Cuando en 1778 la expedición capitaneada por el insigne explorador y navegante británico James Cook, arribó al archipiélago hawaiano quedaron enormemente sorprendidos por la destreza que poseían los nativos para cabalgar sobre las olas. La singularidad del divertido entretenimiento lúdico les llamó poderosamente la atención, jamás habían visto a hombres surcar el mar de pie con la única ayuda de una tabla a la que llamaban “olo”. Las viejas leyendas orientales de las alfombras voladoras se les vinieron a la cabeza, pues la pericia y el equilibrio que demostraban para  deslizarse sobre las olas y ‘caminar’ sobre las aguas era un espectáculo digno de ver.

El diario de abordo así lo constató referenciando la primera cita histórica debidamente documentada sobre el surf: “Uno de sus entretenimientos más comunes lo realizan en el agua, cuando el mar está crecido, y las olas rompen en la costa. Los hombres, entre 20 y 30, se dirigen mar adentro sorteando las olas; se colocan tumbados sobre una plancha ovalada Primeros surferos aproximadamente de su misma altura y ancho, mantienen sus piernas unidas en lo alto y usan sus brazos para guiar la plancha. Esperan un tiempo hasta que llegan las olas más grandes, entonces todos a la vez reman con sus brazos para permanecer en lo alto de la ola, y esta los impulsa con una velocidad impresionante; el arte consiste en guiar la plancha de manera que se mantengan en la dirección apropiada en lo alto de la ola conforme esta cambia de dirección”.

 Esta divertida actividad fue mermada por el cristianismo, que en 1820 la intentó erradicar al considerarla inmoral por el carácter lúdico de la misma, pero dicha tradición estaba tan arraigada en la cultura hawaiana que logró sobrevivir y salir a flote superando todo tipo de prohibiciones. Aunque la práctica de la misma se mantuvo de forma clandestina y silente durante un siglo, fue en la primera y segunda década del siglo XX cuando las tablas de madera volvieron a cabalgar las olas hawaianas. Tres hombres jugaron un papel destacado en este proceso, los haloes, Jack London, George Freeth  y Alexander Hume Ford, que con su capacidad de integración y rescate de la vieja tradición consiguieron restablecer la práctica deportiva del mismo. En Oahu y en Maui y Kaui en menor medida, los cazadores de olas volvieron a formar parte del paisaje y una cultura hawaiana, que encontró en  la figura de Duke Paoa Kahinu Mokoe Hulikohola Kahanamoku, conocido popularmente como  "Gran Kahuna" o "The Big Kahuna", al inventor del surf moderno y uno de los mayores defensores de la tradición, la conexión del hombre y el mar, la naturaleza lúdica del ser humano y su condición de niño.

Teniendo en cuenta que Kahuna era el título que se daba en Hawái a un sacerdote, experto, maestro o consejero, no erraría demasiado si considerara a Duke Kahanamoku como el sumo sacerdote del surf. Nacido un 24 de agosto de 1890 en Honolulu, hijo de una madre profundamente religiosa y de un padre policía también llamado Duke, fue bautizado con idéntico nombre al de su progenitor en honor al Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, que visitó Hawái al mismo tiempo de su nacimiento.

A los 3 años se trasladó a Kalia, Waikiki, creció junto a 9 hermanos y 31 primos, y el deporte trazó buena parte de su experiencia vital en sus primeros años. Duke jugó en el equipo de fútbol “Kamehameha Soccer Team”, pero se sentía libre junto al mar, donde reflejando su personalidad sobre aguas cristalinas y alimentado por la brisa cazó la gran ola de su sueño sobre un trozo de madera.  Se puede asegurar que la Universidad vital de Duke no fueron las calles de su barrio, sino las arenas blancas, la espuma de las olas y el mar de Wakikique su playa favorita. Situada en la costa sur de la Isla Oahu, sus arenas fueron testigo del resurgir del he’e nalu o surf, actividad milenaria en la Polinesia que entró en decadencia en el siglo XIX en Hawái, cuando se convirtió en una afición clandestina, ya que los misioneros calvinistas lo habían prohibido por alterar la moralidad cristiana.

