Emocionante partido el que se vivió en la noche del lunes en el Artemio Franchi de Florencia. El conjunto local volvió a mostrar las lagunas defensivas que tanto le lastran y regaló dos puntos a un Parma que siempre creyó. Aunque la peor noticia para la escuadra de Montella no fue el empate, sino la posible lesión de Giuseppe Rossi, que abandonó el campo mediada la primera parte.
Cassano creaba peligro a la vulnerable defensa toscana
La escuadra viola no estaba. O sí estaba pero sufría demasiado, más de lo que el guion dictaba. O tal vez no, si se echa un ojo al folio de bajas dispuesto en el corcho de la enfermería. La cuestión es que, traspasada la media hora (media hora de dominio visitante), Rossi se lesionó y apuntó su nombre, de nuevo, en la lista. En su lugar entro el joven Rebic, debutante en Serie A. Cassano portaba en sus botas todo el peligro parmesano. Jugada tras jugada, ponía en apuros a la endeble zaga de la Fiorentina. Sin embargo, no fue él quien hizo gol en el descuento del primer tiempo: Gargano, con inestimable colaboración de Gonzalo Rodríguez, tuvo el honor de batir a Neto. 0-1 y a la caseta.
En la segunda mitad algo cambió. Borja Valero tomó el mando y la Fiorentina acumulaba (con sentido) jugadores en el campo del Parma. El español dirigía a balón corrido y a balón parado; suya fue la asistencia, córner mediante, del empate viola, obra de Gonzalo Rodríguez. Esa estrategia que tan buenos frutos ha dado y da a la Fiorentina.
La segunda parte fue viola, pero un error de concentración condenó a los de Montella Montella quiso compensar: metió a Cuadrado, que volvía de una lesión. Decisión inteligente, más por el efecto psicológico que por el futbolístico. A doce minutos del final, Vargas, invitado sorpresa a la fiesta, se revolvió de manera magnífica en el área y con la zurda hizo el 2-1, también con la ayuda de un defensor, dicho sea de paso.