Última vuelta, última curva, dos pilotos y una victoria. Es el guion clásico de una carrera de infarto, pero aquella sería mucho más que eso. Crearía escuela y con ella, historia. 2005, Jerez: Valentino Rossi y Sete Gibernau, un duelo para los anales del motociclismo.

Era la carrera inaugural del año, nueva temporada y mismo objetivo: llevarse el campeonato. Valentino partía como campeonísimo, defendiendo el título, mientras Gibernau le seguía como había hecho un año atrás, desde la segunda plaza y dispuesto a dejarse la piel para alcanzarle. Era una rivalidad más que palpable, después del premio de Qatar un año atrás nada sería igual, pero de las que hacían afición.

Semáforo en verde y afloraron las ganas. Sete tomó la iniciativa ganando los primeros metros en ventaja de Rossi, tercero tras Nicky Hayden y por delante de Marco Melandri. Bastó un instante para que el italiano comenzara la caza, un aumento del ritmo con el que pasó a Hayden. Y ahí quedaban los dos, una vez más, a la delantera. Comenzó rápidamente el marcaje de Valentino, una tarea que le ocupó más de veinte vueltas. Aguardaba paciente, a la espera, calcando todos los movimientos de la Honda del español, sus trayectorias, como si supiera lo que le esperaba al final.

Foto: El País
Foto: El País

Ahí aguantaba Gibernau, no es fácil mantener a Valentino casi una carrera a la espalda. Más cuando sabes que va a lanzar su ataque, inevitable, más cuando el error es la victoria del otro. Penúltima vuelta de la carrera, Rossi echa el resto y se mete en Ducados, una curva que haría mella más tarde, liderando la prueba a escasos minutos para el final. Intentaba aventajarse, ya a casi cinco décimas, y cuando lo tenía todo dicho se pasó de frenada, abriéndole una puerta a Sete que sin duda aprovechó, recuperando el liderato por el exterior de la curva siete.

Tal era la historia. Un espectáculo perfecto. El mayor colofón vendría con la reserva de Rossi, que no se daba por vencido, presionó desde atrás como muy pocos saben y lanzó la primera inventiva, aunque Sete respondió de la misma forma. Sólo quedaba la última curva, de nuevo Ducados, y Valentino contempló un hueco por el interior, pequeñísimo, inalcanzable tan sólo para unos privilegiados, y se fue a por él. Intentó cerrar Gibernau por todos los medios, pero estaba hecho. De tan cerrada que era la maniobra fue imposible el toque del italiano sobre su Honda, carenado con carenado, alguien debía de ser el perdedor, fue el español que rodaba sobre la grava, aunque ello no le quitaría de cruzar segundo.

Así fue el duelo y muchos fueron los que lo contaron. Una curva llena de historias de una misma carrera. Tan importante fue que hasta tuvo su réplica, Marc Márquez copió la estrategia y la cumplió con éxito sobre el propio Rossi tres años atrás, cosas del destino. Por muchas versiones desembocadas del acontecimiento lo seguro es que se creó un recuerdo imborrable, una victoria de memoria. Una más de las ocho de Valentino en el circuito de Jerez, máximo ganador del circuito. Creador, con todo, de lo inolvidable.