Ser Elvis, ser el Rey
Foto: VAVEL

En la cumbre de la música universal nos encontramos a Elvis Aron Presley, está en compañía de otros grandes como Michael Jackson, Billie Holiday, Frank Sinatra, John Lennon, Aretha Franklin, Ray Orbison, Bob Dylan, tantos y tantos talentos. Elvis es sin duda alguna uno de los grandes arquitectos del rock & roll, a lo largo de su vida profesional supo crear el rockabilly, un estilo de tempo rápido impulsado por un constante ritmo fusionando el country y el rhythm and blues. Como defendía Leonard Bernstein, “Elvis fue la mayor fuerza cultural en el siglo XX. El introdujo el ritmo en todo, la música, el lenguaje, la ropa, fue una revolución social totalmente nueva... Los ‘60 vienen de él”.

Su guitarra colgando, patillas hasta el lóbulo, ropa de colores fuertes, cuello alzado y un tupé engominado que volvió loco al mundo. La figura de Elvis es plena, luminosa, talento a raudales, desbordante pero a la par lo tremendo, lo tenebroso, lo sombrío, la bruma que lo envuelve todo, aquella que envolvió una parte muy significativa de la vida personal del Rey. Las drogas, sus propios monstruos internos, todo lo tenebroso y maravilloso de un personaje universal que nació, vivió y murió por y para la música. Un genio del que John Lennon llegó a afirmar “Antes de Elvis no había nada”. Peter Guralnick nos lo retrató al milímetro en una maravillosa biografía, subidos en el último tren a Menphis y, condicionados por unos ‘Amores que matan’ nos mostró las luces y sombras del Rey del rock.
Por ello en estas líneas sin pretensiones biográficas no busquéis la perfección sino el recuerdo de una de las figuras icónicas más brillantes. Tratando sobre un imperfecto de tomo y lomo, tan maravilloso como Elvis, los claroscuros gravitan incesantemente por el perfil artístico y personal de un joven desconocido y ojos melancólicos de Tupelo que logró convertirse en el mayor y más revolucionario intérprete de la historia de la música.

En la modesta Tupelo ciudad más grande del condado de Lee, Misisipi, existe una estatua erigida a un Elvis adolescente de unos trece años, que con guitarra en mano emprende camino a Memphis y los sonidos negros. En su corazón de bronce se advierten los latidos del blues, del country, y el góspel, la ciudad que le vio crecer así lo recuerda. Nacido un 8 de enero de 1935 en una modesta casa construida a principios de los años ‘30 por Vernon Presley, la infancia de Elvis estuvo marcada por su pertenencia a la ‘white trash’, la basura blanca situada a escasa distancia de la exclusión marginal de los descendientes de los esclavos negros. Posiblemente por ello Elvis fue adoptado por la sociedad norteamericana más profunda como ejemplo y paradigma de que el sueño americano era posible.

Como hijo gemelo sobreviviente de Vernon y Gladys Smith Presley, Elvis recibió una acusada sobreprotección por parte de Gladys, una madre, que sin duda marcó profundamente su trayectoria vital. El hecho de aquella dolorosa pérdida propició que Gladys prácticamente viviera para hacer feliz a ese hijo que pudo arrancar del umbral de la muerte. Su madre marcó sus primeras tendencias musicales, las insondables motivaciones rítmicas y sonoras que le llevaban a ser feliz cantando y escuchando cantar.

Escuchando a un artista desconocido llamado Mississippi Slim, al que descubrió en la estación de radio WELO. Slim jamás tuvo éxito pero Elvis descubrió en aquel artista local la trascendencia de la originalidad en el mundo de la música, el amor por las notas, los acordes de guitarra y la grandiosa diversidad musical de un mundo que iba a revolucionar. En 1941 ingresó a la escuela primaria East Tupelo Consolidated (hoy Lawhon School), donde comenzó a desarrollar sus inquietudes musicales. Allá en Tupelo se interesó vivamente por el Country Western y por el Gospel, que empezó a cantar en la Iglesia Primera Asamblea de Dios, una de las más pobres, en la que conectó profundamente con los cantos espirituales e hizo las delicias de los congregados junto a su primo Syles Presley, que tenía también un cuarteto de Góspel.

