El Inter y el Cagliari  ofrecieron un completo despropósito futbolístico. El Inter buscaba, en su persecución por la Champions, conquistar su tercera victoria consecutiva y el Cagliari dar la sorpresa y sumar tres puntos para reacomodarse en la zona tranquila de la clasificación. Pero ni uno ni otro cumplieron su objetivo. No fue por falta de empeño o actitud, pero lo único que consiguieron fue ofrecer un soporífero partido y un reparto de puntos que no sirve de gran cosa a ninguno de los dos contrincantes.

La alineación de López, en parte por obligación, en parte por decisión propia, fue realmente circunstancial. El medio del campo sardo parecía haber asimilado de manera más que competente la marcha de Nainggolan, pero arrebatar también a Conti y mandar a Dessena al lateral derecho fue, quizás, demasiado. Sumando a esto la presencia de Sau en el banquillo el juego sardo se resintió, como no podía ser de otra manera, y su fiabilidad en la contención y la creación perdió muchos enteros desde el momento en el que el equipo saltó al campo. En cambio la alineación de Mazzarri, a parte de la obligada ausencia de Hernanes, no se vio condicionada y se calcó a la de las dos victorias precedentes.

López había avisado antes del partido con un Cagliari al ataque ya que, según sus palabra, salir a defenderse sería como salir a perder. Y si bien sin acierto, la amenaza fue cumplida. El Cagliari no se encerró en casa del grande y buscaba la puerta de Samir en cada balón del que disponían, con velocidad y verticalidad… pero sin ninguna precisión, o sea… con Ibarbo. El primer gol del partido, y el único tiro peligroso en toda la primera parte, vino de penalti. Precedido de un error absurdo, si bien involuntario, de Juan Jesús, que golpeó con la mano un pase en profundidad para Ibarbo. Penalti claro que Pinilla transformó con gran seguridad. Imposible para Handanovic.

Se había ya escapado todo el primer tiempo y ninguno de los equipos había dejado ni el más pequeño de los detalles que un aficionado al fútbol pudiera llevarse a la boca… y la cosa no cambiaría lo más mínimo en el segundo. Salvo por el gol interista, claro está. Ibarbo y Pinilla continuaron persiguiendo balones imposibles, ya que no se creaba ningún tipo de juego, mientras Avramov salteaba alguna buena parada con una inseguridad aérea que convertía cada balón colgado, bien o mal, vertical u horizontal en una alerta roja y pónganse a temblar.

Y por arriba llegó el gol del empate. Centro de Nagatomo que tocó Maurito y remató Rolando. Un gol que puso cierta justicia en el marcador, ya que ninguno de los dos contendientes estaba haciendo gran cosa para ganar el encuentro, ni para ser premiados con los tres puntos… o con puntos a secas.

Con los cambios y el paso de los minutos el Inter se sintió más seguro. Influyó que para el Inter entró Icardi, que le cambió la cara a su equipo y encontró un larguero al aprovechar la enésima caza de las mariposas de Avramov. Mientras que para el Cagliari entró Eriksson, al que, visto lo visto, cabría preguntarle si le explicaron en que posición jugaba… y a que deporte. Seguramente también influyó que el tiempo se escapaba y el Cagliari empezaba a conformarse con las tablas. Un punto en casa del Inter nunca es nada desdeñable.  Y así terminó el encuentro. El Cagliari empieza a ser ese equipo que siempre parece que va a ganar pero al final no. Al final un punto para cada uno y fútbol para nadie.

Fotos: Cagliari Calcio | Gazzeta dello Sport

VAVEL Logo
Sobre el autor