El Milán vuelve a pinchar, sigue perdiendo puntos, y  hace tiempo que la cabeza del campeonato es una lejana utopía. Jornada  tras jornada ve cómo se alejan los puestos europeos, hasta el punto de notar más cerca el aliento de los pequeños que huyen del descenso que el rebufo de los cabezas de carrera. Hoy en día el Milán no es un grande en apuros. No es circunstancial claudicar en casa del último clasificado. El equipo rossonero está realmente lejos de ser un grande, es un equipo capaz de dar un disgusto a los suyos en el más favorable de los partidos.

Es muy difícil construir un equipo sin mimbres, y Alegri no los tiene, pero el tiempo ignora las excusas, incluso los motivos, y el entrenador del Milán está agotando su crédito a un ritmo vertiginoso.

El partido, como cabía esperar, no fue precisamente un gran despliegue futbolístico y tardó "una vida" en coger ritmo. Ambos conjuntos salieron al campo cargados de dudas y conocedores de sus necesidades. En el centro del campo los milanistas gozaron del control durante la mayor parte del partido. Poli y Montolivo intentaron dar criterio al juego y por momentos lo lograron, pero este dominio era estéril ya que sus compañeros de arriba no lograban acción incisiva alguna. La esterilidad hecha fútbol. Todo este control no cristalizaba en ocasiones de gol, mientras que los de Sannino esperaban pacientes la perdida para golpear a la contra.

Matri no es Ibrahimovic ni Shevchenko. No es un jugador que resuelva partidos con una genialidad, no es un delantero sobre el que se pueda  cargar la responsabilidad goleadora de ningún equipo con aspiraciones. Y Kaká desde luego no es el Kaká que llevó la Champions a dormir a San Siro. El brasileño lo intentó con esemero, pero no le salió nada. Así que las mejores ocasiones del Milán llegaron casi en exclusividad de tiros lejanos. A falta de Balloteli (ausente, otra vez, por sanción) para jugarse cada tiro, todos tuvieron su oportunidad, Poli, Mexes, de Jong, Kaká, Montolivo, Muntari, Emanuelson… todos probaron suerte, pero la ruleta escupió siempre la pelota.

La ruleta atendía al nombre de Puggioni. El portero local coleccionó una bonita sucesión de paradas. Especialmente meritoria fue una a Muntari. Un potentísimo disparo del ghanés que lanzó un balón, que no contento con atravesar toda la defensa, decidió envenenarse aún más con un extraño en el último momento. El guardameta mostró uno reflejos realmente excepcionales en esa parada y una gran seguridad durante todo el partido.

La mejor ocasión para los milanistas, múltiples tiros lejanos mediantes, fue el mano a mano del que disfrutó Robinho a falta de diez minutos para el final. Con una combinación de gran habilidad, el brasileño se metió en el área rival y hasta el área pequeña. Pero Puggioni le ganó la partida, ya que tapó bien su portería y el delantero estrelló el balón en el primer palo. “Los palos no se cubren”, debió de pensar aliviado el portero.

El Chievo también gozó de sus ocasiones, ya que esperaban el fallo o la pérdida del Milán, y este Milán pierde balones y falla pases como si jugara con zuecos de madera.  Las más claras fueron un tiro al travesaño de Estigarribia y un fallo clamoroso de Rigoni, que a puerta vacía y a escasos metros de la línea de gol, tiró por fuera un regalo que la suerte le puso en los pies en forma de rechace.

Faltaron los goles, faltó el espectáculo, faltó la fantasía, faltaron las ocasiones, faltaron muchas cosas, pero no faltó la polémica. Orsato tuvo trabajo y será criticado por ambos bandos. El partido fue tranquilo, pero el colegiado consideró oportuno expulsar a dos jugadores: Montolivo y Pellissier abandonaron el campo poco antes del pitido final sin que esto tuviera una repercusión significativa sobre el campo.

La jugada más polémica y que podría haber cambiado el curso del encuentro fue el gol anulado a Pellissier por un fuera de juego milimétrico.

El Milán no creó una sola ocasión de gol hasta casi acabada la primera parte y no tiró a puerta hasta el minuto  14 de la segunda. No obstante, la mejor noticia para Alegri es que su defensa se mantuvo firme y seria. Cierto es que enfrente no jugaban Ronaldo y Vieri, pero no autodestruirse ya es una mejoría dadas las desagradables sorpresas que regalan habitualmente los defensas milanistas a sus aficionados y compañeros.

Para el Chievo un punto no soluciona nada, pero, teniendo en cuenta su situación, todo lo que sea sumar es una mejora que no se puede menospreciar.

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