Clarence Seedorf ya conoce la derrota en la Serie A desde que comenzó a regentar el banquillo del AC Milan. El efecto del técnico holandés sobre el conjunto rossonero ha ido de más a menos, y tras dos victorias y un empate, en San Paolo volvió a perder. El Napolés fue el encargado de ello, para cortar así su mala racha de dos empates y una derrota. La Fiorentina hacía peligrar la tercera plaza, por lo que los tres puntos se antojaban imprescindibles para los partenopeos.

Los problemas en defensa que lleva acarreando el Milan desde hace tiempo no ven su fin. Seedorf quiso proteger más a su equipo contra el Nápoles ante esa debilidad. Por ello fue que su once estaba compuesto por un doble pivote formado por De Jong y Essien, con Abate ocupando la banda diestra del ataque, por delante de De Sciglio. Montolivo se quedaba en el banquillo por primera vez en liga desde la llegada del holandés, además de Kaká, por problemas de salud. Honda no formaba parte de la convocatoria, y quien sí estaba sobre el terreno era Taarabt. El marroquí debutaba así con la escuadra milanista, partiendo desde el costado izquierdo hacia posiciones más interiores. El eje de la zaga, no visto hasta ahora, era el formado por Mexés y Rami.

La idea era aguantar atrás y aprovechar los espacios para salir rápido al ataque con la intención de crear peligro. El inicio del Nápoles fue de dominio absoluto, pero perdonó. Y pareció salirle bien el plan al Milan, gracias a Taarabt. El recién llegado se hizo con el balón en su propio campo. Condujo hacia adelante, haciendo recular a la defensa y sin que nadie le saliese. Se hizo grande en cada zancada, cosa que su calidad le permite, e hizo el 0-1. Lo suyo no fue un tiro, sino un pase a la red. Cómodo, con el interior, suave para ponerla donde debía. Lástima que el talentoso jugador africano sea tan inconstante en su fútbol. En San Paolo dio nueva prueba de ello, sin apenas volver a aparecer.

Nápoles dueño y señor

El Milan fue eso y poco más. Mertens, Hamsik, Insigne y, sobre todo, Higuaín dominaron a su antojo el encuentro. Sabedores de la falta en el rival de perfiles para tener iniciativa, la presión era un arma con la que ponerles en aprieto. Los de Rafa Benítez se hicieron fácilmente con el balón y supieron crear y ocupar los espacios. Tanto en transición como en estático, el Nápoles fue superior. Gonzalo Higuaín apareció de manera constante por un lado y por otro, con asociación y ofreciéndose, siendo la referencia. La cantidad de ocasiones fue excesiva para la poca recompensa. Solo Inler, con un golazo, fue capaz de ver portería. Un tiro desde media distancia, pillando a Abbiati algo adelantado, y con una parábola propia de un lanzamiento con una cuchara. El disparo del suizo parecía el menos peligroso y terminó siendo el más vistoso de todos.

Con hasta 13 disparos se fue el Nápoles al descanso. Ante el Milan, volvió a ser el equipo con identidad y potencial que se había perdido en las últimas fechas. Tras la reanudación, Seedorf intentó cambiar la imagen de su equipo. Dio entrada a Kaká por Robinho, pasando Abate al lateral diestro, De Sciglio al zurdo, Emanuelson a la banda derecha, Taarabt a jugar por detrás de Balotelli, y el brasileño en el perfil zurdo. Intentó ganar en presencia en campo rival y tener de alguna más el balón. La posterior entrada de Montolivo hizo más por ello.

Pero el Milan estaba destinado a perder. Higuaín tenía el gol entre ceja y ceja, y por ello desequilibró la balanza a favor de los de San Paolo. Con la cabeza aprovechando un centro de Inler. La sentencia volvió a ser autoría del argentino, quien suma 12 goles en Serie A, donde no marcaba desde hace más de un mes y medio, parón invernal mediante. Hamsik desde la frontal fue hacia dentro, encontró entre la defensa a Callejón, que desmarcado hizo de asistente para que el ‘Pipa’ lograra su doblete a placer. El partido del delantero ex del Real Madrid es la cara opuesta a su homónimo en el otro lado del campo. Balotelli estuvo desaparecido, sin apenas entrar en juego. Las veces que lo consiguió lo hizo mal. Su imagen en el banquillo lo define, tapándose la cara con el chaquetón y con la aparición de lágrimas en sus ojos.

El Vesubio vio de cerca a un hombre que parecía de hierro. Esa proximidad, en cambio, encubría la lejanía que hoy existe entre Nápoles y Milan. En puntos se concreta en 18, en identidad queda a años luz.