El individualismo en la obra de Robert Heinlein

Y es que a Robert A. Heinlein (1907-1988) se le han achacado muchas falsas ideologías progresistas, en muchos casos para tapar la evidencia de que un escritor, para muchos claramente fascista, fuera galardonado y adorado por multitud de lectores en todo el mundo. Algunas de estas doctrinas son de un irrisorio increíble, pues considerar pacifista a una persona que ensalza la misión del ejercito, aunque lo utilice como representación alegórica del comunismo, no deja de ser, cuando menos, absurdo. Ya fuera porque sus lectores más progresistas quisieran ver en su obra una apología de la paz o porque a los más “macartistas” les ayudaba a justificar aquello de combatir el fuego con fuego, lo cierto es que “Las brigadas del espacio” (Starship Troopers) refuerzan esa idea de que el ejército es un mal necesario para combatir a ese otro mal de su época que para muchos era el comunismo.

Bien conocía Heinlein la vida militar, pues se graduó como ingeniero mecánico en la Academia Naval de Annapolis en 1929, sirviendo durante los cinco años restantes en la marina norteamericana hasta que fue retirado del servicio activo por motivos médicos a causa de una tuberculosis pulmonar. Intentó enrolarse de nuevo en la Segunda Guerra Mundial, pero sólo consiguió ser aceptado como ingeniero civil en la Naval AirExperimental Station. Su hermano Lawrence también estuvo en la Armada y en las fuerzas aéreas, teniendo en cuenta estos antecedentes no se puede comprender que algunos sigan considerándolo un pacifista.

“...La violencia, la fuerza bruta, han resuelto más situaciones en la historia que cualquier otro medio..."

Robert Heinlein se caracterizaba por describir muy habilidosa y concienzudamente ámbitos sociales, políticos y científicos y por crear personajes exquisitamente definidos. Lo de la política no era de extrañar, pues también había tenido su breve incursión en la cosa pública. Expresaba con mucha fuerza sus pensamientos en sus novelas. En la sociedad que plasma en “Las brigadas del espacio” solo aquellos que han cumplido su deber militar tienen derecho al voto y son ciudadanos de pleno derecho ¿es esa una idea del pacifismo? Claramente no. Es más, frases como “...La violencia, la fuerza bruta, han resuelto más situaciones en la historia que cualquier otro medio, y toda opinión contraria es, simplemente, la peor versión de confundir los deseos con la realidad. Quienes han olvidado esa verdad básica siempre lo han pagado con la vida y la libertad...”,  no dejan lugar a ninguna discusión al respecto. Tampoco se puede dudar de que el protagonista de esta historia no deja de ser el alter ego del propio Heinlein. Un joven que se enrola y descubre que el ejercito le dice aquello para lo que está o no capacitado, algo que podría estar directamente relacionado con el rechazo que el autor sufrió en dos ocasiones de poder continuar con su carrera militar. Aquí es donde aflora el individualismo de Robert Heinlein, explicando con pelos y señales que en el ejército cada uno tiene su sitio y es ubicado en aquel lugar para el que se le considera más capacitado, no para el papel que el propio individuo quiere desempeñar. Está claro que éste escritor nunca aceptó de buen grado que su condición médica fuera un impedimento para servir a su país. Creía fervientemente en el “podrás ser lo que quieras ser” porque esa es la base de la cultura americana y es claramente la idea más opuesta al socialismo soviético.

"Esta idea del control de las masas de Heinlein simbolizaba una vez más a la subyugación comunista frente al individualismo"

Pero si “Las brigadas del espacio” fue su obra más polémica, “Amos de títeres” (The Puppet Masters) sea posiblemente su obra más versionada, aunque en ocasiones lo haya sido a través de la de Jack Finney “La invasión de los ladrones de cuerpos”, para muchos un plagio flagrante. Y es que aún a día de hoy se continúan haciendo versiones libres de esta idea del control de las masas de Heinlein que simbolizaba una vez más a la subyugación comunista frente al individualismo. La más reciente es la televisiva “Falling Skies” producida por Steven Spielberg, en la que todo personaje y situación parecen haber salido de alguna de las  historias de este escritor.

En “Amos de títeres” Heinlein lleva más allá el enfrentamiento con la sociedad proteccionista presentando a los poderes legislativo y ejecutivo como unos incompetentes incapaces de luchar contra la sumisión al poder externo. Es simple y directo, no se anda por las ramas. Esa quizá haya sido también la clave del éxito de un autor que fue totalmente sincero, en ocasiones quizá demasiado, al respecto de su filosofía política.

Sin embargo, para muchos de sus lectores progresistas, la reticencia a considerar a Heinlein un ultraderechista ha hecho que hayan interpretado su obra justo al revés de cómo el autor posiblemente la había concebido. Al igual que en “Las brigadas del espacio”, “Forastero en tierra extraña” (Stranger in a strange land) no es ajeno a esa inversión ideológica dependiendo del lector en cuyas manos cae el libro.

En líneas generales, el protagonista de esta historia sucumbe a causa de, entre otras, su idea del amor libre y compartido en comunidad, algo que la iglesia, no está dispuesta a tolerar. Como la mayoría de las historias de su época, el final es de una moralidad aplastante pues el protagonista paga con su vida la consecuencia de ser diferente. Ironía que lleva a muchos a confundir la idea del individualismo de Heinlein con la idea del libertinaje que promueve un personaje que crea una religión basada en la propiedad común ¿a que nos suena esto? La contracultura americana de la época toma éste como uno de sus libros de cabecera, sin embargo, las críticas de su autor iban encaminadas a quienes confundían la libertad del individuo con la impudicia. La clave para entender donde se traza la línea está en que Heinlein se casó en tres ocasiones, pero no perteneció a ninguna comuna sexual. Quizá toda esta confusión sea la que haya convertido esta obra en la más importante de Heinlein y la más compleja en su interpretación.

Pero si hay una historia que la crítica considera por encima de las otras es “La Luna es una cruel amante” (The Moon is a Harsh Mistress) donde plasma una rebelión de colonos lunares frente a la tierra, una transposición de la guerra de independencia americana. Aquí utiliza la expresión “¡Las comidas gratis no existen!” para hacer comprender a sus lectores que siempre que alguien ofrece algo gratis es porque otro lo está pagando. Una manera de reivindicar un estado menos proteccionista para que la fuerza del individuo aflore.

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