¿O quizás no? ¿Acaso, catorce años después, sea el momento de plantar un "4" en el scudetto que muestran los aficionados en la grada, luciendo con orgullo el número de ligas ganadas por el club a lo largo de su historia? El 3 actual, las cosechas de 2001, 1983 y 1942, se hace escaso para una entidad que quiere presumir de grande, pero que en los últimos años siempre se las apaña para encontrar una piedra en su camino. Antes fue el Inter de Mancini y Mourinho, luego la Juve de Conte, cuando no sus propios conflictos internos. La pasada década giallorossa ha sido una constante lucha contra los elementos, y ya dejó dicho Felipe II que esa batalla está perdida.

Rudi García. Foto: G. Bellini / Getty.

Podría ser peor. Podría haber sólo dos títulos, como los que ostenta la Lazio, el nunca suficientemente odiado enemigo íntimo. Pero el pueblo romano tiene demasiado orgullo como para conformarse con tan poco. Y menos ahora, que con los yanquis en los despachos y Monsieur García a los mandos, parece que la cosa funciona. La referencia quizá sería el Atlético de Madrid, que prolongó su agonía casi dos décadas para llevarse este mismo verano el alegrón más sorprendente que se recuerda. Sí, vale, el artífice es Simeone, un ex laziale. Pecado venial que sin duda su compatriota Bergoglio podrá expiar. Si uno quiere ser obispo de la Urbe, ha de asumir ciertas responsabilidades.

Por falta de fe no va a ser. El problema es que el diablo, en Italia, viste de blanco y negro, y el exorcismo es una tarea para la que, de momento, nadie se ha mostrado capacitado. Tres años seguidos lleva el título yéndose para Turín, y no tiene pinta de que la Vieja Señora tenga intención alguna de soltarlo. Pero es la única esperanza a la que aferrarse. El año es muy largo, da tiempo a muchos pinchazos, y si el Atleti superó a los dos mayores colosos del planeta fútbol, ¿por qué no iba a poder la Loba soltarle una dentellada a un gigante que, en el fondo, ahora que ha cambiado de jefe, a lo mejor tiene los pies de barro?

Año 1 después de Benatia

Desde luego, si hay alguien capaz de afrontar la misión de destronar al tricampeón, a día de hoy esa es la Roma. Para empezar (y esto es de capital importancia hablando del club de Trigoria), hay algo parecido a estabilidad. Está claro quién manda, y nadie osa discutir el poder de Rudi García, un andaluz de Nemours que ha sido capaz de implantar la alegría de sus ancestros con el rigor y la eficacia norteña. Tampoco hay jaleos extradeportivos: se sabe con certeza qué empresa va a fabricar las camisetas, nadie amenaza con retirar el himno oficial, no hay más polémicas con el escudo. Esos asuntos escabrosos parecen turbias leyendas del pasado que se remontan tan lejos como el verano de... 2013.

Habrá que ver si los 13 millones pagados por Manolas son buen negocioEl club, además, ha hecho un gran esfuerzo por retener a sus figuras. García, si quiere, puede repetir el once inicial habitual del año pasado, que tan buen resultado le dio. Con una sola excepción potencialmente traumática: el central Mehdi Benatia acaba de fichar por el Bayern de Múnich. Es innegable el buen criterio de Guardiola, pero también es evidente la faena que le han hecho a una Roma que se queda sin la pieza más importante de la retaguardia. El marroquí sólo ha estado un año en la capital, suficiente para marcar la diferencia: se convirtió en uno de los ídolos de la grada, hizo parecer bueno a Castán, ganó peso en el vestuario como para llegar a llevar el brazalete de capitán en ausencia de las vacas sagradas, marcó goles importantes, y, sobre todo, exprimió al máximo su contundencia y su capacidad táctica para convertir el coladero que fue la zaga en tiempos de Luis Enrique, Zeman y Andreazzoli, en la defensa más solvente de Italia. Si fuera católico en vez de musulmán, más de uno en la Curva Sud estaría pidiendo su canonización.

En su lugar ha llegado un par de refuerzos que, aunque no sean lo mismo, a lo mejor bastan para cubrir su ausencia. De Cagliari viene Davide Astori, un hombre que, jugando de defensa en un equipo menor, de esos que tienen problemas para mantenerse en la categoría, ha logrado entrar en varias convocatorias de la Nazionale, que no es poca cosa. De más lejos, del Pireo, procede Kostas Manolas, jovenzuelo griego que, a sus 23 años, ya acumula más de un centenar de partidos en la liga de su país y es fijo en la selección, aunque más allá de la Hélade tenga poco cartel. Habrá que ver si los trece millones (más variables) pagados por él son buen negocio.

Sobredosis de mediocentros, escasez de nueves

Por lo demás, parafraseando a Enrique Cerezo, la situación es "igual o mejor". La posición que más dudas planteó la temporada pasada, la del lateral izquierdo, queda cubierta con no uno, sino hasta dos refuerzos. Por un año ha firmado Urby Emanuelson, el ex del Milan, que aspira a ganarse "en el campo" la renovación por más temporadas; la experiencia invita a ser, cuanto menos, cauteloso. Dos temporadas estará un muchachito joven, prometedor, con mucho futuro por delante: un tal Ashley Cole, que al juntarse con Maicon viene a confirmar la apuesta por un proyecto defensivo a largo plazo. Como plan C queda Balzaretti, posiblemente el hombre que más nivel tenga de los tres... si es que alguna vez llega a recuperarse de sus múltiples lesiones.

