Joven, negra y con talento
Contraportada del "Nina Simone Sings the Blues"
For every dark night, there’s a brighter day.
Tupac Shakur
 
Nació cuando Billie Holiday ya había sacado su primer disco, y no comenzó a triunfar realmente hasta después de que Lady Day hubiese muerto de cirrosis a los 44 años. Empezó a tocar el piano con tres años en la iglesia metodista de Tyron (Carolina del Norte) en la que su madre era pastora. Tenía talento. Pero Eunice Kathleen Waymon nunca quiso ser cantante. Ella quería interpretar tocatas de Bach —como todo músico que se precie—; soñaba con convertirse en una gran concertista, la primera gran concertista negra. Consiguió que un fondo local le pagase el instituto y unas clases de piano para preparar su acceso al Curtis Institute of Music de Filadelfia. Atribuyó el hecho de que la rechazaran al racismo y lo reconoció como el punto de partida de su posterior trayectoria como activista por los derechos civiles. Algunos años antes, sus padres habían sido obligados a abandonar la primera fila de un recital de piano para dejar sitio a otros asistentes que, casualmente, no eran negros.
 
A pesar de su prematuro encuentro con los prejuicios raciales que dominaron la sociedad estadounidense de posguerra, no fue hasta 1964 cuando comenzó a hacer demostraciones públicas de su compromiso con la lucha contra la discriminación. Cantó Mississippi Goddam en el Carnegie Hall ante una audiencia perfectamente definible con el peyorativo acrónimo WASP (en inglés, «blanco, anglosajón y protestante»), que rio al principio de la interpretación al creerla cómica y acabó avergonzándose de su carcajada al advertir el ridículo de su propio sistema de valores. No me hagan caso, lo más probable es que saliesen del teatro y diesen un dólar a algún negro para que les limpiase los zapatos con saliva o les acercase los abrigos hasta el coche. Pero The High Priestess of Soul (La Suma Sacerdotisa del Soul) ya había marcado su camino. Les dejó claro que no estaba bromeando y, a partir de esa fecha, empezó a involucrarse plenamente en acciones a favor de los derechos de los negros. Se incorporó a los Panteras Negras y criticó a Martin Luther King Jr., de quien también fue amiga personal, por evitar la violencia.
 
Acudió a la Juilliard School of Music de Nueva York durante cuatro años en los 50. Sin embargo, la falta de recursos y el rechazo racial la hicieron abandonar y empezar a ganarse la vida como pianista en locales nocturnos. Renunció a la música académica por el jazz, el góspel y el soul y fue obligada a cantar por el dueño del Midtown Bar and Grill, en donde trabajó en Atlantic City. Tres años después de empezar a cantar ya había grabado su primer álbum, Little Girl Blue (Bethlehem Records, 1958) gracias al I Loves You, Porgy, que aprendió de Billie Holiday (en una versión del compositor neoyorquino George Gershwin). Se casó ese mismo año, y antes de acabar la década ya se había divorciado y cambiado de discográfica.
 
Tenía un poco de Ella Fitzgerald y de Billie Holiday. Como ellas, tenía mucho de Marian Anderson, aunque ella prefiriese la comparación (artística) con María Callas. Al piano, era Duke Ellington y también Johann Sebastian Bach. Cantaba con una pasión ardiente, casi mística, que se convertía en rabia cuando destripaba la hipocresía estadounidense en Four Women o cuando versionaba solemnemente el Strange Fruit de Holiday. Su personaje tenía toques de las grandes y excesivas eras del pasado. Se llamó Simone por una actriz francesa que interpretaba a una diva de la Belle Époque en la película de 1952 Casque d’or (Simone Signoret) y su canción más famosa, My Baby Just Cares For Me había sido interpretada por primera vez por Eddie Cantor —ese personaje vodevilesco que cantaba en el Broadway de los exuberantes 20—.
 
Nina Simone dijo en una ocasión: "moriré a los 70 años, porque después sólo hay dolor". Y, en cierto modo, su premonición se cumplió el 21 de abril de 2003, cuando falleció en Carry-le-Rouet (Francia) con 70 años y 2 meses, exactamente. Antes de vivir en Europa, estuvo en Barbados y Liberia, primero huyendo del repugnante desprecio a la causa de los negros que culminó con el asesinato del doctor King, y luego de la Administración estadounidense, que la perseguía por evasión de impuestos —decisión que había adoptado como protesta ante la guerra de Vietnam—.
Diez años después de su muerte, no hay forma de negar la impronta de Simone en la sociedad de nuestro tiempo de muchos modos, predominando obviamente el musical. Desde Bob Dylan a Antony Hegart, pasando por la más evidente influencia en la voz de Aretha Franklin, no hay músico viviente que rechace su legado. Por suerte.
 
 
(Si quieren otra pizca de la Suma Sacerdotisa del Soul, también en VAVEL, pulsen aquí).
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