Pierre de Fredy, más conocido como el barón Pierre de Coubertin, fue sin duda el creador y principal impulsor del movimiento olímpico. Para Coubertin que desarrolló su actividad docente en el campo de la pedagogía, el ejercicio físico constituía un excelente método para influir positivamente en el desarrollo intelectual de los jóvenes, algo que pudo comprobar en primera persona en sus viajes por Inglaterra y EEUU. Su idea siempre fue la de transmitir esa visión a su país, un concepto que ciertamente le costó bastante tiempo, de hecho en 1892, en la reunión de la Unión Deportiva en París, ya presentó su idea de reinstaurar los Juegos Olímpicos, pero tuvo que incidir e insistir en sus planteamientos en 1894, durante el Congreso Internacional de amateurismo, celebrado en la Sorbona. Evento en el que ya logró el apoyo por mayoría, y tras el que fundó el Comité Olímpico Internacional en París. Finalmente materializó su sueño dos años más tarde, en 1896, cuando en el  estadio Panathinaikos de Atenas se disputaron los primeros Juegos Olímpicos de la nueva era.

El padre Caron

Foto: thales.cica.es
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En aquellos primeros juegos participaron 241 atletas de catorce naciones, y Coubertin cumplió su deseo como gran humanista de volcar su pedagógica visión del deporte en una competición multidisciplinar a nivel mundial, pero en realidad el barón estaba siguiendo los pasos de un maestro que le había enseñado a amar a la antigua Grecia. La fascinación de Coubertin por Grecia y sus Juegos Olímpicos fue herencia directa del padre Caron, profesor de Humanidades y Retórica, en la École libre Saint-Ignace, colegio de jesuitas de París en el que cursó sus estudios el barón.

El padre Caron transmitió a Coubertin la unión del cuerpo con el alma en el esfuerzo, es más profesaba una enorme admiración por el jesuita, que ejerció una influencia directa en su filosofía pedagógica. Caron le enseñó a amar a la Antigua Grecia y al sabio uso que la citada civilización hizo del deporte. Fascinado por la visión helénica de la Filosofía, las Letras, las Ciencias y las Artes, Caron le hizo ver la profunda dimensión cultural del Olimpismo helénico, pues la competición en la antigua Grecia no era una mera demostración física o muscular, sino que en torno a los Juegos se desarrollaban paralelamente confrontaciones tanto culturales como artísticas.

Los Juegos, referencia deportiva y cultural

En la cita cuadrienal de Olimpia, con motivo de los Juegos era habitual la presencia de pensadores, escultores, poetas, pintores y artistas de primer nivel, que atraídos por la notoriedad social, por sus connotaciones culturales y artísticas, encontraban una clara fuente de inspiración. De hecho existen destacadas transcripciones de los Juegos efectuadas por Cinoscéfalos, primer lírico griego, y modelo del lirismo coral. Hasta Platón y Aristóteles llegaron a confeccionar en alguna ocasión de sus vidas una crónica deportiva, mientras que recogiendo la cita de Pausanias, descubrimos a Píndaro, poeta y músico de los JJOO clásicos, que escribía odas y epinicios encargados por los vencedores en los que demostró que el deporte no es concebible sin un acercamiento a la cultura, a la estética, al esfuerzo, la inspiración, el dibujo de las formas.

La Ilíada y la Odisea

Es más, Homero tanto en la Ilíada como en la Odisea, menciona y relata deportes como si de un periodista deportivo se tratara, haciendo descripciones tremendamente minuciosas de las pruebas de los Juegos. En la Ilíada describe de forma minuciosa carreras de carros tiradas por caballos, luchas, carreras, combates, lanzamiento de peso, tiro con arco y lanzamiento de jabalina; y en la Odisea vuelve a describir carreras, lucha de palmas, salto, lanzamiento de disco y pugilato. Por tanto los grandes precursores de los Juegos de la Antigua Grecia fueron los poetas, los pensadores, artistas y escritores, que ejercieron magistralmente como primeros periodistas y cronistas deportivos, ensalzando las gestas de los primeros atletas.

