Niños, tomad nota, que esto entra en examen: hoy hemos aprendido que la Roma tiene entrenador. Monsieur García no es sólo un excelente, extraordinario, gestor psicológico capaz de poner orden en el manicomio que siempre ha sido el vestuario capitalino, pero sin aportar una sola novedad táctica con respecto a Zeman, como parecía hasta ahora. Rudi tiene iniciativa. Se adapta a las necesidades puntuales y es capaz de inventar sobre la marcha. ¿Que De Rossi y Strootman, dos de los tres centrocampistas titulares, no pueden jugar por sanción y sólo quedan Bradley y Pjanic para ocupar esa zona del campo? Se cambia el sistema y se improvisa un 4-2-3-1 que, en vista de los nombres, más parece un 4-2-4. Zafarrancho de combate, que no se diga que hay miedo.

También es verdad que esos lujos uno se los puede permitir cuando el rival del turno es el Catania más devaluado de los últimos tiempos. Desde que ha descendido la cuota rioplatense (hoy sólo seis argentinos y un uruguayo en el once titular), el equipo ya no es lo que era: está en la cola de la clasificación, con apenas 10 goles a favor y 28 en contra antes de este partido, en una tendencia catastrófica que ni el cambio de entrenador parece poder variar.

Sólo los apostantes más osados, o directamente temerarios, se la jugarían a que serían los sicilianos los que romperían la imbatibilidad de la Roma. Por si quedaba alguna duda, los gialorossi optaron por monopolizar el balón en la primera mitad y, aunque no hicieron demasiada sangre, tampoco concedieron al Catania una sola ocasión de peligro digna de tal nombre. Tampoco se esforzaron más de la cuenta arriba: atacaron con intensidad durante cinco minutos, los necesarios para que, tras una serie de rechaces en un córner, Benatia rematara de cabeza al fondo de la red, y luego se limitaron a dejar pasar los minutos hasta el descanso.

Sí se apreciaba una novedad en la vanguardia romanista: Gervinho, por una vez, no se dedicaba a regatear hasta a su propia sombra para acabar liándose y desperdiciando la jugada. Hoy perdía el balón antes, al mostrarse incapaz de controlar una sola pelota de las muchas que le hacían llegar sus compañeros. En realidad, pese a haber tanta artillería en el campo, el mejor atacante de la Roma estaba siendo Maicon, que se colaba por la derecha con una facilidad pasmosa. En una de ellas tiró una doble pared excelente con Totti que pudo convertirse en el gol de la jornada si el Capitano llega a rematar bien.

En su siguiente internada, metió un centro al corazón del área, bien orientado, aunque muy fácil para el portero. Salvo que el guardameta sea un tipo como Frison, de nivel más bien discreto y con los nervios propios del que lleva apenas medio año en Serie A y ha encajado casi el doble de goles que partidos ha jugado. Al pobre Alberto se le resbaló el balón de las manos y cayó mansamente a pies de Destro, que pasaba por allí y no tuvo más que empujarla al fondo de la red.

Por si quedaba alguna duda de quién iba a ganar, apenas tres minutos después Benatia anotó su segundo tanto con otro remate de cabeza a saque de falta de Totti. Se conoce que la defensa catanesa no aprendió en el primer tiempo que no es buena idea dejar libre de marca en una jugada a balón parado a un tipo como el marroquí, que mide 1,91.

Con el marcador ya más que sentenciado, la Roma optó por divertirse. Pasecitos cortos, taconcitos, quiebros y florituras varias, para que el no muy abundante público presente en el Olímpico se alegrara un poco. Gervinho trató de sumarse a la fiesta controlando bien (¡noticia!) un par de balones y lanzando galopadas con las que intentó superar, por potencia y velocidad, hasta al arquero rival; en ambas acabó por los suelos, pero el árbitro no consideró que ninguna fuera penalti. Al menos en la segunda de ellas se equivocó.

El marfileño, en honor a la verdad, no dejó de intentarlo, hay que reconocerle el mérito, pero terminó de redondear su mal partido mandando al poste una oportunidad que tuvo a portería vacía desde la frontal del área pequeña, tras un paradón de Frison a tiro de Totti. Ni siquiera le salva el tanto que anotó a última hora, rematando de forma tan horrible un pase franco de Ljajic que acabó engañando al portero, quien se tiró hacia donde era natural que fuera la pelota y no pudo evitar que le pasara por encima.

Los poco más de 10 minutos restantes de encuentro dieron apenas para un par de cambios más. Entre ellos, el que mandó al banquillo a Totti, dándole la alternativa ante su público a Federico Ricci, mediocentro canterano que apunta buenas maneras. Por desgracia, el chavalín sigue la moda absurda de lucir en la camiseta el número correspondiente al año de nacimiento. Dirán que es una tontería irrelevante, pero en ciento y pico años de historia del balompié nadie ha triunfado con el 94 a la espalda.

La goleada con que se cerró el partido, tan amplia como previsible, no permite sacar demasiadas conclusiones. Sirve para confirmar que, aun con más de media liga por jugarse, el Catania es carne de Serie B salvo milagro repentino en forma de tercer entrenador de la temporada. Y que la Roma, cuando lo tiene todo a favor, es un equipo que rinde, aunque no brille, y que cuenta con una defensa solidísima y un poderío ofensivo más que aceptable. Otra historia es cuando el oponente planta cara... como es de suponer que ocurra en el próximo compromiso de la Loba, previsto para el 5 de enero en casa de la Juventus.

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Sobre el autor
Luis Tejo Machuca
Mi mamá me enseñó a leer y escribir; a cambio yo le di mi título de Comunicación Audiovisual de la URJC para que lo colgara en el salón, que dice que queda bonito. Redactor todoterreno, tirando un poco más para lo lo futbolero, sobre todo de Italia y alrededores. Locutor de radio (y de lo que caiga) y hasta fotógrafo en los ratos libres. Menottista, pero moderado, porque como dijo Biagini, las finales no se merecen. Se ganan.