vacías.

Tres años lleva sin ganar un trofeo en Inglaterra el Chelsea desde que alzara la FA Cup en 2012, y más años todavía hay que retroceder para ver su última conquista de la Capital One Cup, en 2007. El caso del Tottenham Hotspur es aun más especial: su única copa en los últimos 16 años ha sido la Capital One Cup de 2008, que rompió una sequía de nueve cursos sin título y abrió otra de siete que pueden romper en su próxima cita en Wembley.

Apetitos voraces y vitrinas expectantes cruzan sus aspiraciones con un objetivo común bañado en plata entre ceja y ceja. Su ambición se ha podido apreciar incluso en sus enfrentamientos en la presente temporada, donde cada uno ha podido saborear las mieles de la goleada contra el vecino. Todo ello, con el imborrable recuerdo de la mencionada final de la Capital One Cup de 2008, en la que ganó el Tottenham, pero no ante cualquier rival: ante los spurs cayó su próximo contrincante, el Chelsea.

Abran paso al líder

El primer antecedente en la presente campaña del duelo londinense entre spurs y blues corresponde al 3 de diciembre de 2014, en la jornada 14 de la Premier League. Invictos hasta ese momento en todas las competiciones, los pupilos de Jose Mourinho recibieron en Stamford Bridge al Tottenham Hotspur con la convicción clara de un aspirante a campeón.

El martillo azul golpeó certero cuando más duele haciendo uso de su mejor arma, una línea ofensiva demoledora. Después de un primer tramo de partido que sirvió de toma de contacto, Hazard lideró un arreón mortal que culminó con dos goles, en los minutos 19 y 22, firmados por el jugador belga y Drogba. Ni piedad ni tregua: en tres minutos, Stamford Bridge ya celebraba que la contienda se había puesto de cara.

El definitivo 3-0 que puso Rémy en el marcador a los 73 minutos no fue más que la confirmación de la supremacía blue frente a unos spurs sin apenas capacidad de reacción. Tras el pitido final, las orgullosas sonrisas del bando local despedían a los cabizbajos visitantes, que se retiraron esperando su oportunidad para vengarse.

Venganza, Año Nuevo y regalos

Solo seis jornadas tuvo que esperar el Tottenham Hotspur para recibir en White Hart Line con el cuchillo entre los dientes al Chelsea. Sin embargo, el escenario había cambiado: en la siguiente jornada tras el 3-0 de la ida, los blues encajaron su primera derrota de la temporada en Newcastle por 2-1, y tras recuperarse con tres victorias consecutivas en liga, visitaban el feudo de los spurs después de un empate contra el Southampton.

En el comienzo del choque todo empezó a recordar a la ida. Un gol a los 18 minutos de Costa, solo uno antes del que abrió el marcador en Stamford Bridge, hizo aparecer por las gradas de White Hart Lane los primeros "otra vez no, por favor". Pero ese no era el plan de Pochettino y los suyos. Las cosas habían cambiado después de la goleada del primer partido, y aunque las líneas iniciales se habían escrito de la misma forma, los spurs robaron la pluma y se propusieron ser escritores.

22 fueron los minutos en los que el Tottenham Hotspur, decidido a rebelarse contra una nueva paliza, miró a la cara a su rival y le noqueó sin piedad. Entre el minuto 30 y el 52, los locales hiceron que el esférico besara las mallas del Chelsea hasta cuatro veces, con dos tantos del Huracán Kane. Especialmente dolorosos fueron los de los minutos 44 y 49, sumando los cuatro de descuento que concedió el árbitro. Lo que iba a ser una charla de Mourinho enfocada a la victoria con 1-1 en el electrónico debió convertirse en una furiosa regañina de uno de los técnicos con más carácter del mundo.

En la última media hora de juego, ambos conjuntos quisieron jugar a la liebre y el ratón. El Chelsea no dio su brazo a torcer y consiguió reducir distancias con un gol de Hazard, la varita de los blues, en el minuto 61. Pero 17 minutos después, Chadli sentenció el choque y dio permiso a los aficionados locales para pasear su mano abierta con orgullo: los cinco goles confirmaban el levantamiento de los orgullosos spurs. Terry maquilló el resultado con un gol en el minuto 87, pero la venganza ya era realidad: 5-3, y segunda derrota del curso para el Chelsea con rencor de fondo.

