Simone Biles nació hace 19 años en Columbus, Ohio, y a diferencia de lo que se podría pensar de la deportista más pequeña en estatura (1,45 m) de los 555 de la delegación estadounidense que han acudido a los Juegos de Río, su madre Shanon Biles era humana, demasiado imperfecta y su padre Kelvin Clemins, la representación perfecta de un inmenso interrogante de ausencia. Por tanto habiendo sido moldeada en el barro de una familia totalmente desestructurada, sorprende mucho más la fortaleza física y mental de esta menuda joven de amplia sonrisa nacida para dar inicio a la segunda revolución de la gimnasia, pues la primera siempre corresponderá a Nadia Comaneci, la eterna.

Infancia complicada

Shanon Biles, mujer que dio a luz a la reina de la gimnasia, al igual que su padre Kelvin Clemins, sucumbieron a las drogas y el alcohol, desentendiéndose de sus cuatro hijos: Tevon, Ashley, Simone y Adria, que tuvieron que ser acogidos por los servicios sociales. Una llamada de los citados servicios alertaron a su abuelo Ronald Biles, controlador aéreo jubilado, y Nellie, su segunda esposa y por aquel entonces propietaria de una empresa de auxiliares de enfermería. En aquel momento comenzó a cambiar el gris destino de aquellos chicos; pues ante la incapacidad de los progenitores biológicos para asumir cualquier tipo de responsabilidad parental, Ron pensó en buscar soluciones.

Su abuelo se hizo cargo de las dos chicas y decidió adoptar en primera instancia a Adria, pero su esposa le convenció de que sería una injusticia la separación de las dos hermanas. Un hecho que habría resultado especialmente grave para Simone, que era un poco más conflictiva, pues mostraba claros síntomas de hiperactividad. Ambas se sumaron al núcleo familiar compuesto por una pareja y dos niños que en todo momento mostraron una gran disponibilidad a su integración. Además sus otros dos hermanos fueron a vivir con la hermana de Ronald.

Vivir sin odio, sin rencor

Simone es consciente de que su madre es una enferma, su generosidad no tiene límites y aunque siempre le asaltan los interrogantes de cómo podría haber sido su vida si Shanon hubiera sido una madre normal, en su corazón no alberga lugar para el odio, sino todo lo contrario. Como declaró al Daily Mail, la última vez que habló con su madre bilógica fue unas seis semanas antes de acudir a Río a hacer historia. Shanon, que habla hoy de una época oscura de la que ha conseguido salir, le deseó toda la suerte del mundo, además de expresar abiertamente que estaba orgullosa de ella.

De lo que no cabe duda es que gracias a la intervención de su abuelo Ron, Simone pudo crecer en el seno de una familia estructurada en Spring, cerca de Houston. Siempre con el cariño de Nellie, por la citada razón Biles siempre ha expresado abiertamente que sus verdaderos padres son ellos. Lo vivido en sus primeros años de existencia marcaron su carácter y personalidad, Simone era una niña que no paraba, tremendamente hiperactiva y su abuelo tuvo la acertada idea de que una buena forma de canalizar su incontenible energía era a través del deporte.

El alambique de los sentimientos

Con solo seis años tuvo el primer contacto con la gimnasia y entonces todos los que la rodeaban comenzaron a descubrir que al final del tallo espinado de su niñez podría brotar una rosa de indescriptible belleza y color. La de la enorme sonrisa, cuyos pétalos de dientes eran capaces de hacer enloquecer al país de las barras y las estrellas. Cuentan que la niña, pura energía, comenzó a destilar su dolor por el alambique de los sentimientos, el mismo que creó el alcohol para destruir a su madre biológica, y del que surgió la esencia de una deportista sin parangón.

No en vano la vida es pura alquimia, el dolor una vez superado puede llegar a fortalecer hasta límites ciertamente admirables. La capacidad de superación y el puro nervio de Simone propiciaron su transmutación en oro, llevada a la práctica en gran medida gracias a la intervención de Aimée Borman, la entrenadora que la descubrió con solo ocho años. Los pensamientos pueden convertirse en palabras, estos en actos, que a su vez se convierten en hábitos que forjan el carácter que marca el devenir del destino. En esencia este fue el proceso por el que pasó Biles para descubrir su destino, transmutarse en lo que hoy es, una joven de amplia sonrisa, tremendamente positiva que solo reserva un pequeño halo de melancolía en sus ojos, en los que apenas se atisba la época oscura que dejó atrás.

