Dakar. Nunca una palabra significó tanto. Correr en él es perderse, con la moto y uno mismo, hallar los límites, si es que existen, y encontrarse en la unión más bella de todas. Unido, como pocos, estará Marc Coma. Él es Dakar.

Lo será encima o no de la KTM. Uno nunca puede ocultar quién es y él es piloto. Como nuevo director deportivo, dice seguir pensando como uno. Es ese fuego que quema por dentro y que sólo responde pilotando. Su llama siempre fue especial, como lo serán las competiciones que esperan con él en los mandos. Un piloto que ama tanto lo que hace le es imposible fallar.

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Foto: AMV Prensa

"Para mí es una manera de devolver al Dakar todo lo que me ha dado. Dejar mi huella”. Son palabras de Coma, y hace preguntarse si es que a caso no la ha dejado ya. La respuesta se presenta cristalina, como siempre se mostró. Se quedó con parte de nosotros ese 15 de enero de 2006 en el Lago Rosa. Bendito domingo aquel en el que consiguió su primer Dakar. Campeón por primera vez. Se lo llevó en su amada África, allí donde sueña con regresar.

Marc Coma es eso. Esencia. Como sus doce participaciones en el Dakar. Son palabras mayores. De significado. Como los cinco que ganó. Cinco rallys de orgullo, alegría, lucha y sacrificio, pero sobre todo de entrega. Porque todo se lo das a la moto. Es la única forma de ganar. Él, humilde, añade algo más: "Para ganar el Dakar no vale sólo ser el mejor, también tienes que tener el mejor equipo humano".

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Dakar es poesía para el espectador, filosofía para los pilotos. Es un forma de vivir que se asume. Sólo así se sobrevive al rally más duro del mundo. Coma es superviviente de historia. Forma parte de ella y a partir de hoy preparará el camino para que la escriban otros. Asegura que al echar la vista atrás le da vértigo, ni se cree su palmarés. Deber ser difícil hacerlo, ¿cómo respondes a un sueño cumplido? Él preparando otros.

Con Marc todos hemos sentido, porque de todo ha padecido. Ante una prueba así no hay otra manera. Se sufre. Cuando te atiza la realidad, el abandono de 2007 por una caída en la 13ª etapa siendo líder con una hora de diferencia sobre Despres, cuando te sacude la crueldad de la suerte en 2012 con una avería también a falta de una sola etapa dejando el liderato, que era tuyo, de nuevo a tu mayor rival, y cuando sufres la mayor impotencia de todas, la de una lesión física como la que padeció en 2013 que no acompañaba la fuerza de su espíritu, sin poder entrenarse siquiera ese año.

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Pero sin ese dolor no hubiera entendido todas las victorias. Como sólo hacen los más grandes, regresó para triunfar y retirarse con los máximos honores, ganando. No se le puede pedir nada más por ello. Porque además de sus triunfos dejó su sello, su estilo, esa huella que alegaba al principio tan difícil de conseguir. En ese Dakar, que comienza ahora, ya puede entreverse. La importancia de la navegación, exquisito navegante que es él, la técnica demanda del terrero que prima sobre cualquier tecnología, y la crudeza, aún más presente, de una prueba diseñada a un ritmo in crescendo, dice él que para que gane el más completo. Es la experiencia la que habla, el corazón que dicta.

Quizás, con los años, uno podría pensar en Marc Coma recordando sus triunfos, volviendo a 2006, 2009, 2011, 2014 y 2015. Pero está en los doce que ha corrido. En todos y cada uno de ellos. En las etapas que se ven, se sienten, pero no pueden ser contadas. Es esa falta de palabras. Porque siempre hizo más bello el raid más bonito del mundo. Comenzará hoy el primer Dakar sin el Coma piloto, pero no sin él. Eso es imposible, porque siempre estará. Como dice Álex Crivillé, con permiso diremos que su sueño fue nuestro. Gracias.