Jordi Torres dejó grandes sensaciones en su primer año en Superbikes. El piloto catalán aterrizó en un campeonato totalmente distinto al mundial de Moto2. Dejó atrás la igualdad del mundial a la diversidad de las Superbikes. Por primera vez tuvo que familiarizarse con conceptos como la electrónica o el freno motor, además de competir con motos derivadas de serie, en lugar de máquinas exclusivamente de competición.

Pese a las grandes diferencias, su temporada no defraudó. Su primera parte de temporada fue muy buena. El novato no tenía problemas para entrar directamente en las luchas por la pole. Su única dificultad era ganar esas tres décimas para pelearse con los jefes de la categoría. Rea estaba un paso por delante de todos y Davies y su compañero de equipo, Haslam, eran fijos en los podios. Así, siempre estaba un escalón por debajo de los mejores.

Coge el relevo de Checa en Imola

Todavía faltaba mejorar en los inicios de carrera. Confiar ciegamente en el neumático delantero frío y tirar a tumba abierta para que el tren de cabeza no se escapara. La recompensa llegó en la segunda carrera de Imola. En circuito tan complicado -estrecho, largas rectas y muchas apuradas de frenada-, Jordi Torres pudo plantar cara al batallón británico y acabar tercero. Se convirtió en el primer español desde Carlos Checa en sumar un podio en el campeonato.

Todo hacía indicar que se le vería constantemente en los puestos de cabeza, pero la realidad fue otra. Jonathan Rea se paseaba en cada circuito, Sykes reaccionaba, las Ducati se mostraban muy competitivas y Haslam era un fijo entre los tres primeros. Demasiada competencia y encima muy feroz. Jordi Torres hizo grandes carreras -como las dos de Laguna Seca-, pero no pisó más el podio hasta final de año.

Fin de temporada ilusionante

Fue ahí donde demostró todo su potencial. Se había acoplado a la perfección al campeonato, entendió perfectamente el comportamiento de las gomas Pirelli y aprovechó los puntos fuertes de la Aprilia. En Malasia mostró cómo gestionar unos neumáticos que se destrozaban antes del ecuador de carrera. De nada valía retorcer la maneta del acelerador si después la goma patinaba en exceso. El de Rubí acabó tercero en Sepang para sumar el segundo podio del año.

Pero todavía quedaba lo mejor por llegar. En Jerez, delante de toda la afición española y en un trazado que se sabe de memoria, dejó patente que ya había llegado al nivel de los mejores pilotos. Nada pudo hacer para luchar con Davies, pero regaló a los allí congregados una bonita batalla con su compañero de equipo. Torres mostró a Haslam que quería ser el número uno del equipo y le ganó la pelea por la segunda posición.

Pero la gran hazaña llegó en la última cita del año. Jordi Torres fue el único en plantar cara a Jonathan Rea en la primera manga de Losail. El español quiso acabar la temporada por todo lo alto y ganó el mano a mano al campeón, al piloto que no encontró rival en todo el año, hasta que apareció Torres. Buscó el doblete, pero rebasó el límite de los Pirelli y se fue al suelo cuando luchaba por ganar la segunda prueba. Gran colofón de un primer año siempre difícil.

BMW, su nueva casa

Con el excepcional final de temporada, Jordi Torres apuntaba a ser uno de los favoritos para quitarle el título a Rea. Pero Aprilia decidió abandonar el campeonato para centrar todos sus esfuerzos en MotoGP, donde necesitan dar un paso de gigante para pelear constantemente con las otras fábricas. El español se quedó sin equipo, hasta que el Althea Racing se fijó en él.

La estructura con la que Carlos Checa fue campeón en 2011 dejó Ducati para enrolarse en el proyecto de BMW y necesitaban un piloto para aspirar al campeonato. Jordi Torres contará con el respaldo de una marca con un gran prestigio para asaltar la corona de Rea. No será una tarea sencilla, pero la lucha y el sacrificio del catalán, sumado a la ingeniería y el trabajo alemán, pueden ser un gran rival para el campeón. Veremos si el kneeground estará asiduamente en los podios de la temporada 2016.