El Olimpismo, un género literario

Foto: www.djibnet.com
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Olimpia se convirtió de hecho en referente cultural, aquel al que Gorgias acudió para predicar el pacifismo en su discurso Olímpico. Cleómenes, recitó allí sus versos ceremoniales. Como solía decir Píndaro, una gran victoria no celebrada con cantos, representaciones literarias, pictóricas y escultóricas constituían algo triste y grisáceo. Además la publicidad conseguida con ellas era tan beneficiosa para los atletas como para los artistas, pensadores y políticos que se referían a ellas. El Olimpismo llegó a convertirse en un género literario propio, un fenómeno cultural y deportivo que el padre Caron inculcó a Pierre de Coubertin durante sus años de alumno en el colegio jesuita, en el que aprendió a amar al deporte y a la civilización griega.

De hecho Coubertin en su libro Pédagogie sportive, expone que en 396 a.C. se añadieron los concursos de arte en los Juegos Olímpicos. Y presenta el desarrollo y la concepción de los Juegos no solo en el aspecto deportivo, sino enfocándolos en el amplio espectro de la actividad humana, tanto política y social, como artística y cultural. Es más su sueño era instaurar los Juegos Olímpicos en su concepción estética original y primigenia, en la que la cultura y el arte poseían un componente muy especial. En la citada línea Coubertin logró instaurar los concursos artísticos con motivo de los Juegos Olímpicos, que se desarrollaron durante siete Juegos, entre 1912 y 1948, hasta que en 1949 fueron suprimidos.

Puede que los actuales Juegos Modernos hayan perdido la connotación artística que Coubertin quiso recuperar del mundo griego. Posiblemente nunca gozaron del privilegio de poseer a Homero, Píndaro o Platón, nadie los relató como ellos, pero no cabe duda que en torno a los Juegos, desde la convocatoria del COI en París en el mes de mayo de 1906, en el espíritu de los mismos siempre se tuvieron en cuenta a las artes y las letras.

La personalidad deportiva y artística de Brasil

Foto: www.regiodeporte.com
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Los Juegos además de una competición deportiva son una expresión e interpretación artística, social, cultural y arquitectónica de la época. Las hazañas de los deportistas forman parte de la historia, los Juegos además constituyen un buen método de estudio sobre las circunstancias históricas y sociales que se desarrollaron tanto en el enclave, como en el momento en el que se celebraron.  Además cada edición de los Juegos Olímpicos lleva el sello, la cultura y personalidad de su sede olímpica y el país organizador. Desde que partió la antorcha de Olimpia, los Juegos comenzaron a saber a Pan de Azúcar, la samba se apoderó de sus Aros y la llama olímpica recibirá un gran abrazo del Cristo Corcovado.

Artistas, pintores, escritores, músicos y poetas brasileños, descubrirán musas en las pisadas voladoras de Bolt, las brazadas de Phelps, la derecha de Rafa Nadal, la robótica de Uchimura en anillas o el ejercicio de suelo de Simone Biles. Todo ello gracias al padre Caron, un jesuita docente que logró inculcar en Coubertin su amor por la cultura griega y por el deporte. Por la citada razón, los Juegos de Río son una excelente ocasión para que la cultura y el arte se reconcilien con el deporte, para que el aficionado disfrute con la estética y capacidad de superación que demuestran los atletas y, para que todo aquel que tenga la oportunidad de efectuar una crónica se disfrace de Píndaro u Homero.

Pues no hay nada como transportar al espectador, el oyente o el lector, la cascada de emociones que se desbordan tanto  en las grandes victorias como en las grandes derrotas. Pura épica, la que enseñó el padre Caron y dejó fascinado a Coubertin.

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.