Es una locura, sí. Una temeridad, también. Reducir a dos la lista de candidatos a ganar la categoría reina cuando solo se han disputado dos carreras es un ejercicio con un riesgo altísimo, máxime contemplando los nombres de los que quedan fuera.

Riesgo elevado y recompensa escasa, ya que si tal predicción resultara acertada al final del campeonato, nadie recordaría estas líneas. Y para colmo, en el supuesto de que alguien lo hiciera, el posible acierto de la apuesta podría achacarse sin dificultad a la suerte del cara o cruz, una vez asumido el hecho de que la propia mecánica ya se había encargado de limitar a cuatro el número de aspirantes reales.

Yamaha y Honda. Cuatro pilotos que suman la espeluznante cifra de 18 títulos mundiales. Casi nada. Pues en este particular ‘¿Quién es quién?’ sólo puede quedar un piloto de cada equipo –al final sólo uno-; y en este tempranero descarte, curiosamente quedan fuera los pilotos más laureados de cada estructura. La razón es muy sencilla: a día de hoy, son inferiores a sus respectivos compañeros de box.

Ley de vida

Hace tiempo no era así, ni mucho menos. Pero en la vida no hay ley tan inexorable como la del paso del tiempo; y esos dos pilotos que en su día protagonizaron –en distinta medida, por supuesto- vertiginosas escaladas en las que superaron a pilotos que poco antes dominaban el cotarro; tienen que ver como otros más jóvenes llevan a cabo un proceso parecido del que ahora ellos son víctimas. Lo dicho, ley de vida.

Efectivamente, sus nombres son Valentino Rossi y Dani Pedrosa. Sus legados son muy distintos: uno culminó su obra y el otro dejó su prometedor lienzo inacabado, pero ambos han perdido el pincel a manos de dos jóvenes aprendices de pintor ansiosos de exponer sus trabajos en los museos más prestigiosos del mundo.

Los mejores días de Rossi pasaron, resulta evidente. No es menos cierto que todavía le quedan gloriosos mediodías que brindar a sus ‘tifosi’, dado que su inagotable talento permanece intacto. Seguirá dejando momentos para la historia –ya lo hizo en Losail batiéndose en duelo con Márquez-, pero para encontrar su mejor versión ya no queda más remedio que acudir a la videoteca. De nuevo, ley de vida.

Al igual que ‘Il Dottore’, Dani ya ha tenido sus oportunidades. Muchas. A diferencia del primero, no ha sabido aprovecharlas. No va a dejar de ganar carreras (aún), pero si hasta la fecha no ha logrado inscribir su nombre en el palmarés de MotoGP, ya nunca lo hará. Tras dominar a sus dos primeros compañeros en Honda –Nicky Hayden, título aparte, y Andrea Dovizioso-, la llegada de Casey Stoner le relegó a un segundo plano dentro del equipo que un día le llamó para liderar su proyecto a largo plazo. Es más, su nuevo compañero ha acentuado esa pérdida de liderazgo. Y le han bastado dos carreras.

Campeón y aspirante

Jorge Lorenzo y Marc Márquez. Colíderes del Mundial después de repartirse las dos primeras victorias y ser terceros el día que su moto era inferior a la de la dupla rival; ganando siempre –y con claridad- el duelo particular a sus compañeros de equipo; permaneciendo a su vez al acecho ante cualquier posible error de los más ‘débiles’ del equipo contrario en busca de los cuatro puntos extra que otorga la segunda plaza. No lo han conseguido todavía, pero todo se andará. Al tiempo.

Son varios los deportes que para dirimir a su campeón mundial emplean la fórmula del reto, es decir, hay un campeón que defiende el título y un aspirante que le desafía para arrebatárselo. Boxeo y ajedrez son dos ejemplos; y dado que la violencia no tiene cabida en el motociclismo, resulta más acertada la segunda metáfora. Estrategia e inteligencia resultarán vitales en una batalla en la que el componente mental será un factor decisivo.

En un lado del tablero, con blancas, Jorge Lorenzo. Recuperado el cetro que Stoner le impidió revalidar, a sus 25 años (casi 26) está cerca de llegar a su madurez deportiva, si es que no la ha alcanzado ya. Es el favorito, lo asume y actúa como tal, aunque los focos se desvíen hacia otros. Abstraído por completo de presiones y distracciones externas, centra sus energías en luchar contra el cronómetro. El retorno de Rossi no ha hecho sino reforzar su liderazgo en el ‘paddock’, y está sobradamente preparado para defender la corona de su rey de cualquier jaque.

Enfrente, con negras, Marc Márquez. Niño prodigio desde que la memoria alcanza y Gran Maestro antes de cumplir la mayoría de edad, se ha fogueado en multitudinarias simultáneas –aprendiendo así a firmar tablas cuando ve que no puede ganar- hasta llegar a la élite, que le ha reconocido como uno más recién cumplida la veintena. Con la humildad por bandera en su discurso, la realidad es que se ha sentado a la mesa y ha empezado la partida con una valiente apertura. Lleva toda la vida ganando a rivales que le superan en edad y experiencia, por lo que su objetivo no ha cambiado lo más mínimo.

El cronómetro está en marcha. En Losail, Jorge avanzó dos casillas uno de sus peones centrales, y Marc ha respondido de forma idéntica en Austin, situando su peón cara a cara con el de su rival. La declaraciones de intenciones de ambos es evidente. Que nadie espere un ‘mate pastor’ que deje la partida vista para sentencia a las primeras de cambio. Se avecina una partida larga, de desgaste, en la que está prohibido abandonar. El único final posible es el jaque mate. Sólo un rey puede quedar en pie.