Son dos imágenes en una. Mientras Roger Federer celebra su séptimo título en Wimbledon y su regreso al número uno del mundo, un hombre se afana en pulsar el estado de la hierba de la Central del grande británico. Lo hace a espaldas del mundo, examinando cada hebra con mimo maternal. Ese hombre, Neil Stubley, el jardinero y jefe de pistas del All England Tennis Club (AETC), se mueve como si todo estuviera bajo control. Por eso, horas después de concluir el torneo hace ya dos semanas supervisó la sustitución de las partes maltrechas por una moqueta resembrada de antemano con semillas de Yorkshire. Y todo con el reloj en la mano. Apenas hay 20 días entre las fotografías con la gloria de Federer y la cita olímpica. Pocos a priori, aunque suficientes tras las pruebas de los últimos años. Pero toda esta ecuación orquestada al milímetro está comprometida por una variable descuidada: la hierba necesita como mínimo dos semanas de sol para asentarse. Y estamos ante uno de los meses de julio más húmedos en Londres que se recuerdan, el que más desde 1945. Preocupante.

"Estaba todo calculado", explica en el diario AS John Dolan, responsable del torneo olímpico. "Íbamos dentro de agenda, pero pocos contaban con que nos íbamos a enfrentar con el que posiblemente ha sido el mes de julio más húmedo desde el final de la II Guerra Mundial. La hierba necesita sol, no lo hemos tenido y se puede estar preocupado por lo que pueda pasar con las pistas durante los Juegos", continúa. Lo dice mientras recorre de palmo a palmo cada una de las 10 pistas que pisarán los tenistas desde el próximo sábado día 28. Algunos de ellos, como Novak Djokovic y María Sharapova, dos de los pocos que pueden ejercitarse en estas mismas instalaciones al ser dos ex campeones de Wimbledon, han comprobado en las últimas horas cómo los operarios desmantelaban sin miedo por primera vez en lo que va de mes las lonas que cubrían las pistas. Y es que, por fín, no hay previsión de lluvias en los próximos días.
 
Así, aún pendiente del cronómetro, Stubley y su equipo de 28 operarios se arrodillan para graduar el estado del césped. Está tierno, y existe el riesgo de que se levante en alguno de los entrenamientos oficiales que arrancan ya esta semana. "El verano de 2011 fue excepcionalmente frío y eso nos permitió experimentar con el clima", concluye. Entonces, este ensayo arrojó resultados "satisfactorios". Hoy, en cambio, con un profundo retraso en el asentamiento de la hierba, todo son prisas. Y dudas.