Alberto Cortez, música con alma
Foto: Javier Valenzuela (http://teatro-nescafe-delasartes.cl)

En un rincón del alma guardamos la voz del cantautor y poeta de las cosas sencillas, la elegancia de un artista nacido en 1940 en Rancul, provincia de La Pampa (Argentina). Es Rancul por tanto su infancia, una etapa feliz y armoniosa, que flota en aquel recuerdo, en ese aire incontaminado del pueblo en el que se quedaron para siempre los despertares a la vida, los sueños, la fantasía, la imaginación y naturalmente las esperanzas. Recuerdos compartidos junto al Bierito, el Cuqui, el Lito, el Aníbal, el Eduardo, el Chiche, el vasquito, piezas y amigos de infancia que componen su puzle de la inocencia. Pero la infancia se fue difuminando con el crecer de las alas de un pequeño que comenzó a ser mayor, que desde muy niño concibió la vida como una partitura, un poema, un verso, el jeroglífico de los sentimientos codificados en notas y palabras, traducidas en grandes letras gracias a la piedra roseta de su música.

El conservatorio Alberto Williams de Rancul, al que comenzó a acudir desde que tenía seis años, educó sus enormes inquietudes musicales, poéticas y artísticas, de esta forma y con tan solo doce años compuso su primera canción Un cigarrillo, la lluvia y tú. A la citada edad ingresó en el colegio secundario Manuel Ignacio Molina de San Rafael, provincia de Mendoza. Prosiguió con sus estudios de música en el Conservatorio Chopin de San Rafael bajo la tutela del profesor Robert Whermouth. En esa época entró a formar parte de la orquesta Arizona dirigida por Ricardo Ortiz y Luis Pasquier, compartiendo cartel con Enrique Llambí. Alberto se hizo conocer como Chiquito García, en 1958 se marchó a Buenos Aires e ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, sufragando sus gastos en la universidad cantando con su guitarra. Fue parte integrante de varias orquestas como músico y vocalista.

Alberto Cortez, era un chico tremendamente creativo, dotado de una especial sensibilidad artística que dejó patente allá por donde pasó con el eco de su poderosa voz y su no menos poderosa sensibilidad musical y poética. Recorrió Argentina con la orquesta Jazz San Francisco y en los descansos de la gira deleitaba a la gente poniendo voz y versos al sonido de su guitarra. Para aquel entonces Alberto lo tenía muy claro, y con el objetivo de dedicarse en cuerpo y alma a su vocación, abandonó la universidad. Hugo Díaz le propuso integrarse a su grupo y viajar a Europa con un contrato de seis meses para integrar el espectáculo Argentine international ballet and show, que no logró calar en el público, no así la profunda y poderosa voz de Alberto, que impresionó y caló hondo en el productor musical Willy van de Steen. Grabó Sucu Sucu, su primer disco para Moonglow Records que en Bélgica se convirtió en nº1. Tras una trepidante etapa de idas y venidas por EEUU y Canadá, época en la que llegaron a ofrecerle incluso convertirse en un ‘latin lover’ en La Meca del cine, de la creatividad del cantautor de Rancul comenzaron a brotar canciones inolvidables. Cortez compuso y grabó Renata, canción que Mina convirtió en un éxito mundial con una versión titulada Renato. Posteriormente viajó a Francia, donde compuso y grabó La escalera, mientras su disco Sucu Sucu y, muy especialmente, Las Palmeras, se convertía en un gran éxito en España.

Enrique Martín Garea le mostró el camino, su verdadero destino cuando le ofreció cerrar un contrato con Hispavox para grabar discos destinados a España y países de Latinoamérica. Tras casarse en Bélgica con Reene, se instaló en Madrid en 1964. A partir de ese momento de la intensa relación del cantante argentino con España surgió la intensa aventura de la composición como ecuación poética del alma. Participó como autor en el festival de Mallorca con la canción Me lo dijo Pérez. No salió ganador, pero el tema interpretado por cantantes como Karina, Mochi o Los Tres Sudamericanos se convirtió en un gran éxito.

El 22 de abril de 1967 no fue un día más en la vida de Alberto Cortez, puesto que el cantautor argentino se presentó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, con su verdadera idea de la composición y la música. Más conocido por temas comerciales, el Cortez que se abrió en canal ante el público, deleitó con una firma que ya sería inconfundible, estableció una ruptura crucial en su carrera que encandilaría al público. El Alberto más genial e intimista asombró a una audiencia, que vibró interiormente y conectó espiritualmente con el artista gracias a canciones de Yupanqui, Dávalos y la inclusión de los poemas 15 y 20 de Pablo Neruda, pero muy especialmente por su maravillosa canción En un rincón del alma. La crítica fue abrumadoramente unánime, un nuevo genio de la canción acababa de abrir sus alas para volar libremente por el verso en el pentagrama azul de las notas.

Voló para siempre El compositor, el cantante, título con el que bautizó al disco publicado en 1969 con canciones como Cuando un amigo se va, El abuelo, Hay un Madrid, etc. Desde entonces no paró de componer, de escribir y cantar a la vida. Con cuatro Discos de Oro y cuatro Heraldos de Oro, los reconocimientos internacionales jamás harán justicia a su música y su poesía, aquella con la que llenó numerosos momentos de nuestras vidas. Qué se puede decir de Cortez que sus versos y canciones no hayan contado, que su desgarrada e intensa voz no haya trasmitido, pues quizás que en el caso de Don Alberto descubrimos al juglar de las cosas sencillas, un arquitecto de las palabras cuya voz, que es la de la poesía, la de los soñadores, la voz de la vida, posee la capacidad de crear música con alma. No en vano sus canciones orbitan en esa frecuencia intangible, sus más de setenta discos editados tienen el ángel de la sencillez, pues las cosas sencillas siempre fueron las más complejas de transmitir. Y Cortez es el sencillo más puro, cantautor y adalid de la poesía que nos hizo interesarnos por la belleza de un verso. Este artista universal que arrebata vivencias a las notas y las traduce en verso cantado fue maestro para genios tan grandes como Joan Manuel Serrat. En el círculo de los afectos Alberto Cortez es la voz que te muestra el camino, la que ocupa los rincones vacíos del alma.

Caballero de la música y de la vida hoy es un viejo profesor de palabras sabias, siempre bellas, un poeta como un piano atrapado en su tabla armónica. Hoy casi cinco décadas después la música, la cultura y la gente, sigue agradeciéndote que un buen día decidieras encerrarte con una orquesta en el Teatro de la Zarzuela de Madrid para demostrar que la música tiene alma, Alma mía, que la poesía es vida y se puede cantar. Pues Alberto es un trovador que se cobija a la sombra del árbol de la vida, es Mi árbol y yo, Castillos en el aire y Miguitas de ternura en la plaza del mundo. Con sus canciones Te llegará una rosa cada día, una rosa en la mañana, pues A partir de mañana aprendimos a vivir gracias a sus letras. Como el primer día Alberto es alfarero de la poesía, como él No soy de aquí ni soy de allá es un Callejero con el sol a cuestas que Camina siempre adelante. Don Alberto es El Abuelo que en un viejo barco subió a la carreta de subir la vida, es un tizón encendido que no se puede apagar, una estrella que se ha perdido Cuando un amigo se va. Y En un rincón del alma guardamos al poeta, gracias maestro, Gracias a la vida.

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