Las siete medallas de oro, cuatro de plata, seis de bronce y los 35 diplomas conseguidos sitúan a los Juegos de Río como la mejor participación española en toda su historia tras Barcelona 1992. Precisamente en Barcelona se produjo la mayor inversión y patrocinio tanto público como privado de la historia de nuestro deporte. Sin duda Barcelona marcó un antes y un después, indicando un camino a seguir y posibilitando un salto importantísimo tanto a nivel cualitativo como cuantitativo. Barcelona es absoluto referente, por ello el hecho de que los Juegos de Río se hayan convertido en la más destacada cita olímpica tras los Juegos de 1992, constituyen un punto de inflexión que otorga incluso mayor mérito a lo conseguido.

Balance de los Juegos

Los días posteriores a la clausura de unos Juegos suelen ser días de balance en los que los máximos dirigentes políticos y deportivos suelen colgarse al cuello medallas que no les corresponden, puesto que sin duda los protagonistas son única y exclusivamente los deportistas y sus preparadores. Suelen ser también días complicados, porque tanto el aficionado, como los medios de comunicación y los políticos, se adentran en el periodo de abducción esférica, de olvido temporal. Aquel que hace borrar de la memoria inmediata a auténticos campeones, medallas o diplomas olímpicos que solo dentro de cuatro años volverán a interesar. Previamente a ese olvido temporal se suceden las cascadas de elogios. Mariano Rajoy aprovechó el milagro de las diecisiete medallas para defender su política de apoyo y recorte. Rajoy declaró sentirse plenamente orgulloso de esos deportistas a los que las instituciones públicas no apoyaron lo suficiente bajo su mandato. Por su parte, Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, argumentó que el equilibrio entre el deporte femenino y masculino fue perfecto, que el trabajo realizado por los Clubes y Federaciones, con sus respectivos entrenadores resultó esencial para el mantenimiento del nivel de éxito; pero incidió claramente en que la crisis económica afectó seriamente al deporte, puesto que salvo honradas excepciones como el Plan ADO o  la del Programa Pódium de Telefónica, que consiguió llevar a 22 deportistas de los 88 becados, se debió y se debe trabajar con mayor rigor en  las categorías inferiores, buscando patrocinadores privados que inviertan en el deporte base.

El distanciamiento entre el COE y el CSD

De hecho el distanciamiento entre el COE y el CSD resulta cada día más evidente, un síntoma nada esperanzador para el deporte español.  El Secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, hizo balance otorgando un diez a los deportistas, defendiendo que la crisis no afectó al deporte nacional.  De hecho dendendió enfáticamente el trabajo que se llevó a cabo en los Centros de Alto Rendimiento, negando categóricamente las quejas del COE sobre las faltas de ayudas al deporte español. Cardenal argumentó que las subvenciones que se dieron en 2012 fueron las mismas que se dieron en 2016, incidiendo especialmente en el capital conseguido de la FEF y la LFP. Aun así no pudo dejar de reconocer que se dispuso de menor inversión, pero que las Federaciones consiguieron gestionarlas mejor, buscando patrocinadores propios, como el de Universo Mujer de Iberdrola. Miguel Cardenal puso sobre la mesa una cifra: la inversión de 1000 millones de euros en cuanto a subvenciones se refiere durante los cuatro años del ciclo olímpico. La relación entre Blanco y Cardenal no es nada fluida, si Blanco acusó a Cardenal de las escasas ayudas, Cardenal se defendió argumentando que el COE solo se dedicó a organizar en el momento del evento, olvidándose durante cuatro años de las ayudas a los deportistas. 

Nula capacidad de crítica constructiva

Es indudable que el CSD ha intentado reactivar la inversión recomendando una mejor distribución de la misma, pero España está muy lejos de competir con otras potencias con una cultura deportiva mucho más arraigada, tanto en la educación primaria y secundaria, como en la universidad, también en la sociedad. Se hecha en falta una capacidad de autocrítica constructiva tanto por parte del COE como del CSD. A nivel estructural  a España le queda un largo camino por recorrer y mejorar.

El deporte español fue representado en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro por 304 deportistas, 162 hombres y 142 mujeres, para competir en las 40 modalidades deportivas que se disputaron en Río. Por ello teniendo en cuenta el complicado periodo de cuatro años de crisis y recortes en inversión, los resultados obtenidos solo pueden ser calificados como un auténtico milagro. No es una cuestión de hacer una crítica absolutamente destructiva al CSD y al Gobierno, puesto que si se han producido recortes en temas tan esenciales como la educación, la cultura o la sanidad, era de esperar que el deporte también sufriera los efectos de la crisis, se trata tan solo de otorgar el mérito a los que verdaderamente son los hacedores del milagro del deporte español.

Los deportistas los hacedores del milagro

Saúl Craviotto celebra su cuarta medalla olímpica, bronce en K1 200m. Foto: COE.
Saúl Craviotto celebra su cuarta medalla olímpica, bronce en K1 200m. Foto: COE.

