Visiblemente empapada en sudor, Ana Carrasco se quitaba el casco al llegar a un ‘box’ que no cabía en sí de gozo. El inhumano calor tropical de Malasia había hecho mella en las condiciones físicas de los pilotos, lo que provocó que el rostro de la murciana no reflejase en absoluto su estado de ánimo. Cuando logró articular palabra, nadie hubiera dicho que acababa de entrar por la puerta grande en los libros de historia del motociclismo.

Minutos antes, había cruzado la línea de meta de Sepang en 15ª posición, el último de los que dan acceso a puntos, y el objetivo invisible para la mitad de la parrilla. Una vez más, Ana se había metido en ese clásico grupo que, en función de los abandonos que se produzcan delante, acaba peleando por un puñado de puntos.

Una semana antes, en un circuito conocido como Aragón, había dejado escapar una oportunidad que se antojaba casi única. Rodaba 15ª a un par de vueltas del final, pero la larga recta de Motorland le traicionó, y acabó siendo superada por varios de sus rivales. Entonces, muchos señalaron la cita final de Valencia –geográficamente su circuito de casa- como la única opción de lograr el objetivo de la temporada. Ella, desde luego, no estaba de acuerdo.

Punto. Y seguido

Superadas las dudas iniciales comunes a casi todo ‘rookie’, la realidad es que las últimas actuaciones de Ana invitaban a pensar que el esperado día llegaría. Ella misma había prometido desvelar su sobrenombre dentro de la familia del Team Calvo el día que puntuase, y en sus más recientes apariciones ante los micrófonos comenzaba a atisbarse cierto ansía por compartir su alias con el mundo.

Quizá por ello, durante el tramo final de la carrera que da comienzo a la ya tradicional gira asiática, Ana decidió coger el mando de un nutrido grupo de diez pilotos al que los designios de la prueba otorgaban dos plazas de puntos. Llegaba la hora de la verdad, y lo hacía con la española ocupando la 14ª plaza que soñaban nueve pilotos a su estela.

Se temió lo peor cuando vio a Isaac Viñales en el último viraje. Fundió su puño con el del gas, apretó los dientes y se acopló a su carenado dispuesta a jugar con la aerodinámica para arañar cada milímetro del cuentakilómetros (hay ya incluso una leyenda, que cuenta que María de Villota ayudó a Ana mientras hacía tiempo para ver la carrera de F1 desde la inmensa pantalla de plasma que le han puesto en el cielo). De reojo, vio la bandera a cuadros, y comprobó que nadie había seguido los pasos del primo de su compañero de equipo. El punto era suyo, por fin.

Póquer de reinas

El pasado 24 de julio se cumplían las bodas de plata de un día histórico para el motociclismo femenino: en la carrera de 125cc del Gran Premio de Francia 1988, en el circuito Paul Ricard, la finlandesa Taru Rinne cruzaba la meta en 14ª posición, convirtiéndose en la primera piloto en sumar puntos en el Mundial de motociclismo (cabe matizar que aunque fue la primera piloto, no fue la primera mujer, ya que en la década de los 50 la alemana Inge Stoll lo logró en sidecares como pasajera de Jacques Drion, finalizando en quinta posición el TT de la Isla de Man en 1954).

Rinne llegó a sumar 25 puntos mundialistas con la séptima plaza obtenida en Hockenheim 1989 como mejor resultado, antes de ser eclipsada por la japonesa Tomoko Igata, que logró 30 puntos entre 1992 y 1995, también en 125cc y también con un séptimo como mejor puesto, conseguido en Brno en esta última temporada.

La tercera y última hasta este 2013 era la alemana Katja Poensgen, en esta ocasión en el cuarto de litro. Katja debutó en el Mundial en 2001, y en su quinta carrera lograba finalizar 14ª en Mugello, en lo que fueron sus dos únicos puntos en 24 carreras.

Junto a ellas, y desde este 13 de octubre de 2013, Ana Carrasco, completando un póquer de reinas que pronto será repóquer, y dentro de no tanto una lista cuyas integrantes se contarán por decenas.

Comienza la leyenda…

Ana no pensaba en nada de esto mientras cruzaba la meta. Ella está ocupada escribiendo su propia historia, hacer historia para la mujer es solo la consecuencia. Tenía su punto, el primero de muchos, y por ello no estalló en júbilo nada más quitarse el casco. Su rictus no reflejaba una alegría desbordante, sino calma. Solo ella sabe lo que ha tenido que sudar para conseguirlo, y en esos instantes el alivio era mayor que la alegría.

Duró solo uno segundos, los que tardaba en relatar cómo había visto su hazaña desde su KTM. Un discurso comedido, de alguien que no cree haber logrado algo extraordinario, sino simplemente haber dado un paso más en su vida deportiva. Solo pareció ser consciente de lo que había hecho llegado el momento de desvelar su sobrenombre.

Ahí se relajó, y como si de una tirita se tratara, lo desveló de golpe para combatir la vergüenza. Dentro del seno del Team Calvo, Ana Carrasco ya era Lady GasGas, apodo que por fin vio la luz al resto del mundo.

Pues bien. Ana Carrasco ya es historia. Y cuando llegue el lejano día en el que cuelgue el casco, el GP de Malasia 2013 será el prólogo de una historia extraordinaria: La leyenda de Lady GasGas.