Palacio es el Inter. Lo lleva siendo toda la temporada, pero en el ‘Derby della Madonnina’ quedó completamente demostrado. No sólo por el gol, sino por el trabajo previo, volviendo loco a Zapata (penalti no pitado incluido), dando aire a su equipo. La recompensa fue el gol, pero quedarse en eso es obviar la labor de uno de los 3 mejores delanteros de Italia, junto a Tévez y Rossi. Con Thohir llegarán fichajes y se irán algunos jugadores (el próximo puede que sea Guarín), pero si el Inter lucha por entrar en Europa el próximo año será gracias a Rodrigo Palacio.

Casi 90 minutos antes de que el Guiseppe Meazza estallase con el gol del ex de Boca y Genoa, tras descubrir que en las gradas se habían dado cita todas las personalidades habidas y por haber en Milán, comenzó un partido en el que salieron a relucir todas las virtudes y defectos de los dos equipos. El Inter comenzó intenso, cerrando la salida de balón del Milan (punto más débil que nunca tras la ausencia de Montolivo). Pero duró lo que tardaron en sentarse los aficionados más rezagados. A partir de entonces el partido fue de los de Allegri.

De un lado a otro el Milan movía el balón bajo la atenta mirada de los jugadores del Inter. Para entonces, Palacio ya se había hecho fuerte en la isla desierta en que se había convertido su espacio de acción. Él solo trataba de impedir la salida fluida de Bonera y Zapata, lanzaba los contraataques y trataba de rematar los balones que caían llovidos en las inmediaciones del área de Abbiati. Mientras tanto, el Milan vivía de los espacios que le dejaba su rival, las subidas de De Sciglio y sobre todo, las conducciones de Kaka. Esas conducciones de zancada larga, tronco erguido y mirada al frente. Las que le hicieron grande.

Mientras el Inter seguía demostrando que sin la pegada de algunos de sus hombres de arriba resulta un equipo insulso, el Milan volvió a tropezar por enésima vez con la piedra contra la que lleva dándose cabezazos media temporada. No supo generar oportunidades aprovechándose de su superioridad sobre el rival, y cuando las tenía las desaprovechaba. Todo lo contrario que el Inter, que en apenas dos llegadas al área estuvo a punto de adelantarse poco antes del descanso (Palacio llegó a ser derribado por Zapata dentro del área pero el árbitro no consideró que fuera penalti). Y así comenzaron los primeros minutos de la segunda parte.

Sin saber cómo ni por qué, ambos equipos se diluyeron, y tras un par de ocasiones seguidas de Balotelli (tras una de ellas Nagatomo pudo haber tocado el balón con el brazo dentro del área), el partido pasó a tener un ritmo lentísimo propiciado por las faltas continuas. Fueron más de 20 minutos que nadie recordará, porque no ocurrió prácticamente nada. Apenas se pudo ver alguna galopada de Kovacic o la confirmación de que, a excepción de algunos minutos de la primera parte, el partido le quedó grande a Saponara.

Los cambios dieron paso a dos versiones más ofensivas de ambos equipos, mucho más vehementes a la hora de buscar el gol ante la necesidad de puntos. Icardi pasó a acompañar a Palacio en el ataque nerazzurro, mientras que Matri se sumó a Balotelli en la delantera milanista. No llegó a ser un correcalles, pero las ocasiones se sucedieron con mayor velocidad, especialmente del lado de los de Mazzarri: Palacio tuvo el gol en dos oportunidades consecutivas y Kuzmanovic pudo batir también desde lejos a Abbiati.

El prólogo de un gol haría reventar un Guiseppe Meazza lleno hasta la bandera. Jonathan , que apenas había aparecido en todo el partido, dio un pase en profundidad a Guarín y ya dentro del área, el colombiano metió un centro muy fuerte en busca de que algún c ompañero metiese el pie o un rechace que desviase el balón hacia la portería. Ahí apareció Palacio, se adelantó por enésima vez a Zapata, y de tacón adelantó por primera y última vez al Inter. Thohir, en su primer partido como máximo mandatario del club, parecía rezar desde el palco. Pero tampoco tuvo que recitar demasiadas oraciones, porque el Milan se centró más en descargar la rabia del momento: Balotelli vio la amarilla y Muntari la roja tras una pequeña tangana.

Ni será el mejor ni será el último derbi que se viva en Milán, pero en los momentos de necesidad, como los que viven actualmente los dos equipos de la ciudad, ganar o caer ante el vecino (que no eterno rival en el caso del Inter) puede marcar el futuro. La situación no es crítica en el Milan, pero el descenso está a sólo 5 puntos. Por su parte, el tiempo y el gasto que esté dispuesto a realizar Erick Thohir en el mercado de invierno determinarán el destino del Inter.