Partido vital para las aspiraciones de ambos equipos, jugándose buena parte de la temporada en esta primera final de las tres que les restaban. El conjunto veronés empezaba el partido a dos puntos de los puestos de descenso, sabiendo que si bien su próximo partido será en tierras sardas contra el Cagliari que ya no se juega nada, el último es contra el Inter en casa, con el conjunto nerazzurro jugándose entrar en Europa. Precisamente en esa lucha está inmerso el conjunto de Turín, que apura sus opciones de recortar puntos y jugar la próxima campaña la Europa League, opciones intactas gracias a una gran racha de cinco partidos sin perder, cuatro ganados, algo impensable cuando entre febrero y marzo encadenó cinco derrotas en seis partidos. Con todo esto, ninguno de los dos equipos podía perder, puede que el empate le valiera al Chievo, pero de nada al Torino.

Desde el minuto uno quedó claro que la posesión de la pelota tenía tintes granates sin que al equipo local le importase otra cosa que no fuera el repliegue, jugando con cinco defensas y todos los jugadores esperando al rival en campo propio. Ante esta superpoblación defensiva, el Torino se sintió espeso, sin poder atravesar las líneas rivales tan bien colocadas, faltándole juego entre líneas de más jugadores, ya que El Kaddauri, Cerci e Immobile parecían solos en esa contienda.

La posesión, sin ocasiones claras y dos disparos desde lejos de Radovanovic que se marcharon fuera por poco en los primeros minutos, trajo consigo la nube del debate de moda en el fútbol actual: la utilidad de la posesión. El Torino tocaba y tocaba en su línea defensiva hasta que encontraba (o no) un hueco por el que penetrar, siempre producidos por los mismos tres, pero sin ocasiones claras hasta bien entrado el partido. Antes, jugadas individuales por parte de sus grandes atacantes. El Kaddauri, muy activo por banda izquierda, pero si tiro desde fuera del área se va fuera. También lo intentó Cerci, por banda derecha, a pierna cambiada, se marchó de dos jugadores y tiró también desde lejos, sin problemas para Agazzi.

(Foto: Goal).

El Chievo empezó a despertar después de diez minutos sin saber que en este deporte también se puede atacar, y lo hacía con balones colgados desde lejos y en ocasiones a balón parado. En un saque de esquina favorable, la defensa visitante despejó la pelota y la cogió El Kaddauri, que recorrió 60 metros de contragolpe conduciendo el balón, con un gran cambio de ritmo para dejar atrás a los últimos defensas, pero no se llega al área con las mismas ideas tras recorrer tanta distancia, y teniendo opción de pase mortal, decidió tirar casi sin fuerza. Gran carrera mal definida.

El mejor jugador del Chievo fue sin duda el carrilero zurdo Dramé. El senegalés demostró su potencia física, buena zurda para los centros, y un buen rigor defensivo, incluso Cerci pocas veces pudo irse de él y dejó de frecuentar esa zona. El único jugador que parecía por encima del nivel del equipo. En la segunda mitad del primer tiempo fue cuando el conjunto de Giampero Ventura disfrutó de las mejores ocasiones. Immobile desbordó por el lateral del área izquierda y su centro pasado al segundo palo encontró la volea alta de Kurtic, que empezó a ser peligroso a medida que El Kaddauri fue perdiendo fuelle y desapareciendo.

Otra oportunidad en un saque de esquina en el que Agazzi falló en la salida (no sería la primera vez) y el rechace le cayó en el punto de penalti a Vives, que incomprensiblemente mandó el balón a los focos del estadio. En otra pelota colgada al área, de nuevo Agazzi salió como si no fuera portero, chocó con su propio defensa dejando el cuero muerto para que Immobile lo empujara a la red. El árbitro anuló el gol ante la incredulidad del delantero turinés. Y no iba a quedar ahí la mala actuación del árbitro, ya que un minuto después, Kurtic centró al área y el balón tocó claramente en la mano de un defensa del Chievo sin que el colegiado decidiera ninguna infracción.

