Actualmente, el motociclismo español en concreto y el deporte español en general viven una auténtica 'Edad de Oro'. Puede llegar a parecer que todos los logros son fáciles, por la cantidad de éxitos semanales que acaparan las noticias de los diarios deportivos. Sin embargo, todo tiene su origen, y para llegar a la cumbre del mundo hay mucho que trabajar.

Seguro que todos los lectores recuerdan el día que Iker Casillas paró dos penaltis a Italia y llevó a la Selección por encima de cuartos décadas después. O cuando Andrés Nocioni falló el triple que tuvo a toda España pendiente de un hilo en el Mundial de 2006. O cuando Roger Federer estrelló una derecha cruzada a la red, entregando su reinado en Londres a Rafa Nadal. O el día que un heroico Fernando Alonso resistió las embestidas de Michael Schumacher en el mítico Imola.

Son cuatro momentos históricos que significaron el comienzo de un reinado en sus respectivos deportes. Las Selecciones de fútbol y basket, Nadal y Alonso han sido, y son, los máximos exponentes de la Edad de Oro del deporte español. Una Edad de Oro en la que el motociclismo, encabezado actualmente por Marc Márquez, tiene un papel protagonista. Y el pionero no fue otro que Álex Crivillé.

En un mundo dominado por los australianos, estadounidenses e italianos, y en el que todos se miraban por encima del hombro, un chico humilde, nacido en Seva, osó colarse entre los grandes de la categoría reina, un mundo hasta entonces desconocido para la afición española, acostumbrada a los triunfos de Ángel Nieto y 'Aspar' en las categorías pequeñas.

Se doctoró en la 'Catedral'

Crivillé, campeón de 125cc en 1989, era la gran esperanza del motociclismo español en la clase reina. Y demostró sus credenciales ganando el año de su debut su primera carrera, en Assen, suponiendo el primer triunfo español en 500cc, en una carrera muy accidentada, con las lesiones de Doohan y Rainey, y el fuerte accidente de Kevin Schwantz.

Foto: beemoto.com

El catalán había demostrado que no era un cualquiera. Que había llegado a 500cc con las intenciones muy claras, consciente de la dificultad del reto pero sin ningún techo ni limitación. Dos buenas temporadas (1993 y 1994) le valieron, nada más y nada menos, que acceder al equipo oficial de Honda, patrocinado por Repsol, como compañero del dominador de la categoría, el australiano Mick Doohan.

La victoria en Brno, punto de inflexión en su rivalidad con Doohan

El desafío era mayúsculo y Crivillé debía ser muy fuerte mentalmente y no hundirse ante la superioridad de Doohan. En su primer año como compañeros, el australiano apenas encontró oposición en el joven español, pero en 1996 Crivillé comenzó a disputarle las carreras de tú a tú, llegando a ganarle en dos mano a mano, en Australia y, especialmente, en Brno, en la famosa carrera de las dos milésimas.

En 1997, el objetivo era ya el título. Y el comienzo del 'noi de Seva' fue esperanzador, ganando de manera aplastante a Doohan en Jerez. Pero una terrible lesión en Assen dejaba el mano a mano entre los dos de Honda en un paseo militar del australiano, que llegó a ganar diez carreras consecutivas esa temporada. El asalto al título de Crivillé se retrasaba un año más.

Foto: Box Repsol

Fue en 1998 cuando más cerca lo tuvo. Tras varias victorias, llegó a la carrera de Montmeló, a falta de tres pruebas para el final, a sólo tres puntos del líder Doohan. Corriendo en casa, era una gran oportunidad para ponerse líder, antes de visitar 'territorio Doohan' en Phillip Island. Pero la peor pesadilla se cumplió. Crivillé fue arrollado en la primera curva, quedando enterradas su opciones de victoria en Barcelona, y el sueño del título, aparcado un año más.

Crivillé fue arrollado en la carrera decisiva

El palo de Montmeló fue muy, muy duro para el piloto catalán. Nunca se sabe si esa sería la última oportunidad de su vida. Es cierto que Doohan estaba en la recta final de su carrera, pero otros pilotos como Biaggi o, principalmente, Valentino Rossi, venían pisando muy fuerte y, si Crivillé quería coronarse, debía ser en 1999. Debía levantarse de la derrota más dolorosa y ser fuerte.

Sentenció el título en la primera parte de año

El presumible duelo entre Doohan y Crivillé se truncó en una de las curvas más rápidas de Jerez. El australiano, yendo al límite en los entrenamientos libres, voló por los aires y sufrió una gravísima lesión en la pierna que le dejaba sin poder competir el resto de la temporada. Terrible. Sin tiempo para decidir, Crivillé se encontraba 'de rebote' con la gran responsabilidad de ser el hombre a batir. ¿Sería capaz de aguantar la presión?

Foto: soymotero.net

Sí, y con matrícula de honor. Consecutivamente, ganó en Jerez, Le Mans, Mugello y, por encima de todas, una extraordinaria victoria en Montmeló, batiendo a Okada en la última vuelta y poniendo en pie el 'Circuit'. Tras seis carreras, contaba ya con 55 puntos de ventaja sobre Roberts y 61 sobre su compañero de equipo, el propio Okada. Podía permitirse asegurar e ir administrando la ventaja.

Cuatro victorias seguidas le dieron una cómoda ventaja en la general

Frenado únicamente por la caída en Assen, el catalán venció también en Donington e Imola, llegando a las cinco últimas pruebas con la cómoda ventaja de 66 puntos sobre Roberts y 68 sobre Okada. Tocaba lo más difícil, rematar el título. Y vaya si le costó al de Seva.

Lo que parecía estar hecho comenzó, poco a poco, a complicarse. Primero, una carrera imprevisible en lluvia en Valencia, que acabó con el catalán por los suelos y con Roberts reduciendo la distancia en la general. Posteriormente, dos inteligentes carreras en Australia (quinto) y Sudáfrica (tercero), unido a los errores de Roberts, le hicieron llegar a Brasil, el 24 de octubre, con únicamente Okada como rival.

Foto: soymotero.net

Sabiendo que un décimo puesto le daría el título, el de Seva completó una carrera sin demasiados sobresaltos que le permitió entrar en meta sexto, realizando un caballito y teniendo que parar en la primera curva para contener las lágrimas que se derremaban bajo su casco. Había hecho historia. Había completado una hazaña sin precedentes en el motociclismo español. Él, que había visto reinar a Rainey, Schwantz y Doohan, era el rey de la velocidad. Al final la humildad, el esfuerzo y la perseverancia tenían recompensa.

El triunfo de Álex Crivillé fue un premio a su perseverancia

El triunfo de Crivillé fue un premio a su perseverancia. Nunca se rindió ni se vino abajo ante la exultante superioridad de Mick Doohan en sus mejores años. Supo aguantar y esperar su oportunidad. No tendrá los números de Márquez, ni siquiera los de Lorenzo, pero nunca nadie le podrá negar la hazaña que logró en 1999 y el extraordinario legado que dejó para las futuras generaciones. Porque para Crivillé y para el motociclismo español, siempre será 24 de octubre.

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