Son pasos hacia lo inevitable. La mayoría inseguros. Otros, en cambio, cargados de ilusión. En Wimbledon, en un escenario legendario, Nicolás Almagro aparece con la duda grabada en su frente. Tiene su hombro derecho listo para el desguace. Pero está en cuartos de final, a un partido de luchar por el podio en unos Juegos. De ahí que lo calme con antiflamatorios (Volarén) y masajes con calor. O que le anime con los miles de mensajes de apoyo que ha recibido en las últimas horas en las redes sociales. Suya es la responsabilidad de cargar con una herencia histórica. España ha encadenado medallas (11) desde que el tenis volviera al programa olímpico en Seúl 1988. Aunque al final la realidad se impone al deseo. Sin fuego en su raqueta, se rinde (6-4 y 6-1) ante el escocés Andy Murray en apenas 59 minutos de juego. Pero lo hace de pie, digno pese a tratarse de una aventura quimérica.

Pues todo estaba en contra de Almagro. Compite lastrado por una tendinitis que le acompaña desde Roland garros, allá por mayo. Sin apoyo desde la grada y ante un rival con lustre, finalista aquí hace unas semanas (cayó ante Roger Federer). Sólo quedaba la carta del juego directo, del martillo y el palo. Así sobrevivió lo justo (2-2) como para darse cuenta de las dificultades de la batalla. Únicamente vence el 23% de sus encuentros ante jugadores del ‘Top-Ten’. Y sólo una de esas 13 victorias la alcanzó lejos del refugio de la tierra, de su hábitat natural. Con este historial grabado en sangre, poco a poco va cediendo terreno (2-4), incluso llega hasta el punto de no esconder sus miserias, llevándose la mano al hombro en cada intercambio.

“¿Qué hago? No puedo hacer nada”, se le oye mientras dirige su frustración a su banquillo, donde descansan Álex Corretja, capitán de la Copa Davis, y Albert Costa, el director deportivo de la Federación Españolad de Tenis (RFET). A partir de aquí, Almagro se rindió a su causa. Sin propuestas ni respuestas. Y Murray, en modo entrenamiento, rozó la excelencia con algún que otro servicio perfecto, decidido con cuatro ‘aces (hasta 15 computó). Rompió de inicio en la segunda manga (0-2) y siguió con su juego de bambalinas, inigualable en la red y en el contragolpe. Consciente de que todo un país le exige una medalla de oro aún inédita en el orgullo británico (sólo cuentan con las platas de Charles Dixon, en Estocolmo 1912, y de Neil Broad y Tim Henman en dobles en Atlanta 1996). Para ello deberá vencer antes al ganador del duelo entre Novak Djokovic y Jo-Wilfried Tsonga.

De este modo, con el diploma olímpico en el raquetero de Almagro, España baraja una sola opción en la recámara. David Ferrer y Feliciano López todavía sigus en la modalidad de dobles. Están en cuartos de final (se miden en estos momentos a los croatas Ivan Dodig y Marin Cilic), a una victoria de la lucha por los metales. Sólo ellos pueden mantener la impecable marcha de la ‘Armada’ en el historial olímpico. No teman. Aún hay tiempo para seguir soñando.

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Sobre el autor
Adrián Peinado
Una alternativa al Periodismo de bar que colman la mayoría de los medios de comunicación de este país. Licenciado en Periodismo en la URJC en 2009 y en la agencia Europa Press desde ese año hasta finales de 2010.