El milagro del deporte español se explica gracias a sus deportistas, a ese gen absolutamente especial que los convierten realmente en únicos. No hay palabras para describir a Rafa Nadal, uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, un genio del tenis, uno entre un millón. En cuanto a Carolina Marín, posiblemente jamás encontraremos otro paralelismo tan similar al mallorquín como la onubense, una campeona hecha a sí misma en un deporte absolutamente minoritario, al que nunca deja reivindicar en cada declaración, denunciando la ausencia de patrocinadores que sufrió hasta que demostró ser la Nadal del bádminton mundial. Sobre Saúl Craviotto se podría comentar algo muy similar, pues tras sus terceros Juegos dando toda una exhibición, ya se duda de su condición humana, creyendo en cada rincón del territorio español de que se contempla al hombre remo, un mutante palista, un monstruo de río que se ha dedicado a hacer historia en el piragüismo español. No menos se puede comentar de los nacionalizados Marcus Cooper Walz u Orlando Ortega (primera medalla española en atletismo desde Atenas 2004), un tema en el que España debe mejorar. El ofrecimiento de la doble nacionalidad debe ser estructurado por un departamento de scouting  técnico capaz de identificar a destacados deportistas extranjeros afincados en España. Ofreciendo a estas promesas los medios económicos, métodos de entrenamiento e instalaciones deportivas, que eviten su marcha a otro país. Por tanto la obtención de otra nacionalidad porque no encuentran en el territorio español las condiciones que les ofrecen en otros puntos del planeta.

Pioneros españoles

Imagen: Organización Río 2016
Imagen: Organización Río 2016

Subyace igualmente la sensación de que históricamente el deporte español (en niveles regionales durante muchas décadas), siempre dependió de la aparición de un pionero capaz de atraer la atención de los medios, los aficionados y las instituciones públicas y privadas hacia su deporte. Son muchos los casos que se podrían citar, pero ahí quedan para el recuerdo Ángel Nieto, Federico Martín Bahamontes, Miguel Induráin, Luis Doreste, Fernando Alonso, José Luis González, Fermín Cacho, Seve Ballesteros, Manolo Santana, Rafa Nadal, Pedro Fernández Ochoa, Javier Fernández, Ruth Beitia, Carolina Marín, Gervasio Defér, Joel González, Mireia Belmonte, Fernando Martín, Pau Gasol…

Deporte profesional - deporte amateur

Foto: Dani Muñoz / VAVEL
Foto: Dani Muñoz / VAVEL

Precisamente Pau Gasol es el icono de la generación de oro del baloncesto español, aquella que ha dilatado en el tiempo y con enorme mérito una racha de éxito rayana a la perfección en la que solo EEUU ha podido hacerle sombra. Del todo merecido el apelativo de ÑBA, al igual que el de las Guerreras del combinado femenino español. El caso del baloncesto es un buen ejemplo para diferenciar entre el deporte profesional patrocinado y el deporte prácticamente amateur sin apenas patrocinio ni transcendencia en los medios de comunicación.

Cultura futbolística e incultura deportiva

Curiosamente España, un país con mayor cultura futbolística que deportiva, no ha gozado de representación olímpica en el deporte rey en Río, algo realmente difícil de explicar. Por otra parte, otro deporte como el balonmano, con una liga profesional, tampoco ha gozado del éxito que se podía esperar respecto a la calidad de la liga ASOBAL. Es por tanto un milagro lo conseguido en los Juegos de Río por los deportistas españoles, puesto que surgir con un metal olímpico o un diploma tras cuatro años de ostracismo, escasos apoyos y un segundo o tercer plano en los medios de comunicación, solo es calificable de la citada forma. Los metales y diplomas son muchas horas de entrenamiento que la gente no ve, dinero que aportan las familias de los propios deportistas para que puedan competir y entrenar en las mejores condiciones y al máximo nivel. Una dosis de absoluta realidad que ha puesto de manifiesto que en España existe la cultura del olvido en lugar de la cultura deportiva, porque durante cuatro años la cultura del fútbol fagocita a todo futuro genio que puede salir del deporte base español.

Lobos solitarios

Ruth Beitia, primer oro en altura español en unos JJOO / Foto: COE
Ruth Beitia, primer oro en altura español en unos JJOO / Foto: COE

No existe la menor duda de que los deportistas españoles son de primer nivel, pero en suelo español ser deportista olímpico no es nada sencillo. Tan solo el hecho de comprobar que Ruth ha roto una negativa racha de 14 años sin un campeón olímpico en el atletismo español, debería servir para hacer reflexionar a todos aquellos que pueden y deben cambiar la política respecto al deporte base en el territorio nacional. Definitivamente el genotipo del deportista español se acerca mucho más al del lobo solitario que hace la guerra por su cuenta, al del  genio y héroe, puesto que solo puede ser calificada como una heroicidad lo conseguido por los españoles, con metal o sin mental, con diploma o sin diploma. Simplemente para enmarcar, por su perseverancia y capacidad para convertir sus sueños en realidad. Como dice Alejandro Blanco un diez para los deportistas españoles, pero un diez que sirve para maquillar los numerosísimos matices que se ocultan tras esa sobresaliente calificación. El decimocuarto puesto en el medallero, curiosamente idéntica posición a la que ocupa en la economía mundial.