La gran casa de la alta costura Lanvin es conocida por la voluptuosidad de sus vestidos, sin embargo los inicios de la firma resultan antagónicos. Jeanne Lanvin, precursora de Chanel, comenzó trabajando en la tienda de sombreros Madame Felix. Unos años más tarde, y después de haber pisado otros establecimientos, la sombrerería Cordeau decidió que había llegado la hora de que la joven diseñadora ampliara sus horizontes en otras ciudades europeas como Barcelona. Sus primeros diseños de vestidos estaban dirigidos a un público infantil, en concreto a su hija. En 1909 Jeanne dió el saltó al abrupto y competitivo mundo de la moda con sus primeras prendas femeninas. Estos primeros diseños estaban repletos de la línea que caracteriza a la firma parisina. Los tejidos voluptuosos, coloridos y en forma de globo inundaban su primera colección. Un estilo muy característico de los años veinte y que se ha forjado como el recurso identitario de la casa.
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Y es que precisamente los felices años veinte fueron el período de mayor expansión de la marca. Lanvin se reafirma en esta época como una de las casas icono de la moda europea. A partir de este auge comienza a diseñar líneas masculinas, de decoración, pieles, lencería y perfumes. La habilidad de Jeanne Lanvin con los cortes, los bordados y los adornos sobre colores limpios, luminosos y florales se afianzaron como su personalidad.
Tras la muerte de Jeanne en 1946 fueron muchos los diseñadores que continuaron la labor de la pionera artista parisina, como Giorgio Armani o Claude Montana. Maryll Lanvin fue el último miembro de la familia en diseñar para la casa hasta el año 1989. A día de hoy los patrones de la marca llevan la firma de Alber Elbaz. El diseñador comenzó a trabajar en ella en 2001, y aunque sus ambiciones resultan totalmente diferentes, la marca Lanvin conserva esa esencia anacrónica que la caracteriza.
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