Era tan clara su victoria, tan aplastante su superioridad, tan evidente que es, desde hace tres años, la mejor gimnasta del momento y probablemente una de las más grandes de la historia, que explicar que Simone Biles venció en el concurso completo individual de la gimnasia artística de Río parece innecesario. La estadounidense de 19 años paseó sus mismos ejercicios en los cuatro aparatos con la facilidad de quién actúa de manera rutinaria y dejó caer el peso de la realidad, tozuda como nunca: 62,198 puntos.

La rusa Aliya Mustafina se subió al podio a caso cuatro puntos. A más de dos que quedó su compatriota Aly Raisman, la vigente campeona, que lloró de la emoción encantada de ceder el trono: "Quería la plata para mí y la victoria para ella. Somos como hermanas". En absoluto la importó ser la víctima de plata de la mayor distancia de siempre, de la obra maestra de Biles.

Tras tres títulos mundiales por fin pudo enseñar a todo el mundo ante el gran escenario que es la reina. No necesitó conjugar la mejor actuación en Río en cada uno de los aparatos. En salto, por ejemplo, rebotó ligeramente en la salida y quizá por eso no llegó a los 16 puntos del domingo en la calificación. En las paralelas, donde es eficaz pero no brillante, tampoco alcanzó los 15 del primer día pero los rozó (14,966) y hasta en la barra (15.433) estuvo por debajo.

Nada importó, porque su segunda mejor versión también era brillante y campeona. Inflamada por la victoria se lanzó a por su ya mítico ejercicio de suelo, cargado de energía, cambios de música y de ritmo. Ahí si apareció la mejor Biles (15,933). Parte de una rutina con una dificultad (6,800 puntos) a la que solo su compañera Raisman (6,800) se atreve a acercarse y luego enciende la sonrisa y comienza las piruetas, baja y sube, rebota como un muelle humano, y en la parte final deslumbra con el 'Biles', el doble mortal extendido con medio giro que por sí solo tiene una dificultad de siete décimas. Ella lo inventó, nadie se atreve con él y nunca lo fallo.

El 'Biles' de Biles es la marca de la casa, la pirueta icónica que explicará a la gimnasta en pocos segundos, la foto para la historia, el Bolt abriendo los brazos en Pekín, el Phelps tocando la pared antes que Cavic. Pero ella no quiere comparaciones: "No soy la próxima Bolt o Phelps, soy la primera Simone Biles". La chica de Texas, la más pequeña de toda la delegación americana, con 1,45m, puede ser el martes la más grande en victorias, con permiso de Phelps. Quiere cinco oros, ya tiene dos. Apostar en su contra sería demasiado peligroso.