Con nada en juego se plantaban Bologna y Nápoles este miércoles en el Renato Dall'Ara. Y así, sin mucho ni poco, y sin la más mínima intención de resarcirse de la humillación sufrida hace tres días ante la Lazio, la escuadra local volvía a encajar una goleada sin que los de Mazzarri pisaran mucho el acelerador que les ha llevado a competir en Liga de Campeones el próximo año. Con lo justo, haciendo gala de su mayor pegada, vislumbrando lo que podría haber sido y no fue, sus ilusiones apagadas de campeonato. 

Y así comenzaba el encuentro, sin la más mínima visión de que el partido fuese a pasar a los anales, con una tensión y un ritmo que más bien parecían evocar un partido de pretemporada. Lógico, visto lo que se jugaban ambos equipos. Lógico, con las pretensiones de ambas escuadras cumplidas a estas alturas de campaña. Y así pasaba el tiempo, sin precisión ni verticalidad, sin esfuerzos ni combinaciones que pudieran decantar una balanza que no se movió en todo el primer acto. Ambos equipos eran fieles a su papel, los locales controlaban el esférico, los visitantes, esperaban, eso que tanto y tan bien llevan haciendo desde la llegada del técnico italiano a Nápoles. 

Es quizá su mayor virtud, saber a que juegan. Y Cavani, qué no es poco. Así han llegado a ganar la Coppa el pasado curso, ha lograr el subcampeonato la presente temporada y a ser eliminados en octavos de Champions fruto de la inexperiencia en la máxima competición continental ante el Chelsea. Los rossoblu, por su parte, hace tiempo han desconectado. Con el objetivo cumplido, y con Diamanti pensando más en los cantos de sirena que suenan a su alrededor, pues suelen ocurrir este tipo de cosas. O las de la semana pasada. Sin alma ni actitud, con una defensa que no sabe por donde achicar el agua que se cuela, con el deseo de acabar cuanto antes esta temporada. 

La segunda parte mantuvo la misma escenografía, simplemente los visitantes metieron un piñón más del engranaje y sentenciaron sin mayor dificultad. Qué para eso tienen calidad, y de sobra. A la contra, que en eso, hay pocos equipos mejores. El primer gol es una muestra de ello. Tres toques, rápidos y precisos, y una definición fuerte, sin más. Zúñiga para Zdemaili, este para Hamsik, zurdazo pegado a la cepa del poste y primero en el marcador. Diez minutos después, y justo cuando parecía atisbarse en el horizonte una reacción local, los napolitanos sentenciarían merced a un penalti que Cavani, quién si no, convertía en su trigésimo quinto tanto de la temporada.

Dzemaili encontraba recompensa a su gran partido entre líneas y anotaba el gol que cerraba la goleada tras una arrancada de Cavani en la que dejaba atrás, con una zancada poderosa que anhela medio continente, cualquier defensa rossoblue que se pusiese en su camino. Así se bajaba el telón en Bologna, con los dos equipos siendo files a su estilo, interpretando perfectamente lo que era un partido cuyo desenlace hace que el Nápoles obtenga matemáticamente el subcampeonato. Los locales por su parte esperan ansiosos el final de una campaña que se les ha hecho demasiado larga y que tendrá su próxima parada en Parma.