Muchas emociones en Assen pues un gran rey regresó a lo más alto del cajón, donde extasiado se hizo una pregunta ¿Volver? Y pensó en el regreso, como Ulises retornó a Itaca para reclamar su trono, no transcurrieron veinte años como en la Odisea de Homero, pero lo parecieron, pues desde Malasia en 2010, el mito de la clase reina no daba encima de la mesa del asfalto uno de esos golpes de genio. Volvió el mito, regresó con el coraje y la fuerza del crepúsculo y todos aquellos que conocen los viejos vientos moteros, esos que de la lejanía hicieron una voz en la que guardar memoria, jamás olvidaron la silueta desdoblada sobre el asfalto de Valentino.

Pero en aquellas alturas en las que el motociclismo ruge al son que marca Honda y Yamaha, Rossi, Márquez y Pedrosa, una luz brilla con la fuerza de mil estrellas. Los ojos dilatan sus pupilas frente a lo antes nunca visto en un deporte tan noble y sufrido en el que las fracturas sanan por una fe a prueba de bombas. Dicen, y dicen bien, que los toreros están hechos de otra pasta, por aguantar faenas completas con una cornada y reaparecer de graves heridas sin apenas tiempo para la recuperación, pero desde el 29 de junio de 2013 los trajes de luces cuentan entre los bordados de la leyenda con un eléctrico azul Yamaha.

Es el azul y oro de Jorge Lorenzo, un deportista excepcional que se enfundó el traje de héroe para solo 36 horas después de ser operado, fijar en el horizonte del sufrimiento la línea de meta de Assen, con ocho tornillos y una placa de titanio en su clavícula izquierda, fracturada tras una aparatosa caída a 238 kilómetros por hora. Solo un hombre biónico como Jorge podía obrar el milagro, llegar al 'warm up' de Assen con una mueca de dolor dibujada en el rostro y pasar un último examen médico, para hacer historia con el traje de luces de Yamaha. Pues de histórica solo puede ser calificada la gesta de Jorge, que se subió al caballo de hierro y logró completar las 26 vueltas de la carrera adelantando a 7 pilotos que estaban al 100% de sus posibilidades.

Los que saben de esto conocen del desgaste físico y la destreza técnica que requiere el pilotaje de una moto GP, caballo salvaje de poderoso motor y exigentes aceleraciones que precisan de un físico privilegiado para optimizar el rendimiento de la mecánica. Pero son las manos y la determinación de los pilotos las que convierten este deporte en espectáculo, son estos deportistas privilegiados los que nos hacen vibrar en cada ápice, cada trazada, cada tumbada… Lo de Jorge no tiene explicación, hay que verlo para creerlo, pilotando con tan solo medio cuerpo logró hacer un tratado de uno de los grandes fundamentos del motociclismo, que dice que la máquina va hacia donde se dirige a mirada del piloto. Y en Assen la mirada de Jorge iba dirigida hacia la proeza, hacia la leyenda del que nos regaló una remontada histórica, un duelo con Crutchlow impresionante, y unos intentos de adelantamiento a Márquez apasionantes, para el recuerdo.

Vayan estas líneas de aplauso y admiración para Jorge Lorenzo, cuyo punto de fuga estuvo delimitado en cada curva en los umbrales del dolor y la capacidad de superación. Como reconoció Lorenzo esta es su mayor victoria, pues difícilmente podemos imaginar lo que supone una tumbada, dar gas, acelerar, decelerar, mantener la posición y ser consciente de las distancias con un físico recién salido de una anestesia y una clavícula recién operada. Por ello esas lágrimas de Jorge al traspasar la línea de meta con el paquete muscular derecho muerto, no responden a la reacción de un piloto espartano sino a la proeza de un deportista biónico enfundado en un traje de luces azul Yamaha.