Sus escapadas para ir al “Saturday Jamboree” de la WELO eran constantes, la música le apasionaba tanto como enfundarse en sueños la piel del Capitán Maravilla, su superhéroe favorito con una historia personal curiosamente similar a la del Rey. A la edad de once años y coincidiendo con su aniversario Gladys le regaló su primera guitarra, el rifle de calibre 22 que tenía pensado comprar quedó para otra ocasión, pues en las manos de Elvis jamás se vio arma más poderosa que la música y su guitarra.

Era feliz en Tupelo pero la delicada situación económica de la familia le obligó a cambiar de residencia emprendiendo su legendario camino a Memphis, donde acabó por demostrar su pertenencia al profundo sur. No acostumbraban a salir estrellas por el sur y Elvis fue una maravillosa rareza, en su ADN sureño de blanco portaba el rhythm and blues negro, la segregación racial encontró un creativo punto de fuga y unión en la figura del joven de Tupelo, que aportó grandeza y legitimó el término acuñado por Alan Fredd en 1951: Rock and Roll.

Con "My Happiness" grabó su primera maqueta, pero fue en los míticos estudios de Sun Records, donde Elvis grabó su primer disco, lugar en el que forjaron sus leyendas otros grandes como BB King, Muddy Waters, Rufus Thomas, Carl Perkins o Jerry Lee Lewis. En aquellas paredes insonorizadas de la mítica Sun Records nació el rock and roll y Sam Phillips tuvo gran influencia sobre ello. Por tan solo cuatro dólares grabó un disco en el Memphis Recording Service (Sun Records), y aunque Sam Phillips, no le escuchó en primera instancia, desde el primer segundo en el que conectó con su voz, supo que estaba delante de una estrella. Fue así como inició su carrera como cantante, junto a un pequeño grupo formado por Scotty Moore y Bill Black, con los que consiguió vender 20.000 copias de “That’s All Right Mama”, junto a “Fats Man”de Fats Dominó, la primera canción de rock and roll.

El sonido creado por Elvis era algo realmente único, original, agregó elementos de rhythm and blues a la música country y viceversa, combinando así géneros musicales que hasta entonces habían permanecido distantes. Una canción de aire lúgubre, Heartbreak hotel, fue el extraño bautizo de Elvis en el número uno en ventas, pero esa cadera dislocada que enloqueció a las jovencitas jamás habría supuesto nada sin su estilo único y aquella voz con la que nos regaló: Your Always on my mind, In the guetto, Hound Dog, Blue Suede Shoes, Suspicious minds, Can´t help falling love, If I can dream, American trilogy, That´s all right, A Little Less Conversation, Live in Las Vegas, Love me tender, Jailhouse rock…

Afuera, en la oscuridad, hay una luz que se enfrenta a sus propios monstruos internos, los ojos ígneos de Elvis iluminan una vida en blanco y negro, tocando la genialidad por los lados más separados y opuestos de la contradicción. Elvis era un genio, la contradicción, belleza y anomalía de una música que se democratizó con su estelar aparición. Pero Elvis no se convirtió en un fenómeno social hasta que cayó en manos de El Coronel Tom Parker, un tipo con nula sensibilidad artística, pero con un gran olfato para los negocios. Manager y cabeza pensante que revolucionó con sus técnicas el mundo del espectáculo, cuando aún no existía el culto a la celebridad pop, construyó el fenómeno Elvis. Bajo su asesoramiento se convirtió en el músico mejor pagado de la historia, además del actor con el caché más alto de Hollywood. Hizo su debut cinematográfico con la película Love Me Tender, actuó en un total de 31 películas y rodó dos documentales. Aquellas cintas no pasarán a la historia por su calidad, pero con ellas modeló la figura icónica que cautivó a toda una generación de norteamericanos.

El precio a pagar fue demasiado alto, pues Parker le arrebató durante casi una década aquello con lo que realmente era único y feliz: los directos y las noches cantando en los estudios de grabación. Para cuando regresó de forma triunfal en Las Vegas en 1969 ya era demasiado tarde, la adicción le había consumido y no había camino de retorno para El Rey. Mr. Hyde había engullido al Dr.Jekyll, la vida voló a demasiada velocidad para un chico que comenzó a coquetear con las drogas en Alemania, mientras cumplía con sus obligaciones militares, justo después de encajar el mayor y más doloroso golpe de su vida: la muerte de Gladys en 1954. Cuentan que aquello le marcó tan profundamente que Elvis jamás volvió a ser el mismo, desde aquel momento buscó incesantemente en sus esposas y amantes la madre que perdió en el camino y tanto le protegió, es más se afirma que en su vida íntima las mujeres dejaban de tener atractivo sexual para convertirse en sustitutas de aquella relación materno filial que tanto echaba de menos. Curiosamente durante su estancia en Friedberg (Alemania), conoció a su esposa Priscila Ann Beaulieu, que le dio una hija (Lisa Marie) y se convirtió en la segunda mujer más relevante de su vida.

