Tres años después Suzuki ha vuelto a la competición. Tres, la misma edad con la que Maverick Viñales comenzó a montar en moto. Él, que siempre fue muy deprisa, acepta el reto de reconvertir en mito a la casa azul. Atrevido como es, no tiene miedo de perderse en la aventura. Sabe que no será cosa de un año, pero ya en 2015 está dando unos pasos que le colocan en lo más alto.
Viñales se ha convertido en el roockie del año. Con una moto aún en evolución ya es octavo en el mundial, por delante de la experiencia de su compañero de equipo y la de todos los demás. No tiene miedo de medirse con los 'grandes' y en cada gran premio busca el avance. Desde que comenzó la temporada en Qatar, sólo ha ido en aumento. Logró este domingo su mejor resultado en la categoría reina, sexto y en casa pues rodaba en Montmeló. Ese es el ritmo del talento: in crescendo.
El 12 de noviembre del año pasado, recién acabada la temporada, Maverick Viñales y Aleix Espargaró se subieron por primera vez a la nueva Suzuki. Fue la primera toma de contacto que les brindó la comparación con el resto de parrilla. No gustó al principio, quedando el mejor de ambos a un segundo del mejor clasificado. Ante la expectativa, la aspiración era intentar colarse en el top ten. Hoy no hay carrera en la que no se les vea en él.
Desde el comienzo han supuesto una evolución constante. No tenían prisa pero tampoco han hecho pausa. Tenían con qué trabajar, porque pueden presumir de tener un chasis envidiable. El propio Espargaró lo afirmaba calificándolo entre los mejores de la parrilla, pero el problema viene después. La diferencia con el resto la marca la potencia, no pudiendo alcanzar la misma velocidad con la que compiten sus oponentes. En este aspecto también han presentado mejorías, aunque la desventaja aún es palpable: si en Qatar perdían entre 15 y 20 Km/h en Montmeló se resujo a diez.
Así los objetivos han ido creciendo hasta el punto de hacer primero y segundo en la clasificación del GP de Cataluña, un hito para Suzuki. No lo lograban desde 1993, cuando Kevin Schwantz y Alex Barros tocaron la cima en Jerez. Han pasado de ser incógnita a ser protagonista y, aunque los resultados aún no puedan extrapolarse en carrera, están ahí a falta de más de medio mundial. Y eso ya es un mérito. La pole de Espargaró y el segundo de Viñales han hecho replantearse si la consigna de rivales es a largo plazo como se creía. Tras sólo cinco meses de proyecto, por lo pronto, se sabe que trabajan y a grandes zancadas. La humildad con la que entró la marca después del adiós de 2011 está al acecho.
Los 46 puntos que posee Maverick Viñales, y que lo hacen octavo, podrían incluso acrecentarse. El nuevo motor que estrenaron en el trazado de Montmeló ya ha dado resultados. El de Roses afirmó que ganaba un par de vueltas, ayudando la aceleración. Pero lo mejor aún está por llegar: el cambio seamless que disfrutarán y que permite cambiar sin embrague.
La marcha de Suzuki va a la par que su piloto. Viñales aprende rápido como demostró la primera vez que puso un pie en un gran premio. Era su primera temporada en Moto3 y en la cuarta carrera conoció la victoria. Asegura que ese adelantamiento en Le Mans fue el mayor de su vida. Tanto, que aún ahora lo recuerda. Está por ver si este 2015 también quedará grabado en su memoria, pero podría encontrarse ante el reto preparatorio hacia un título mundial. Podría tratarse de futuro, pero para llegar a él deberá ganar antes el presente. Todavía le sigue llevando la moto. No es capaz de controlar la moto como un campeón del mundo, no ya por el físico, sino porque no se acostumbra a las exigencias de esta. Tampoco termina de entenderse con la telemetría, idioma vital para hablar en MotoGP.
A sus 20 años Maverick Viñales es un portento. No hay quién dude de su talento porque siempre lo ha llevado por delante. Desde pequeño estuvo peleando con otros más grandes, dicen incluso que era de los pocos que encaraban, y ganaba, a Marc Márquez. Ahora, dicha del destino, vuelven a encontrarse. Suzuki hace de guía y alumbra una senda que parece inabarcable. El camino es incierto, pero sabrá que habrá llegado cuando el color de su máquina se funda con el azul del mismo cielo.