Campeón del Mundo. Todo gira en torno a eso. El sueño que se gesta inconsciente, o no, en sus cabezas antes incluso de que levanten un palmo del suelo. No hay límites en su lucha, los sobrepasan, haciendo de lo imposible su trabajo. Nunca se dan por vencidos hasta la línea de cuadros. Los hemos visto cruzarla elevando sus máquinas hasta el infinito, rebeldes,  levantando los brazos, clamando al cielo, y llorando bajo el casco, conmovidos por ser ese año el mejor del mundo.

En la memoria quedarán para siempre las lágrimas de Jorge Lorenzo. 8 de noviembre y él pentacampeón. Cruzando con su Yamaha el tiempo ha ganado a tres generaciones de campeones: Valentino Rossi, Casey Stoner y Marc Márquez. Ahí está el valor de un título mundial. Vencer al talento, incuantificable, de todos ellos. A su ambición. Ese es el orgullo. Tus rivales te hacen más grande. Lorenzo hoy puede mirar a todos ellos.

2010: Lorenzo es leyenda e iguala a Crivillé 

Viendo las carreras de MotoGP de los últimos años resulta difícil imaginar que hasta 2010 el único campeón español de la categoría reina hubiera sido Alex Crivillé en 1999. Pero llegó Lorenzo para seguir la historia. Un año donde fue más perfecto frente a las anomalías del resto. Cuarta cita del calendario y Valentino sufre su peor lesión hasta la fecha. Ocurre en su territorio, Mugello. Rodaba en los libres cuando salió despedido de una curva de izquierdas en un impacto fuerte con el que se fracturó la tibia y el peroné derechos.

Foto: Yamaha Racing

Tres grandes premios fuera de pista lo descolgaban de la lucha por el título casi de seguro. Y fueron sólo tres gracias a la recuperación 'milagrosa' que protagonizó, esperándose en un principio una ausencia mayor. En una temporada muy irregular de Stoner sólo quedaba Dani Pedrosa para sacarle los colores a Lorenzo. Se encontraba el último en estado de gracia. No había quién lo bajase del podio. Igual de bueno Pedrosa, que se llevó la victoria en el infortunio de Rossi.

A pesar de ello, Lorenzo siempre iba un paso por delante. Era su año y no quedaba duda. Mostraba un nivel superior que auguraba la corona pese a la mala suerte del resto de aspirantes: si Valentino regresaba en Sachsenring, Pedrosa decía adiós en Japón. Se rompió doblemente la clavícula, siendo imposible correr ese domingo y el siguiente en Malasia. Tuvo que despedirse, de nuevo así por lesiones, del título. Con una desventaja de 56 puntos con Lorenzo a éste la valía con ser segundo. Parecía que el destino le sonreía pero fue él mismo quién se lo ganó. Cerró la prueba nipona con trece podios de quince posibles, siete de ellos con victoria.

Foto: Yamaha Racing

Son los números de un Campeón del Mundo y se coronó como tal en Sepang. Ambicioso, sumó dos triunfos más como campeón en Estoril y en Cheste, que cerraba el mundial. Un total de nueve victorias frente a las cuatro de Pedrosa, las tres de Stoner y las dos de Valentino. Con toda la euforia de conseguir su primer título en MotoGP, se quedó algo insatisfecho Jorge Lorenzo por si las lesiones que sufrieron sus rivales ensombrecían su leyenda. Pero nada de eso. El mundo del motociclismo coincidía en que lo había ganado en pista. 

2012: Bicampeón en la retirada de Stoner

Comenzó Jorge Lorenzo ya fuerte ese 2012, ganando la primera carrera en Qatar. Toda una declaración de intenciones que le iba a costar más firmar. Se encontró ese año con un Dani Pedrosa espectacular que luchó hasta el final. El año donde más oportunidades tuvo Pedrosa de ser campeón. Tal era el nivel, que sumó en la campaña un triunfo más que el propio Lorenzo (siete frente a seis). Casey Stoner fue el artista de lujo de esa batalla que se libró toda la temporada. Les siguió con cinco victorias en el que iba a ser su último mundial compitiendo. Sin opciones, como un año atrás, quedaba Valentino Rossi. Contenido por la Ducati mostró la versión más reprimida de toda su carrera deportiva.

Foto: Yamaha Racing

Ese campeonato, pues, sería español. Pedrosa y Lorenzo. Ambos lo merecían. Rivales desde pequeños se encontraron reunidos en la mejor de las categorías, en la máxima cilindrada. Tan buenos los dos lo único que podría decidir el campeonato sería el error de alguno de ellos. Una batalla para el recuerdo la de Brno, llevándosela finalmente el primero en la última vuelta. El uno hacía grande al otro. Y así premio a premio. Regulares. Sacrificaba la victoria Lorenzo tan exigente como es, según reconoció tiempo después, para no ser el primero en errar.

