Lo peor del asunto, dirán los romanistas viejos, es que hay precedentes. Lo mejor, que Totti y De Rossi ya estuvieron allí y fueron capaces de superarlo. Fue allá por 2007, pero no a finales, sino en primavera. Eran otros tiempos, con la Juventus en la B y el Inter iniciando su efímera tiranía. Y, dentro de lo humillante, lo fue un poco menos, ya que al menos las pistas de atletismo del Olímpico no tuvieron que ver aquel 7-1 que infligió el Manchester United en unos cuartos de final.

Esta plantilla raramente pasaría de Europa Legua en una liga más competitivaA día de hoy, es complicado siquiera imaginar que no ya la Roma, sino cualquier equipo italiano llegue hasta una ronda tan avanzada. En el país que antaño dominaba con mano de hierro el fútbol continental, ahora que las plazas para la Liga de Campeones casi las regalan, sólo dos equipos tienen acceso directo a la fase de grupos, y un tercero ha de comerse unas eliminatorias para las que, si es que las pasa, ha de sudar tinta. Aquel Inter de 2010 fue el último en levantar la Orejona con un tricolore en el pecho. 

No parece mucho tiempo, pero mirando las cosas con un poco más de perspectiva, el panorama es desolador. El equipo de Mourinho es el único italiano no ya que ha ganado, sino que ha llegado a la final desde el lejano 2007. Casi una década de paulatino e incesante hundimiento, en la que ni siquiera pasar de la fase de grupos está garantizado por el nombre. Con dos agravantes: ninguno de los jugadores que participaron en la final del Bernabéu por el bando de la Beneamata era de nacionalidad italiana, con la honrosa excepción de Materazzi que salió para perder tiempo en el minuto 92. Y ninguno de aquella notable constelación de extranjeros, que incluía nombres como Eto'o, Sneijder o Milito, permanecen aún en el club.

Italia ya no es lo que era

El caso del Inter es una muestra evidente de la incapacidad actual del fútbol italiano para retener el talento. Volviendo a la Roma, que en el fondo es lo que nos ocupa, la alineación de este martes es una muestra evidente. La gran estrella, rutilante, irrepetible, inigualable, es Francesco Totti, un genio del fútbol, sin duda uno de los olvidados más injustos en el Balón de Oro... pero con 38 años ya cumplidos, con todo lo que eso significa. Otros muchos titulares habituales, como Maicon, Cole, Keita, De Sanctis o De Rossi, superan holgadamente la treintena y, salvo en el caso del Capitan Futuro, han acabado de giallorosso después de salir rebotados de campeonatos hoy por hoy superiores. Los más jóvenes, como Gervinho o la colonia griega, tampoco han sido nunca precisamente superestrellas. Son muy pocos los hombres que, a día de hoy, podrían tener sitio en, sin ir más lejos, la plantilla del Bayern de Múnich. Uno de ellos era Benatia, que, casualmente, miren dónde ha acabado.

Lo más triste de la situación es que con esta plantilla, que raramente pasaría de los puestos de Europa League en una liga más competitiva, a la Loba le basta y le sobra para situarse varios escalones por encima de cualquier otro rival dentro de su propio país, con la notable y dolorosa excepción de la Juventus. Obviando el muy controvertido partido de Turín, la escuadra de la capital se ha impuesto en absolutamente todos sus compromisos ligueros, en muchos casos con incontestable autoridad. Y no es una situación nueva: la temporada pasada, tras ganar del tirón en las 10 primeras jornadas, acabó segunda pero con 85 puntos, que habrían sido bastantes más de no haberse dejado ir en los tres últimos partidos, contados por derrotas.

Siempre hay esperanza

Hasta ahí, lo malo, que no es poco. Pero el lector romanista tampoco tiene por qué suicidarse todavía. Hay que tener en cuenta que enfrente no estaba un cualquiera. Era todo un Bayern de Múnich. Es la base de la selección alemana que acaba de proclamarse campeona del mundo clavándole un idéntico 1-7 ni más ni menos que a Brasil. Del equipo que ha ganado las dos últimas Bundesligas con insultante holgura, que tiene cinco Copas de Europa en su palmarés (la última hace dos años) y que, la temporada pasada, se plantó en semifinales. En definitiva, de uno de los equipos con mayor poderío económico del continente, que puede permitirse el lujo de llevarse a cualquier Lewandowski que brille un poco.

La debacle de este martes puede considerarse un accidenteAdemás, que en el fondo la cosa no está tan mal. Esta Roma que se ha llevado tan brutal goleada es la misma que, a su vez, le metió cinco al CSKA de Moscú. Y que consiguió rascar un empate de un campo tan complicado como el del Manchester City. De hecho, pese a todo la diferencia de goles sólo es negativa por dos tantos. Y los cuatro puntos sumados hasta la fecha permiten a los chicos de Monsieur García mantenerse en el segundo puesto del grupo con la mitad de los partidos disputados. La bofetada que supone un marcador tan contundente es dolorosa, pero el calcio está lleno de sparrings con los que recuperar la confianza.

Esta debacle, porque lo es, no hay que negarlo, puede considerarse un accidente. En condiciones normales, por muy bávaro que sea el visitante, los de la capital no son tan inferiores como para perder por un marcador tan abultado. Es, simplemente, un mal día, como puede tener cualquier otro equipo. También el glorioso Atlético de Madrid campeón de España del año pasado salió derrotado de Almería o del campo del Levante. Y mejor que ese mal día sea contra un rival que de por sí es mejor, al que es poco probable meter mano incluso si la actuación hubiera sido brillante, que sufrirlo contra un oponente asequible. La Loba está herida, pero aún no la han cazado.

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Sobre el autor
Luis Tejo Machuca
Mi mamá me enseñó a leer y escribir; a cambio yo le di mi título de Comunicación Audiovisual de la URJC para que lo colgara en el salón, que dice que queda bonito. Redactor todoterreno, tirando un poco más para lo lo futbolero, sobre todo de Italia y alrededores. Locutor de radio (y de lo que caiga) y hasta fotógrafo en los ratos libres. Menottista, pero moderado, porque como dijo Biagini, las finales no se merecen. Se ganan.