El otro gran problema se heredará del año pasado: la falta de golGarcía podrá contar también con un centro del campo muy fortalecido, aunque es de temer que se trate de un arma de doble filo. Asumiendo como innegociable el esquema táctico 4-3-3, hay demasiados gallos para tan poco corral. Está De Rossi, que parece fijo no ya por su calidad (que la tiene), sino por su condición de icono. Está Pjanic, que lleva tres años dando exhibiciones de esas que dejan boquiabierto. Está Nainggolan, que llegó en navidades y cumplió de forma más que notable. Está Strootman, que hasta que se destrozó la rodilla en marzo alternaba actuaciones sobresalientes con matrículas de honor. Ha llegado Keita, un tipo con currículum envidiable y todavía mucho que ofrecer. Han llegado el turco Uçan y el argentino Paredes, de los que hablan maravillas. Da para dos equipos completos, más lo que se suba de la cantera. Mucha mano izquierda deberá tener García para evitar broncas de los que menos participen.

El otro gran problema se heredará del curso pasado: la falta de gol. El frente de ataque carece de un delantero centro "puro", de un hombre que garantice una veintena de goles por temporada. Con Borriello acabado (salvo sorpresa mayúscula), lo más parecido que hay es Destro, que tiene las condiciones pero le falta amueblar de una vez por todas una cabeza que, hasta ahora, a sus 22 primaveras, no le ha dado más que disgustos. Totti, faro y guía espiritual del romanismo, ya ha cumplido los 38; pedirle una nueva Bota de Oro es excesivo. El recién llegado Iturbe, que es muy bueno, más parece un hombre de último pase que de remate definitivo. Gervinho seguirá regateando a todo lo que se mueva, sea necesario o no, y justificándose con su garra y entrega para fallar cinco ocasiones claras antes de cada tanto. Y Florenzi, ese hombre orquesta, juega en todas partes y en todas partes da juego, pero de momento no se le puede considerar un ariete. A Ljajic se le cuenta casi por vergüenza, ya que su rendimiento, hasta la fecha, está decepcionando.

La Loba quiere irse de copas

Con estos mimbres, más el incombustible De Sanctis bajo palos, el objetivo de la temporada parece claro: ganar algo. Si puede ser la Serie A, mejor que mejor. Se sabe que la Juventus sigue por encima, aunque también se tiene el convencimiento de que todos los demás están por debajo y, además, se intuyen debilidades allá al norte. Es ahora o nunca. Es imposible, los 102 puntos son un muro demasiado alto de escalar, pero por eso mismo es necesario dar, de una vez, el gran salto de calidad.

Por lo demás, en Coppa Italia se aspira, de una vez por todas, a lograr el décimo trofeo que permita ostentar, por fin, la ansiada Estrella de Plata. En 2013 se perdió de la forma más dolorosa, en un derbi, y en 2014, cuando se tenía la final a tiro, se cayó inexplicablemente contra el Nápoles. Este año no hay excusa que valga: si la plantilla se lo toma en serio, a partido único, o incluso a doble, no debería haber nadie en Italia capaz de superarla.

Otro discurso completamente distinto es la Champions League, que se interpreta única y exclusivamente como un premio por el buen trabajo del año pasado. Donde se llegue, bien llegado estará, y más teniendo en cuenta que se parte desde el cuarto bombo y que el sorteo de la fase de grupos puede ser durísimo. De nuevo toca apelar al Atlético de Madrid, que con discurso parecido el año pasado se plantó en la final y fue campeón hasta el minuto 93, aunque imitar esa hazaña sí que parece descabellado. A la hinchada le bastará con un poco de espectáculo, que no se haga el ridículo y que se pongan las bases para participar con más frecuencia en las próximas temporadas.

Plantilla y posible alineación habitual

Porteros:

1 Bogdan Lobont (RUM)
26 Morgan De Sanctis
28 Lukasz Skorupski (POL)

Defensas:

3 Ashley Cole (ING)
5 Leandro Castán (BRA)
11 Alessio Romagnoli
13 Maicon (BRA)
23 Davide Astori
35 Vasilis Torosidis (GRE)
42 Federico Balzaretti
82 Urby Emanuelson (NED)
-- Kostas Manolas (GRE)

Centrocampistas

4 Radja Nainggolan (BEL)
6 Kevin Strootman (NED)
15 Miralem Pjanic (BIH)
16 Daniele De Rossi
20 Seydou Keita (MAL)
32 Leandro Paredes (ARG)
48 Salih Uçan (TUR)

Delanteros

7 Juan Iturbe (ARG)
8 Adem Ljajic (SRB)
9 Marco Borriello
10 Francesco Totti
22 Mattia Destro
27 Gervinho (CIV)
96 Antonio Sanabria (PAR)

Entrenador: Rudi García (FRA)