La suerte está caminando de la mano de Seedorf en sus primeros días como entrenador del Milan, dos partidos de liga y dos victoria por la mínima y en el último suspiro.
 
El Milan no está en situación de andarse con remilgos, todo vale, bonito o feo, sufriendo o no, lo importante en estos momentos es sumar, sí o sí... O sufrirá a final de temporada. Sufrirá de una manera a la que no está en absoluto acostumbrado.
 
Y Seedorf suma y sigue. Dos victorias no parecen un gran éxito, para una institución acostumbrada a más mieles que hieles, pero esos seis puntos parecen marcar, al menos en la tabla, un claro punto de inflexión en la trayectoria milanista y frenan una caída con un final del todo incierto.
 
El Cagliari en cambio dejó escapar, otra vez, puntos en un partido bien planteado y bien combatido. El equipo de López se ha ganado un puesto en la zona tranquila de la clasificación. Pero está perdonando muchos puntos, demasiados. La temporada es larga y podría echarlos de menos.
 
El desarrollo del partido entró dentro de lo predecible. El Cagliari es un equipo que sin grandes alardes se planta bien el campo y vende cara su derrota. Conti ha hecho nuevos socios en el centro, tras la marcha de Nainggolan, y el equipo no se ha resentido. Algo extraño y meritorio, ya que la aportación del belga era extraordinaria y básica hasta anteayer.
 
Por su parte el Milan no pierde la costumbre de regalar goles. Su defensa, remodelada casi por completo con la llegada del holandes, sigue cometiendo errores de patio de colegio. Unos errores que, a un equipo tan dubitativo y poco incisivo como es el Milan de hoy, cuesta Dios y ayuda levantar.
 
La defensa milanista tembló y se resquebrajó ante un poco de presión sarda. Sau y Cossu apretaron y bajaron todas todas las persianas. La habitación se quedó sin luz, y sin luz el balón le cae a cualquiera. En un acción, que parecía completamente controlada y carente de peligro alguno, Amelia entregó el balón al contrario. Pinilla aceptó el regalo y montó una contra casi en la frontal del área. Asistencia para Sau, que resolvió la jugada con una genialidad. Un recorte de bisturí, todos rotos, y empujó la pelotita a puerta vacía. El pequeño sardo pegó otro grito al oído de su seleccionador.
 
 
A pesar de las buenas intenciones el Milan volvía a las andadas. Inseguridad defensiva y un juego demasiado individual en ataque. Los locales se sintieron cómodos y las ocasiones se alternaron durante el resto del encuentro. Para el Milan Honda gozó de un par de tiros claros y Balotelli intentaba ser el héroe. Para el Cagliari Pinilla rozó el 2-0. El arma sarda eran los contra golpes.
 
Pero el desenlace final escapó a lo predecible. Los partidos duran 90 minutos y no acaban hasta que pita el de negro. Uno de los tópicos más repetidos del fútbol... y uno de los más ciertos y bellos. Final dramático y cinematográfico. 
 
 
En apenas dos minutos todo cambió:
Min. 87: El error infantil lo cometió esta vez el Cagliari, y una mano absurda (cuanto menos) de Cabrera en la frontal del área permitió a Balotelli redimirse de sus precedentes errores y erigirse salvador de su equipo. Ejecutó el tiro libre con confianza, fuerte, demasiado centrado, pero a gol. Avramov pudo hacer mucho más, pero igual sintió que debía solidarizarse con su colega Amelia. Empate a uno. Un resultado que parecía justo reconocimiento al encomiable empeño milanista.
Min. 89: Córner para el Milan. Honda centró y Pazzini remató. El veterano delantero italiano, que sólo llevaba media hora en el campo,  marcó el gol de la victoria, robó a Balotelli la portada y mandó a la basura 89 minutos de trabajo sardo... y también tiró tierra y rosas encima del error de Amelia, del que ya nadie se acordaba.
 
El portero le debe una buena botella de vino a su compañero.