Todo parecía dispuesto en Río para coronar a un rey en la espalda masculina, el estilo sin amo desde Aaron Peirsol. Ese era Mitchel Larkin, un australiano de 23 años, ganador de los 100 y los 200 metros en el último Mundial de Kazan. En la semana de su entronización, Larkin solo consiguió rascar una medalla de plata. Claudicó ante el estadounidense Ryan Murphy, un rubio de 21 años de Illinois que ya escaló con 17 al podio del Mundial en piscina corta de Estambul en 2012, pero que no se ganó el billete para Rusia. Se preparó para los Juegos y de Brasil sale como nuevo campeón olímpico de los 100 y los 200m de la prueba que se nada sin mirar el agua.

Es el síntoma más claro de lo que está ocurriendo en la piscina de Río. Estados Unidos llegaba tras un Mundial preocupante más allá de su icono Katie Ledecky. Para Río sumó a un Phelps incapaz de perder y está encontrando vetas de oro inesperadas. Mientras, Australia, la otra gran potencia, ve cómo sus esperanzas naufragan. No es solo Larkin: Cameron McAvoy no se clasificó para los 50 metros libres después de hundirse en la final de los 100m libres, y las hermanas Campbell se suicidaron en la misma prueba. Solo Kyle Chamers en los 100m libre y Mack Horton en los 400m estilos ganaron en pruebas individuales.

En la final de los 200m espalda de este jueves, Murphy afrontó la final con determinación y sangre fría, mientras Larkin quiso resarcirse de su decepcionante hectómetro. Se lanzó a la piscina en tiempos de un récord del mundo que por ahora no está a su alcance (26,61s). Murphy respondió en la segunda pared. Tocó una centésima antes y echó el aliento sobre el australiano, que no volvería a tomar la cabeza. El estadounidense venció con 1.53.62, Larkin le siguió en 1.53.96 y al ruso Evgeny Rivlov le faltó una centésimas para robarle la plata.

Más salvaje que la salida de Murphy, ya está dicho, resultó la de las hermanas Campbell en los 100m libres, la prueba que define a las jefas de la velocidad. Cate apareció a los 50 metros en 24,77s y Bronte en 25,04s. La segunda piscina les machacó cuando las más prudentes tenían una marcha más. La prueba resultó tan igualada que repartió dos oros. La estadounidense Simone Manuel y la canadiense Penny Oleksiak se vieron obligados a la convivencia en los más alto, compartiendo también el récord olímpico (52,70s) y la sueca Sarah Sjostrom (52,99s) se colgó su tercera medalla en Río.

McKeown falló con la misma apuesta que sus compatriotas en los 200m del estilo de la braza. Por eso, en una final muy abierta, venció la japonesa Rie Kaneto (2.20.30), seguida de la polémica Yulia Efimova, otra plata (2.21.97) y de la china Jinglin Shi, con una marca (2.22.28), accesible a la española Jessica Vall, bronce compartido en el último Mundial y fuera de la final en Río.