Elvis fue un personaje sumamente contradictorio, nadie era capaz de comunicar emociones como lo hacía él, pero en cambio reservaba una fluctuosa vida interior que colgaba en demasiadas ocasiones del vacío. Durante su último tramo vital acostumbraba a pasar de la depresión a la esquizofrenia, de la melancolía a la hiperactividad, de la amabilidad a la ira y de ahí a la histeria, de sus 70 kilos de peso a esos más de 115 que impactaron al mundo e hicieron volar en pedazos el sueño americano. La separación de Priscilla fue uno de los detonantes que le hicieron sumergirse definitivamente en el caos. Llegó un momento en el que Elvis dejó de tener el control de su vida, que pasó a manos de las drogas y la crueldad de un mundo absolutamente artificial. Todo aquello le llevó recluirse en las paredes de Graceland, en la almena de la soledad, mortificado por preguntas jamás encontró las respuestas que buscaba.

A Joyce, una de sus amantes le llegó a decir: “Todos tenemos a la divinidad dentro". "Entonces, si somos dioses, o llevamos a la divinidad dentro, ¿para qué necesitamos drogas?", inquirió ella. "El silencio es el lugar en el que descansa el alma. Es sagrado. Y es necesario para que nazcan nuevos pensamientos. Para eso sirven mis pastillas. Para llegar lo más cerca posible del silencio".

En busca del silencio se vio atrapado en la madeja tóxica y tenebrosa de la droga, su vida iba claramente a la deriva. Elvis era víctima diaria de las dexidrinas para desayunar, inyecciones de vitaminas, combinados químicos para mantenerse despierto y bombas variadas de Valium y otras sustancias para inducir el sueño. Cuentan que el Dr.Nick (de infausto recuerdo) le llegó a recetar más de mil pastillas. En esencia fue un incesante buscador de respuestas al que demasiadas preguntas se le acumularon en el recibidor de las emociones, justo en el centro del pecho y al borde del alma. Elvis se adentró en la afanosa búsqueda de las grandes preguntas y tras cientos de libros sin recibir respuesta, Larry, su peluquero gurú, le abrió las puertas de la teología. "Tienes que dejar tu ego a un lado para dejar entrar a Dios, olvídate de los libros y del conocimiento y vacíate para que Dios pueda entrar en ti". Un buen día mientras conducía su coche en silencio a través del desierto, creyó ver a Stalin dibujado en una nube. Paró el coche y gritó excitado: "¿Por qué Stalin, qué hace ahí arriba?". El rostro de Stalin se transformó en el de Cristo y ahí fue cuando Elvis creyó haber tenido su primer encuentro con Dios.

Lo cierto es que hasta su último día de vida, en el callejón sin salida de Graceland, siguió buscando a Dios, pues junto a su cuerpo, desmadejado e irreconocible, tumbado en el suelo, con los pantalones del pijama dorado bajados hasta los tobillos y el rostro enterrado en un charco de vómito sobre la mullida moqueta, se encontró un libro: "La búsqueda científica del rostro de Jesús". El único problema es que emprendió esa búsqueda por caminos equivocados, pues el verdadero rostro de Dios siempre residió en su voz y llegó a estar más cerca de lo que jamás había imaginado.

Jamás dejó de buscar el rostro de Dios, y en esa búsqueda de la perfección olvidó que la verdadera grandeza se encontraba en la imperfección. El muchacho que un 30 de julio de 1954 en el “Overton Park Shell” de Memphis, paralizó al mundo con su voz y su sacudida de piernas, se convirtió en un gordo adicto a la deriva, y el sueño americano en su particular pesadilla. El 16 de agosto de 1977, alojado en la soledad de su coraza el personaje más imitado de la historia de la música comprendió que todos querían ser Elvis menos él…

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