La pareja Cerci-Immobile no conectó como nos tiene acostumbrados. En toda la primera parte sólo una vez conectaron, y a punto estuvo de ser gol. Cerci se volcó por el centro del ataque y encontró el desmarque a la espalda de la defensa de Immobile, cuyo control fue fabuloso, pero que tardó en rematar cuando el portero estaba vendido y un defensa veronés le rebañó la ocasión cuando parecía hecho. Un Ciro Immobile que está a muy pocos minutos de hacer historia en el Torino, ya que un jugador de este equipo no era pichichi de la Serie A desde el mítico Graziani en el año 1976, que fue el máximo goleador de la competición en lo que fue el primer y único título del Toro después de la tragedia de Superga, cuando murieron 18 jugadores del equipo, más directivos y periodistas, en un fatídico accidente de avión, aquel 4 de mayo de 1949, justo hace 65 años, lo que significó el fin del "Il Grande Torino", tras ganar 5 títulos consecutivos, siendo la base de la selección Italiana. El equipo se convirtió en leyenda y el club en inmortal.

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La primera parte acabó con un tiro de Paloschi que rozó el palo de la portería de Padelli, única aproximación de los locales en los últimos veinte minutos. En la reanudación del partido, se notó un cambio de actitud en el Torino, con una presión mucho más intensa y una mayor proyección en ataque. Kurtic siguió enchufado y suyas fueron las primeras ocasiones, con dos buenos tiros desde el borde del área que Agazzi desvió como pudo. El centro del campo seguía sin aparecer demasiado, pero los de arriba con su calidad y presión cambiaron la cara del encuentro. El Chievo no podía salir. El equipo estaba dispuesto a marcar el gol para seguir luchando por conseguir algo que no sucede desde la temporada 91-92: pasear ese histórico escudo por Europa. Y Kurtic estaba dispuesto a ser clave. Tras uno de los tantos despejes a córner de la defensa veronesa, Cerci colgó el balón fuerte a la corta, y el eslovaco tocó de tacón hacia atrás con tanta suerte que llegó a golpear en la cabeza del defensa Sardo, introduciéndolo en su propia portería. Gol importantísimo que obligaba al Chievo a atacar y buscar al menos el empate.

Pero no fue capaz. El conjunto de Eugenio Corini no tenía la capacidad de crear fútbol, y su rival no le permitía atacar de otra forma con una gran presión y contundencia en los balones en largo. Cualquier opción se esfumó cuando en el minuto 65, Pellisier, que llevaba 5 minutos en el campo, de 35 años, capitán del equipo, recibió dos amarillas en la misma protesta al árbitro y dejó a su equipo con uno menos con lo que llovía. Imperdonable error para un jugador tan veterano en unas circunstancias que pueden ser fatales, con su equipo en plena lucha por no jugar en Serie B la temporada que viene.

El Chievo se vino totalmente abajo, aunque tomó una decisión inteligente, la de no encajar más goles pensando en que la diferencia de goles puede ser clave al final y puede condenarte o salvarte. Esa mezcla de los locales sin poder atacar y sin ya querer hacerlo y los visitantes que se conformaban con un gol que les valía los tres puntos y debían dosificar fuerzas, hizo que la recta final del partido fuera totalmente innecesaria. Sólo quedaba esperar si Immobile conseguía un gol con el que aumentar la distancia en la tabla de goleadores, y pudo hacerlo, en un mano a mano en el que decidió dejarle la pelota a Meggiorini para que la empujase, pero éste la estrelló contra el portero, siendo más demérito del atacante que acierto del arquero.

(Foto. Eurosport).

Así se llegó al final, quedando el Torino a dos puntos del quinto clasificado, el Inter, a la espera de lo que ocurra en el derby de la Madonnina. Le falta recibir al Parma y visitar Florencia. Mientras, el Chievo Verona sigue dos puntos por encima del descenso, que lo marca Sassuolo con un partido menos.