Con el Manchester City jugando a hundir su propia flota, el Liverpool encaraba este partido con la necesidad imperial de hacerse con los tres puntos y quedarse así a sólo cuatro de los puestos de Champions. "Ya vemos tierra", pensarían los marineros de un barco que siempre pega bandazos, pero que por una cosa o por otra, acaba llegando a su destino. Sin embargo para el Newcastle estos mundos suenan a chino, ellos viajan en un yate con el motor apagado desde hace meses, mientras dejan pasar las jornadas esperando el final de temporada pensando estar lejos de la tormenta del descenso, pero poco a poco se empiezan ya a escuchar los rayos.

Para la ocasión los reds contaba con su equipo... de urgencias. Sin Skrtel y Sakho en defensa, sin Gerrard y Lallana en el centro del campo y con las ausencias de Sturridge y Balotelli arriba. Can y Lovren serían la pareja de centrales, pasando a un 4-3-3 en lugar de al 3-5-3 que venía usando durante el año 2015. Así Lucas Leiva jugaría de pivote, con Henderson y Joe Allen haciendo las veces de guerreros en el centro del campo. Delante de ellos jugaría Coutinho de falso nueve, con Sterling e Ibe por las bandas preparados para asaltar un fortín que acabaría siendo una barraca. El Newcastle por su parte saldría al campo con un 4-5-1 sin novedades, con Ayoza Pérez como única referencia ofensiva y con una línea de cinco en el centro del campo que se vería desmontada a los pocos minutos de comenzar el partido.

Con Sterling nunca es suficiente

El niño maravilla de Inglaterra no quiso esperar más de 10 minutos para dejar su sello estampado en el encuentro. Una jugada en la que mostró sus grandes dotes como futbolista, basadas en una velocidad endiablada, capacidad de desmarque, desborde, control de balón y finalmente definición, que pese a ser su gran defecto, acaba por convertirse en virtud. Así fue como Jordan Henderson, en su versión de Steven Gerrard, realizó un desplazamiento en largo que dejó al velocista inglés con la pelota dentro del área. Se lanzó a esquivar a tres rivales para obtener un ángulo de tiro extraño, pero válido para disparar con el interior de su pierna derecha y cruzársela a Krul allí donde todos los porteros temen, al palo largo. El holandés no pudo hacer ningún milagro para evitar el gol de Raheem, que ya dejaba heridos a sus rivales.

A partir de ahí el primer tiempo se convirtió en un mónologo del Liverpool sin intervención del rival, que cada vez que intentaba salir acababa por perder la pelota en una zona defensiva local que, sin ser muy segura, se bastaba. Con Lucas Leiva como director de orquesta, el Liverpool asomaba una y otra vez por el área del Newcastle, que acabaría dando gracias por el descanso, pese a tener una ocasión de gol que sacó con tranquilidad Mignolet a córner.

45 minutos de siesta inglesa

Los aficionados ingleses no es que estén muy acostumbrados a ver a sus equipos un lunes a las 21 hora inglesa. En un país que cena a las 19 y dando gracias, ambos equipos se empeñaron en dejar tranquilos a los aficionados en sus asientos para reposar la cena. El Newcastle salió convencido de que una derrota era más que válida para sus aspiraciones a nada, y el Liverpool parecía querer marcar, pero por aquello de quedar bien. Tuvo Sterling en sus botas la oportunidad de anotar hasta en dos ocasiones, pero como ya se dijo antes, Raheem es un mago que todavía tiene que mejorar sus trucos. Por su parte Coutinho pasó a un segundo plano, y es que la gasolina no dura siempre 90 minutos, ni falta que hacía hoy. Ibe por su parte acumularía minutos hasta que Borini cogió su relevo en el campo.

Pero no sería ninguno de ellos los encargados de anotar, no no, esta vez sería un hombre que se estrenaría en Anfield. Se colocaba el más pequeño del partido dentro del área, Joe Allen, esperando poder rematar un córner como aquel niño que sueña con ir al espacio. Como era evidente, él no remataría, pero entre tanto rechace aparecería con el diploma del más listo de la clase para fusilar la portería de un Tim Krul que miraba con una cara que bailaba entre el enfado y la desgana a sus defensas por no tener mayor contundencia a la hora de despejar, y es que Allen remató un balón muerto dentro del área.

Finalmente podemos pensar que todos daban por cerrado el partido, pero no, y es que Sissoko, cansado de no ver la pelota durante todo el partido, decidió que lo mejor que podía hacer era discutir con Glen Johnson para ver una amarilla y, minutos después, cometer una terrible entrada sobre Jordan Henderson que bien podía ser roja directa, pero que el árbitro sancionó con amarilla. Una y una suman dos, amigo Sissoko, así que 10 minutos antes de finalizar el encuentro el Newcastle se quedaría con uno menos.

Duelos por las 96 víctimas

Antes de comenzar el partido, los jugadores de ambos conjuntos mantendrían un más que respetuoso minuto de silencio por aquellos 96 fallecidos que tuvieron que sufrir en otra vida las penurias mentales de personajes políticos como Margaret Thatcher o el diario 'The Sun'. Brindó Anfield así una victoria a 96 aficionados que, muy probablemente, sonreían por ver a su Liverpool ganar en su campo santo.


Foto del minuto de silencio, via @LFC


Liverpool (2) Newcastle (0)
Mignolet 7 Krul 7
Johnson 5 Janmaat 5
Emre Can 6 Taylor 5
Lovren 6 Williamson 6
Moreno 7 Anita 5
Lucas Leiva 8 Colback 5
Henderson 7 Abeid (75') 6
Joe Allen 7 Obertan (67') 6
Coutinho 7 Cabella 5
Ibe (59') 4 Sissoko 3
Sterling (89') 8 Ayoze (87') 6
Sustituciones
Borini (59') 6 Jonas (67') 6
Lambert (89') - Armstrong (75') 5
- - Gouffran (87') -
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Sobre el autor
Daniel Martin
Encargado sección boxeo, colaborador en F1. Viajante gracias al noble arte.