El éxito no conlleva a la fama. Esta frase puede resultar paradójica pero es el día a día para el HC Liceo. Aunque este equipo de hockey sobre patines de A Coruña puede proclamar con orgullo ser el club deportivo más laureado de Galicia, juega sus partidos en un casi vacío Palacio de los Deportes. Hace unos años, incluso tuvo que cubrir parte de una grada con una lona publicitaria para no dejarse llevar por la vergüenza de la soledad. Pero aún así sigue luchando ferozmente y ganando titulos. En los medios de comunicación solamente es recordado en sus triunfos, ya que el resto del año tiene una presencia que brilla por su ausencia. Pero, ¿a qué se debe este olvido?

Ha sido un club victorioso desde que cuatro personalidades coruñesas, entre las que se encontraba el actual presidente del Real Club Deportivo, Augusto César Lendoiro, lo fundaran en 1972. En sus primeros años conquistó los títulos de campeón de la Segunda División del campeonato gallego y varios ascensos seguidos hasta alcanzar la máxima categoría del hockey sobre patines español en 1979, la OK Liga, que no abandonó nunca. Pero fue a partir de la década de los 80 cuando se forjó la leyenda. 

En la ciudad de A Coruña existía una auténtica fiebre por el hockey sobre patines. Era una de las actividades extraescolares preferidas por los niños y los partidos del Liceo registraban entradas que llegaban fácilmente a los 10.000 espectadores. Era el deporte rey.  En la temporada 1981-1982 conquistó los primeros de sus 37 títulos oficiales, una copa del Rey y una Copa CERS en su primera participación, un hecho histórico, además de quedar segundo en la liga regular, solamente por detrás del FC Barcelona. Durante los años siguientes se hizo todos los títulos habidos y por haber dentro del hockey sobre patines mundial, pasando a ser una de las mejores escuadras mundiales junto con el FC Barcelona, el Igualada HC y el Porto. Pero estas hazañas no serían posibles sin las figuras de eternos liceístas como Martinazzo, Pujalte o Roldán, que situaron la ciudad en los mapas deportivos. Esta ola de fanatismo sobre patines incluso llevó a que se organizase el Campeonato del Mundo en A Coruña durante 1988, con un más que sobresaliente triple éxito: deportivo, organizativo y económico.

Pero todo lo bueno tiene un final y, con el comienzo de los años 90, empiezó a apaciguarse la luz de la época dorada. Las principales figuras del Liceo emigraron a otros equipos y en las vitrinas los trofeos comenzó a florecer el polvo de la mediocridad, ya que no se consiguía ningún nuevo campeonato. A esta sequía hubo que añadirle el éxito del otro gran equipo de Coruña, el Dépor, que consiguió el ascenso a Primera División. Son los años del Súper Dépor y, en una ciudad tan pequeña como es la herculina, la fuerza del fútbol se siente más que en otras. Las noticias sobre los goles de Bebeto eclipasaban a las victorias liceístas. Los medios de comuniación comenzaron a silenciar los partidos del hockey por la rivalidad entre Dépor, Celta y Compostela. Los aficionados pasaron de llenar el Palacio de los Deportes a acudir en masa a Riazor, a dos pasos casi exactos el uno del otro. La fiebre del deporte pasó de ser verde a blanquiazul en muy poco tiempo. Pero en los corazones de los coruñeses seguía, y sigue, latiendo el sentimiento liceísta. Es difícil de creer pero en Coruña el Liceo sigue siendo algo intocable, como María Pita o la Torre de Hércules. Es uno de los símbolos de la ciudad aunque la gente no lo apoye en el estadio. No hay ninguna mala palabra y los deseos de triunfo y las alegrías por sus victorias son constantes.

El éxito de Dépor y Liceo parece estar unidos de alguna forma mística, ya que cuando uno triunfa el otro fracasa. Es ahora, con la vuelta a la humildad del Deportivo cuando el Liceo vuelve a resurgir de sus cenizas victoriosas para ser uno de los mejores equipos del mundo. Tras ganar la Copa de Europa en Coruña en el 2003, al año siguiente consiguió la Supercopa de Europa, Copa del Rey y Copa Intercontinental y las competiciones europeas fueron un gran plato a degustar por una escuadra que ansía volver a ser quien nunca debió de dejar de ser ya que, a pesar de los ánimos inexistentes de la hinchada y del silencio informativo, el Liceo seguirá siendo durante muchos años el club deportivo más laureado de toda Galicia y una de las mejores escuadras mundiales del hockey sobre patines.