"No quiero ser castigado", dijo Mourinho al final del encuentro en referencia su silencio cuando fue preguntado por la actuación arbitral. Además, aprovechando las fechas festivas en las que se situaba el partido, aprovechó para hacer un análisis navideño del encuentro: "Hoy hemos hecho demasiados regalos de Navidad".

Aquel 24 de febrero

Tottenham y Chelsea no han vuelto a medir fuerzas en la campaña 2014-2015, y no podrán dictaminar sentencia hasta su tercer duelo, que servirá de 'desempate' con un trofeo esperando en el palco. Pero la rivalidad que inspira a la final de Wembley no queda ahí. Siete años atrás, en 2008, la misma competición que este año les reúne se encargó de juntarles en una final. Fue, además, la primera de la Copa de la Liga disputada en el nuevo Wembley tras la demolición del antiguo.

Foto: zimbio.com

Fue una lucha épica desde el primer minuto de juego. Las porterías de Robinson y Cech recibieron diversos intentos de introducir el balón, con los consiguientes rostros de lamento e incredulidad de aficionados y jugadores ante el inmovilismo del marcador. Sin embargo, todo cambió cuando el Tottenham concedió una falta en las inmediaciones del área en el minuto 39 y Drogba clavó sus ojos en el cuero.

El delantero marfileño, leyenda viva del Chelsea, adelantó a los blues antes del descanso con un gran libre directo contra el que nada puso hacer Robinson, que apenas se movió. El equipo entrenado entonces por Avram Grant presentó su firme candidatura a tocar la gloria.

Nueve años sin ganar ningún trofeo y tener tan cerca la oportunidad de volver a levantar uno fueron razones suficientes para que el Tottenham dirigido por Juande Ramos se levantara de la lona inspirado en el temple de Woodgate, la garra de Keane y la precisión de Berbatov. Y así, cuando la contienda entró en los últimos 20 minutos, los blues echaron literalmente una mano a los spurs. Dentro del área, el brazo de Bridge contactó con la pelota, y el árbitro concedió la pena máxima. Berbatov no faltó a su cita personal sin intromisiones con el portero y el esférico. Con calma, confianza y seguridad, colocó su disparo al lado derecho de Cech y empató el choque.

El fútbol decidió que los 90 minutos de infarto no merecían vencedor, y el árbitro dio paso a la prórroga. Un tiempo extra dedicado a los valientes, a los que quieren la victoria más que nadie y se ganan el derecho a ser eternos. Y si alguien se mereció un hueco en el recuerdo de la afición del Tottenham Hotspur, ese fue sin duda Jonathan Woodgate.

Apenas cuatro minutos después del arranque del primer tiempo de la prórroga, el zaguero inglés se encontró con un balón colgado al área como Cech como única oposición. Woodgate no acertó a rematar bien el esférico, pero la suerte del balompié le hizo un guiño: el cuero rebotó en el guardameta checo y el de los spurs empujó involuntariamente con la cara el balón a las redes. Gol y la más dulce de las casualidades, acompañada del grito emocionado de todo el sector del estadio ocupado por las camisetas blancas del Tottenham.

Foto: PA vía Daily Mail

Tras consumar su remontada, los pupilos de Juande Ramos se encomendaron al calor de su afición y la habilidad de Robinson para detener todos los intentos del Chelsea de igualar el resultado. El guardameta inglés fue un muro infranqueable, parando todo disparo que osara perturbar su tranquilidad. Y así, con el avance de las agujas del reloj, el pitido final supuso mucho más que un nuevo trofeo en las vitrinas de White Hart Lane.

El Tottenham Hotspur, con su victoria ante su vecino, no celebró solo una noche de éxito. Sus aficionados gritaron de emoción por una victoria que englobaba nueve años de desdichas y desilusiones, y que daba carpetazo a una travesía por el desierto.

Con el regreso a Wembley de la mano de Pochettino, los spurs vuelven a tener la oportunidad de acabar esta vez con siete años sin títulos ante el mismo rival que ya superaron en su día. Su confianza se verá las caras con la furia aún contenida del Chelsea, que espera cicatrizar completamente esa herida devolviendo el gran golpe. Una cosa sí es común: gane quien gane, un gigante resurgirá.