Últimamente, más allá de las filias y fobias de cada uno, lo mejor que se puede decir de un derbi entre Lazio y Roma es que no ha habido muertos ni heridos de gravedad. Para un lego en la materia puede parecer una exageración, y más teniendo en cuenta que el desproporcionado estadio Olímpico ni siquiera en estos casos se llena. Pero en vista de los antecedentes, con frecuentes episodios de navajazos, no se trata ni mucho menos de una preocupación menor. Téngase en cuenta que el famoso carácter apasionado de los "latinos", en sentido estricto, es originario de estas tierras, y tanto los seguidores de la Loba como los del Águila son dignos herederos de aquellas legiones que, hace ya dos milenios, tuvieron coraje suficiente para conquistar toda Europa en sandalias.

Se ve que las lluvias torrenciales caídas en las últimas semanas, que obligaron incluso a cancelar el partido de la semana pasada en este mismo escenario, apaciguaron los ánimos de la Curva Nord blanquiazul y la Sud rojiamarilla, que se limitaron a los cánticos rituales y a lanzar algún que otro petardo con más humo que estruendo. Se contagiaron también del clima tranquilo los futbolistas, que disputaron un partido intenso, como no podía ser de otra manera estando donde estaban, pero no llegaron a incurrir en brusquedades.

De hecho, si nos ponemos rigurosos, durante la primera hora larga de partido no hubo casi nada destacable que contar. En un partido como éste la diferencia entre locales y visitantes se diluye, gracias a una de las pocas, poquísimas, ideas inteligentes de las dirigencias futboleras italianas: si dos equipos comparten estadio, cuando juegan entre ellos se reparten el aforo, independientemente de quién diga el calendario que es "el de casa". Así, quien mandaba sobre el césped era la Roma, como corresponde a su posición en la tabla y a su ventaja de más de 20 puntos.

Distintos problemas, mismas consecuencias

Pero, como viene siendo habitual en el equipo de Rudi García, costaba un mundo transformar ese dominio territorial en ocasiones de gol. No es que Totti, Pjanic y compañía carezcan de capacidad de dar el último pase; es más bien la ausencia, con Destro en el banquillo, de un atacante puro que sepa aprovecharlo. Lo más parecido que hubo a una combinación ofensiva fue el rebote que Gervinho cazó tras un chut de De Rossi; el remate acabó el gol, pero se anuló (en apariencia correctamente, aunque por muy poco) por fuera de juego.

La Lazio, a decir verdad, ni eso, y su problema es justo el contrario. Con Hernanes en Milán, todo el juego de ataque de los de Reja debe pasar forzosamente por los pies de Candreva, el único romano de nacimiento de su equipo, el único también con talento suficiente para enviar buenos balones a un Klose que se aburría cual ostra. Nada difícil de evitar para Castán y, sobre todo, Benatia, a día de hoy los dos mejores centrales del campeonato, ni tampoco para un De Sanctis tan seguro como de costumbre las pocas veces que le pusieron a prueba.

No fue hasta los últimos 20 minutos cuando la Roma se empeñó en tomarse las cosas un poco más en serio y lanzarse decididamente a por el partido. Se lo pudo permitir gracias a las sustituciones, particularmente al debut de Bastos, peleón e incisivo, en lugar de un preocupantemente pasivo Florenzi. También salió Destro para darle un descanso a Totti, aunque quizás demasiado tarde como para poder tener influencia en el juego. La Lazio, que se dejó un cambio sin hacer, intentó revolucionar el encuentro en el descanso, reemplazando a Keita por Mauri, pero ninguno de los dos aportó absolutamente nada.

El 0-0 con el que acabó el partido no satisface a nadie, valga el tópico, pero enfada un poco más a la Roma, el bando que tuvo más posibilidades de alzarse con el triunfo. Los giallorossi se marcharon con la sensación de haber dejado vivo a su eterno rival; así lo reflejó la actitud de Strootman, amonestado por protestar que, a su juicio, el pitido final llegó en mal momento, en mitad de una jugada de ataque que, probablemente, habría sido tan estéril como todas las anteriores. En términos clasificatorios, sin embargo, sale más perjudicada la Lazio, que sumando un solo punto no consigue gran cosa en su lucha por alcanzar puestos europeos. La Roma ya tiene más que asumido que la Juventus es inalcanzable y que la segunda plaza lleva su nombre.

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