Duke era el hombre pez de Waikiki, “Fuera del agua no soy nada” solía comentar, todo deporte relacionado con el agua se le daba excepcionalmente bien. Era un consumado nadador,  buen waterpolista, gran remador de canoas, el mejor socorrista de la zona, pero en lo que verdaderamente era un genio era haciendo surf, cabalgando con una “olo” sobre el mar. Se convirtió en héroe hawaiano, orgullo de las Islas, pues además de ser un genio sobre una tabla era el nadador más rápido del mundo. En 1911 se había trasladado a EEUU para ingresar en el Olympic Club de natación, dirigido por Dick Cavill, que impresionado al ver cómo se deslizaba por el agua designó el citado estilo como ‘crawl’. Kahanamoku arrasó en los JJOO de Estocolmo de 1912, su tiempo en los 100 metros fue más de dos segundos más rápido que el segundo clasificado y en la final mantuvo su insultante dominio obteniendo la medalla de oro de forma abrumadora.  En los siguientes Juegos, en Amberes 1920 el hectómetro se le hizo nuevamente pequeño, con un tiempo de 1:1.4 en las series, igualó su récord mundial, superándolo en la final con 1: 00.4, pero una reclamación hizo que los jueces ordenaran la repetición de la prueba, que volvió a ganar con una superioridad nunca vista.

Duke compitió en cuatro Juegos Olímpicos, fue el Michael Phelps de su época, ganó tres medallas de oro y dos de plata. La última en París en 1924, donde solo Tarzán pudo derribar el mito: Johnny Weissmuller, consiguió llegar antes que el delfín hawaiano. Además también consiguió un tercer puesto como integrante de la selección de waterpolo en los juegos de Los Ángeles 1932. Fue un deportista único y sobre todo el mejor embajador en el mundo del surf, aquel espectacular y desconocido deporte que se expandió por América y Australia gracias a la destreza de Duke, que era capaz de cortar un árbol y construirse una tabla cada vez que ofrecía una demostración de natación, entonces mostraba al mundo su verdadera vocación. Concretamente en una de aquellas exhibiciones ofrecida en 1914 en Australia, en “Freshwater Beach”, tuvo un poder de influencia crucial para que el surf se desarrollase en este país. Precisamente en la citada playa australiana se conserva la tabla con la que surfeó Duke, una estatua suya a la entrada de “Freshwater Beach” hace honores al Dios del surf.

Duke construía sus propias tablas, a las que llamaba “Papa Nui”, al estilo y la tradición de los antiguos hawaianos, con madera  de Koa, la madera del pueblo pues los jefes tribales las solían hacer con madera Willi Willi para diferenciarse del resto. Cuenta la leyenda que para surfear y codearse con la nobleza, había que demostrar ser un gran cazador de olas en las mejores playas con las tablas más pesadas, y Duke fue el más insigne y noble surfero de Hawái.  Lo que hacía Kahanamoku no tenía precedente, era capaz de surfear haciendo tándem con una mujer sobre sus hombros. En sus inicios utilizaba tablas muy grandes, de unos 5 metros que pesaban alrededor de 50 kilos, luego fue reduciendo su tamaño, pero pese a las constantes innovaciones que experimentaron, jamás dejó la mágica madera de Koa.

Duke es pura leyenda del surf, gracias a él en los años ‘30 y ‘40 California abrió sus costas al surf y aunque la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945 supuso una pausa en su desarrollo, el Pacífico ejerció como punto de expansión definitiva para una práctica que nos atrae, nos emociona y dejó impresionado al capitán James Cook. Y todo gracias a una tradición que convirtió en mágica un hombre de leyenda, a lomos de una tabla sobre la que escribió cientos de historias, como la que cuenta la crónica de un audaz rescate en Mar del Coronal, California el 14 de junio de 1925, cuando utilizó su tabla de surf para salvar ocho de los 27 tripulantes de un Barco pesquero volcado. Cuentan que desde ese día no hay socorrista que no porte su tabla en las costas de EEUU. Esa misma tabla que en 1917 encontró por fin la ola gigante que siempre había buscado, procedente de un tsunami ocurrido en Japón, y que agarrándola desde Waikiki le permitió deslizarse en un largo recorrido por varias playas de la zona.

Es el mito del surf, el mito de Duke, aquel que falleció de un ataque al corazón el día 22 de enero de 1968 a los 77 años. Cuyas cenizas fueron  lanzadas al mar mientras sonaba de fondo la tradicional canción hawaiana “Aloha ´oe”, esas que siguen cazando olas que mueren a la orilla de la memoria de Waikiki, muy cerca de la estatua de bronce erigida en su honor, con su inseparable tabla de koa y las manos repletas de lei, el simbólico gesto de afecto y admiración floral que le rinden todos aquellos que nacen con alma de surfistas.

Foto 1: http://willyuribe.wordpress.com

Foto2: wikimedia.org

Foto 3 y 4: http://blogs.diariovasco.com

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.