El mito Comaneci queda más cerca

Foto: www.foreverymom.com
Foto: www.foreverymom.com

En gimnasia Biles es un fenómeno imparable, en la historia ninguna chica ha logrado conquistar tres campeonatos mundiales consecutivos en el programa completo, a los que sumó otros siete por equipos o aparatos. Además brillar en un equipo con la altura y calidad de los EEUU, le otorga más valor, puesto que las americanas llevan arrasando en las competiciones varios años. En su caso el mito Comaneci está más cerca, cuando Simone impregna sus manos con carbonato de magnesio, sus rivales comienzan a temblar. Con la asombrosa naturalidad de una potencia que la eleva al cielo de la grada del Olympic Arena de Río, persigue la gesta inédita de lograr cinco oros en uno de los tres deportes por excelencia de los Juegos Olímpicos.

Ninguna de las dos grandes de todos los tiempos como Nadia Comaneci (tres oros, una plata y un bronce en Montreal 76) y Larisa Latynina (cuatro oros, una plata y un bronce en Melbourne 56) lo consiguieron. Lo tendrá complicado porque la rusa Aliya Mustafina está ahí, y sus compañeras de equipo, especialmente Gabby Douglas y Aly Raisman; aspiran a lo máximo en la competición. No en vano la exhibición de EEUU en los últimos tiempos es consecuencia directa del legado del mito Comaneci y de su entrenador: Bela Karolyi, que en 1981 se marchó de EEUU y se instaló en Houston (Texas), donde levantó un gimnasio.

La revolución Simone Biles

Bela fue sucedido por su esposa Martha, y hoy El Rancho es el laboratorio en el que Karolyi trabaja en una nueva revolución. Esa revolución se llama Simone Biles, la prestigiosa entrenadora nada más verla se percató de que estaba ante un fenómeno de la naturaleza, un monstruo competitivo. La directora del equipo de Estados Unidos quiso pulir hasta el último detalle, es más, intentó trabajar en su capacidad de concentración pretendiendo que Simone afrontara la competición con mayor seriedad. Martha no podía creer, concebir, que aquella chica pudiera competir con la aparente relajación con la que lo hacía. En todo momento con una sonrisa constante dibujada en su rostro, transmitiendo positividad. Lo que para Karolyi constituía un defecto era quizás una gran virtud y simplemente la dejó expresarse como tal. Simone es feliz haciendo gimnasia, aunque este deporte siempre ha sido identificado con la capacidad de sufrimiento de las chicas, con todo aquello a lo que deben de renunciar para competir al máximo nivel, su naturalidad y potencia hacen creer sencillo lo realmente complicado. Cuando decidió ser una gran gimnasta, llegó a la conclusión de que ya había sufrido bastante en sus primeros años de vida, que había llegado la hora de disfrutar y hacer disfrutar a los demás.

Las barras asimétricas su punto débil

Puede que las barras asimétricas constituyan su único punto débil, Simone tiene un tren inferior muy fuerte, diseñado para el salto. En un aparato tan técnico tiene mayores dificultades, pero verla competir deja al espectador prácticamente sin aire. La niña de Columbus es la reina indiscutible de la gimnasia artística desde 2013. Mary Lou Retton, campeona olímpica en Los Ángeles 1984, la considera como la gimnasta más completa que ha visto. Biles es una gigante de 1,45 m de estatura, una combinación perfecta de fortaleza, agilidad, velocidad y flexibilidad.

Es tremendamente explosiva, ejecuta acciones de elevada dificultad con una facilidad pasmosa, a una altura difícil de creer, sin descomponer la figura y clavando en cada recepción. Su bajo centro de gravedad le proporciona un equilibrio perfecto, su pequeña morfología posibilitan la rapidez de sus fibras musculares. Se puede desarrollar toda una teoría sobre las condiciones de Biles, sobre cómo puede llegar a hacer dobles mortales agrupados o con dos giros con semejante dificultad, se puede argumentar que Biles no para, que en cada enlace encadena varios elementos de mucha dificultad, que le dan muchos bonus, que se transforman en décimas. Se puede hablar de sus treinta horas de entrenamiento semanal, de su seguridad, de que en su rostro no se adivina una brizna de miedo, pero en su caso lo mejor es verla competir. Tan solo en ese momento se llega a comprender porqué los expertos comienzan a soñar con una gimnasta cercana a la eterna Comaneci.

Una pequeña gigante de hielo y fuego

Posiblemente todo su secreto reside en que un buen día Biles descubrió la verdadera alquimia de la vida, la transmutación del sufrimiento en creación, su canalización a través del trabajo como modo de expresión y diversión. Competir con una sonrisa es a lo que todo humano debe aspirar, o lo que es lo mismo luchar contra la adversidad con positividad. Simone Biles no es solo fruto de la genética y el trabajo, es fruto de una intensa vida en un pequeño frasco de 1,45 metros de estatura. Una de los aspirantes al Juego de Tronos de los Siete Reinos de los Juegos Olímpicos, capaz de sacar una sonrisa a todo aquel que la contempla convirtiendo la gimnasia en pura samba acrobática. Pura alquimia, la transmutación del dolor en oro.

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.