Se ha ido con el viento
La aguja se desplaza por vinilo y los altavoces hacen el resto. | Foto: Brian Cannon.

El teclado, como si de un telegrama se tratara, envía un mensaje de alerta. Auxilio. La bateria y los coros aparecen en escena para acoger una voz que no tiene nada que esconder, que lo ha perdido todo y está desesperada. Puños cerrados con fuerza, la misma con la que los dientes muerden el labio inferior... Las ansias de recuperar aquello que se dejó escapar inunda la escena.

Gloria Jones no reserva nada y en el estribillo saca el valor de decirle al viento, que se llevó lo que ella más atesoraba. Lo maldice con rabia. La cantante no desfallece y prosigue con su llamada de socorro. Para entonces los que la escuchan, lejos de alarmarse, han quedado hechizados con las palmas, los coros y el telegrama que se repiten para no dar tregua al silencio.

En la oscuridad se adivinan brincos, piruetas, manos en el aire o en el pecho, como si quisieran arrancarse un pedazo de corazón y compartirlo con aquel ser necesitado. Ojos cerrados que no necesitan ver nada de lo que ocurre a su alrededor. Uno no puede dejar de sentir que no debe haber droga más dura que aquella que inunda su cuerpo en ese momento. Ninguna que lo eleve tanto del suelo, que le haga sentir tan fuerte y capaz. Le roba todos los sentidos y se apodera del oyente por vía auditiva.

Todo parece que va a salir bien, que todo se puede resolver. Que el clima creado es el ideal para que aparezca, como en un final de película de Hollywood, el amor que tanto ansía Gloria Jones. Reencuentro, besos y final feliz. Sin embargo, el Northern Soul son chutes de vida. Y en la vida, no todo sale bien. El viento que se llevó la felicidad de la cantante se lleva también su voz cuando ésta se da finalmente por vencida tras casi tres minutos de pura intensidad.

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