El Milan es el equipo con más posesión en toda la Serie A. Y eso se nota. Se nota porque no gana. Y no gana porque le falta mucho todavía. Con balón, el equipo se diluye como una pastilla efervescente en un vaso de agua. Montolivo no es el  timón que se necesita, se muestra apático en su parcela y no es capaz de crear con los balones que le roba incesantemente de Jong, y también Muntari, cuando se le ocurre hacerlo. Porque Muntari es titular en este equipo, aunque evidencie que su calidad y -en muchas ocasiones- esfuerzo se quedaron en el avión, antes de aterrizar por primera vez en San Siro. 

Aun así el Milan se acerca por empuje de algunos jugadores que sí se esfuerzan, como Kaká, que ha regresado con ganas, o el intermitente Birsa, que tan pronto hace un partido brillante, como desaparece entre las sombras. Balotelli tampoco está, pero hoy la Fiorentina no brilló precisamente y el delantero tuvo un par de balones dentro del área. Desaprovechados. El Milan se acercaba, en gran medida porque la Fiore no proponía más, incluso con sensación de peligro y algún que otro golpeo lejano y córners con intención. Podríamos decir que en la primera media hora el Milan, ¿por qué no?, mereció incluso ir por delante. Pero una falta peligrosa al borde del área -otra- se convirtió en el puñal que iba a herir de muerte las ganas iniciales del equipo. Cruel azar, mala suerte. El golpeo de Vargas tocó ligeramente en la barrera y descolocó al bisoño Gabriel, que ya se las ha visto de todos los colores en los tres partidos que lleva defendiendo la portería 'rossonera'.

El gol fue un trago gélido para los once que vestían la centenaria zamarra milanista, aunque a veces no se note. El Milan volvió a desvanecerse tras el gol, como en muchas anteriores ocasiones. Rabia, por no merecer tan sumo castigo, como en muchas anteriores ocasiones. El Milan no estaba peor que la Fiore, es más, la Fiore apenas había hecho nada en todo el partido. Pero la mala suerte no es excusa en un equipo que, con siete campeonatos de Europa, se acerca más al descenso que a las posiciones donde, por nombre -aunque a veces no se note-, merece estar.

La primera parte arrancó con Balotelli marchándose cojeando y Matri listo para entrar. Tras la reanudación, nada se supo de Matri y Balolelli se siguió peleando en el césped. Misterio, como todo lo que rodea a ese banquillo capitaneado -aunque casi nunca se note- por Massimiliano Allegri, cuya destitución se pidó desde las poco pobladas gradas del coliseo milanés. Con la entrada del enérgico Niang, el Milan siguió empeñado en lo mismo que la primera mitad. Generar peligro con poca calidad, pero con un empuje encomiable por momentos. Con poco defendía la Fiore, que seguía ganando con lo justo, a un Milan que llegaba bien desde los costados y con centros al área. 

Y entró Joaquín. Y recibió escorado en el área, se zampó a Saponara como solo él sabe y puso un centro al corazón del cajón. El mal despeje de Gabriel se la dejó en bandeja a Borja Valero, que solo tuvo que empujarla para marcar por segundo año consecutivo en San Siro. Excesivo premio. La Fiorentina llegó dos veces, pero la Fiorentina marcó dos goles. Parece fácil el fútbol.

Galliani se marchó de su asiento en el palco. Saponara erró el 1-2 inmediatamente después. Y San Siro se convirtió en un hervidero. La afición silbó a la dirección del club y del equipo, demandando fichajes que reforzaran posiciones con carencias gigantescas. Oídos sordos, al parecer. Mañana el Milan se puede colocar a tres puntos del descenso, y las ligas, las copas y las 'Champions' poco importan ya. La crisis es galopante, y poco futuro se vislumbra al final del túnel. Muy poco.