Qué genio es Valentino. Ayer y hoy. Quizás no sea el más rápido, ni el más fino, pero sí el más listo. Siempre lo ha sido. Lo es todavía a sus 36 años. Un placer. En Silverstone, un lujo. Ver como un mundial le sonreía así. Él de nuevo tan favorito, tan líder. 

Brilló bajo un cielo encapotado, bailando el agua mejor que nadie. La lluvia siempre le fue, allí donde manda más el piloto que la máquina, una bendición donde pocos son rival. Reina la cabeza, por muy pillo que pueda ser él sobre la moto, la osadía sabia de quien ha hecho su vida en el mundial. Es por eso que donde va le aguardan. Símbolo de masas de un deporte que creció con él. Llena a la grada porque a día de hoy todavía se reinventa, batiendo a pilotos que un día soñaron ser como él.

Foto: Yamaha Racing
Foto: Yamaha Racing

Esa es la gracia. Que la promesa siga cumpliendo. Aunque no le sea fácil, pues bien se le complicó al principio ese fin de semana. Lorenzo y Márquez se encontraban en otra galaxia, volaron con el asfalto en seco. Rossi les seguía distraído, contenido de tan lento que iba. Él mismo lo reconocía. Necesitaba ir rápido, así que trabajó como acostumbra con su equipo el día previo a la carrera, tan dado él a los domingos. Pero en Silverstone, de tan fuertes que iban sus rivales, necesitaba un milagro. Y el cielo se lo trajo.

Le cambió pues la cara, perro viejo como es sabía que podía ser su día. Eso debería de pensar en su cabeza, ya que saliendo cuarto en la primera vuelta se puso primero. Y si Lorenzo perdía terreno, Márquez no cedía ni un milímetro. Allí estaban los dos de nuevo. Siendo uno reflejo del otro. Eran los que marcaban la pauta, dejando su estela siempre tan buena, y abriendo distancias con el resto. Si uno comparaba sus tiempos, veía que eran calcados. Dos pilotos en perfecta sintonía.

Foto: Yamaha Racing
Foto: Yamaha Racing

En su sueño de remontada, Márquez rodaba a la espera. Es la táctica que tantas veces se le ha visto ejecutar, estudiar a su rival hasta el detalle que le lleve a dar el golpe de gracia. Suele decir que de Valentino es de los que aprende más, pero esa vez algo le debió de fallar. Ni él mismo entendía bien el qué. Tan seguro se sentía que olvidó que su Honda ya no era tan fina, más en los límites de la lluvia, yéndose al suelo en la duodécima vuelta. Dejó sin compañía a Rossi, pues muy lejos rodaban los dos del resto, y acabó con la última esperanza de título. No sería para él ese año, si bien se llevó el mérito de permanecer siempre ahí.

Valentino no tenía más tarea que la de no fallar. Solo tenía que pilotar como sabe. Lo hizo y se armó la fiesta, pues Danilo Petrucci y Andrea Dovizioso le arroparon en el podio. Destreza remarcable del primero con un pilotaje en mojado que bien marcó la diferencia. En los percances de la salida, tras ver como todos los pilotos se dirigían a pit lane para cambiar de moto dirección de carrera optó por volver a formar parrilla, otros en cambio perdieron. El que más Lorenzo, solo pudo contener a Pedrosa, acabando a doce puntos y con Misano a la vuelta.