Y lo consiguió. Penúltima carrera del año, Australia, y Dani fue al suelo. Se encontraba persiguiendo a Stoner, que ganó allí por última vez, cuando la cara amarga del motociclismo le marcó con una caída que lo dejaba fuera. Él, que venía de hacer el mejor balance de su vida, se marchaba de nuevo sin el apodo de campeón. Sí lo tuvo Lorenzo. Con un segundo volvió a llevarse el título en MotoGP. Lo hizo con cabeza fría, muy metódico, arriesgando lo justo. Y le sirvió.

2015: Pentacampeón del mundo

Hablar del pasado mundial es hablar de uno de los mejores de la historia. Igualado como pocos se resolvió en la última carrera, en Valencia, como más gusta. Allí dio un giro, cambió de manos. Valentino Rossi, impulsado por el deseo del décimo, mostró su mejor yo de los últimos años manteniéndose líder todo el campeonato, hasta el momento lo único que pudo hacer Jorge Lorenzo fue llegar a empatarlo.

Foto: Yamaha Racing

Antes del ecuador del mundial se sabía que el título sería de Yamaha. Para quién era la pregunta. A cada premio que se disputaba, más dudas. El tiempo corría y ambos lo hacían con él. Los dos rendían tanto como podían, alzando el motociclismo a su mayor esplendor. Comenzó Valentino ganando en Qatar y luego en Argentina (la tercera prueba) para sucederle Lorenzo llevándose hasta cuatro victorias consecutivas. Esa era la exigencia. Un tú a tú sin tregua. Si el mallorquín se coronaba en Brno el italiano lo hacía en Silverstone.

Entre batalla y batalla se colaba Marc Márquez, consiguiendo en el curso pasado un total de cinco victorias en la que fue la peor temporada de su carrera. Tenía las ganas, el talento que le hizo bicampeón, pero le faltaba su Honda. Esa máquina perfecta con la que voló esos dos años atrás. Intocable. Le tocó sufrir en cambio esta, contra esa moto rebelde, demasiado explosiva y sobrada de potencia, que no le dejaba buscar los límites, como él acostumbra a ganar. También peleó contra sí mismo, siendo el más ambicioso le faltó paciencia. Contenerse para estar arriba sin estar subido en el primer escalón. Tareas que deberá resolver en la futura campaña.

Foto: Yamaha Racing

Tampoco pudo estar ahí Dani Pedrosa. Los fantasmas del síndrome compartimental le visitaron de nuevo. Otra vez. Pocos pilotos han conocido la mala suerte tanto como él. Así se vio obligado a retirarse temporalmente de la competición en el inicio de la temporada. Se incorporó con motivación, ganando terrero poco a poco para acabar a lo grande. Se vio una versión de Pedrosa que hace creer en él como aspirante al título el próximo año. Resurgiendo de sus cenizas fueron las Honda las jueces del mundial, temibles y certeras en las últimas carreras del 2015.

Y si de por sí la llama no estaba suficientemente prendida, en Sepang ardió hasta límites nunca vistos y pensados. Por desgracia resulta imposible no contemplar este mundial sin el incidente ocurrido. El ambiente se caldeó en la rueda de prensa, cuando Valentino lanzaba contra Márquez, defendiendo el primero que el de Cervera relentizó a propósito el ritmo de carrera en Australia (que fue sin duda la mejor carrera del motociclismo moderno y posiblemente de la historia) pues tenía según él el objetivo de que éste no ganara el décimo a toda costa. Entre esas insinuaciones se gestó la carrera del domingo y la batalla en pista entre ambos no se hizo de esperar. Se buscaron el uno al otro, tensando tanto la cuerda que acabó con el de Honda por los sueños y una sanción a Valentino por sacar a Márquez de su trazada.

Foto: Yamaha Racing

A partir de ahí está todo más que dicho. Tuvo lugar un episodio donde el motociclismo ocupó un lugar en el mundo que debería de haber sido ganado de otra manera. Centrándonos en la actividad de pista, Rossi debería de salir último a consecuencia de esa penalización. Estaba obligado a la remontada, mientras que Lorenzo no podía volver a fallar tras el cero de Misano. Ambos cumplieron. Valentino llegó a ser cuarto, contenido en esa posición por las veloces Honda y la perfección de Lorenzo. No se puede calificar a éste de otra forma, porque en Valencia realizó el mejor fin de semana de su vida. Ganó a su estilo, de principio a fin. Sin nadie que le pisara a pesar de la sombra de Márquez y Pedrosa. Fue el título que más le costó conseguir. Donde más tuvo que dar. Las lágrimas asomaban bajo el casco porque sabía que había hecho historia. Merecida además. Y así ganó Jorge Lorenzo a tres generaciones.