"2015 puede ser un gran año". Palabras de Danny Kent. Hay que retroceder a la pretemporada, en Valencia, para oír el primer pensamiento del británico con su nueva moto. Pensamiento o instinto de campeón, llámenlo como quieran. Ahí fue donde conoció la verdadera velocidad, con una máquina nueva. Kent puso las ganas, Honda las alas.

Con ella ha volado en una temporada no perfecta, porque conoció la flaqueza hace unas cuantas carreras, pero sí mágica. Como son los mundiales de Moto3. Esa categoría reñida, casi disparatada, imprevisible, como el mismo deporte del que hacen gala. La magia la ponen los sueños, llegar a ser campeón mundialista. Es el empeño por gozar de la sensación que da un título mundial.

Conocida por primera vez, como es el caso de los pilotos que se coronan en la pequeña cilindrada. Un idilio único. Como en el que se encuentran los ingleses, dormidos hasta ahora en la añoranza de encontrar un nuevo Barry Sheene. Cuatro décadas después, Danny Kent les despierta. Escuchénlo, es el nuevo campeón del mundo.

Para ver de qué está hecho un campeón hay que recorrer sus primeros pasos. Danny Kent dio los suyos corriendo en minimotos con seis años. Tomó forma con la Aprilia Superteens en Inglaterra, pero su trayectoria comenzó con el Mundial de Pocket Bikes en Escocia. A él acudió un ojeador de la Red Bull Academy, era el año 2007, y el británico tuvo las cosas claras. Había que hacerlo bien.

Lo hizo y al final del día Toni Calvo le ofreció una prueba. Dos meses después le ficharon para el Campeonato de España. Entonces el campeonato español ya gozaba de un nivel muy alto, encontrándose allí ilustres como Dani Pedrosa. Aquel curso acabó octavo, la primera vez que experimentaba una moto de gran premio, y aquello le sirvió de puente para correr la Red Bull Rookies Cup.

Estuvo dos años en la Rookies Cup, escenario perfecto para los busca talentos. En el primero de ellos acabó cuarto, el segundo estuvo a punto de ganarlo pero acabó siendo subcampeón por un sólo punto. No obstante acabó ese 2010 disputando el Mundial de 125cc. Se estrenó en Motegi, a bordo de una Lambretta. No consiguió acabar esa carrera, finalizando sólo una esa temporada en Phillip Island durante el Gran Premio de Australia.

El piloto tuvo que llamar la atención, porque Aki Ajo le fichó para el siguiente año en su equipo de Aprilia. Fue su primera temporada completa, acabando undécimo. Volvió a repetir con el equipo en 2012, año en el que comenzó Moto3, logrando su primera victoria precisamente en Motegi, donde comenzó. Acabó cuarto en la clasificación general y fichó con el Tech3 para dar el salto a Moto2. El tiempo demostró que fue una decisión errónea, y tuvo el valor de reincorporarse a la pequeña cilindrada. El regreso vino con la Husqvarna, con la que finalizó octavo en 2014.

Como dijo el propio piloto, a veces se necesita dar un paso atrás para dar dos hacia delante. Y hoy es prueba viviente de ello. Desde que se montó en la Honda, con el equipo Leopard Racing, Danny Kent no ha hecho otra cosa más que ganar. Con ella se encontró a sí mismo, pudo explotar su potencial, y los resultados se han dejado ver proclamándose campeón mundial. "Un piloto feliz es un piloto rápido", decía. Es cierto que lleva una segunda mitad de temporada irregular, pero viene de firmar en la primera un éxito tras otro. Generó el primero ya en Qatar, donde fue tercero, para conseguir la primera victoria del año en el siguiente premio, en Austin.

A partir de ahí encadenó victoria tras otra, logrando hacerse con ella en Argentina y Jerez. Le siguieron un cuarto en Le Mans y un segundo en Mugello, donde regresó al podio. No se bajó de él en la siguiente cita, en Montmeló, esta vez situado en el primer cajón, para bajar al segundo en Assen y regresar de nuevo al primero en Sachsenring.

En el siguiente premio, el GP de Indianápolis, conoció por primera vez la inmortalidad (quedó vigésimo primero). La mala racha siguió en Brno, finalizando séptimo, y en Misano, donde terminó sexto con su principal rival, Enea Bastianini, tocando el cielo tras la victoria en casa. Aragón terminó en empate, con ambos rodando por el suelo. Kent no podía volver a fallar y en la casa de Honda, aquella que le dio alas, retomó el vuelo. No ganó la carrera, sino sexto, pero acabó por delante de Bastianini. Y eso tenía un gran significado.

La suerte le sonreía para coronarse campeón en Phillip Island. Y puso todo de su parte para que así fuera. Su empeño, rodó por los suelos. Con él, su principal rival Bastianini. Todo dependía de Oliveira. Y no falló el portugés: 140 puntos de 150 posibles en las seis últimas carreras. Adiós a sus esperanzas de proclamarse campeón por adelantado. Tendría que esperar a la última carrera, en Cheste. No brilló en ella, frente a la victoria de Oliveira, pero la cosecha de todo el año le sirvió para ser campeón.

Miren ahora a Danny Kent. Más vale tarde que nunca. Campeón del mundo tras cinco años en el Mundial de Motociclismo. Lo ha conseguido en Valencia, donde probó por primera vez la moto con la que ha tocado el cielo, después de tantos años de espera. Cuánto ha llovido desde su primera carrera mundialista en 2010. Ahí era un niño de casi dieciséis años con un sueño. Hoy lo ha cumplido.