A la 28ª medalla, Michael Phelps se bajó definitivamente del mundo olímpico. Con 23 oros, tres platas y dos bronces durante cinco Juegos, lo que nunca logró nadie, lo que nadie superará en décadas. Cerrando una carrera construida de metal dorado y 39 récords mundiales durante más de tres lustros al máximo nivel. En sus 30 pruebas olímpicas nunca bajó del 5º puesto con el que debutó siendo un imberbe genio de 15 años, en los 200m mariposa de Sidney 2000. Estadísticas;  como los cinco oros y una plata a los 31 años que le van a hacer, de nuevo, no solo el más laureado de la piscina en Río, sino, otra vez más, el más acumulador de toda la cita olímpica; que no explican completamente a la leyenda, su instinto depredador, su capacidad de superación de las dificultades y de obrar milagros como la victoria ante Milorad Cavic en Pekín 2008.

Su segunda despedida tras Londres, esta vez parece que ya definitiva, iba a ser de nuevo en el relevo 4x100m estilos, la prueba que señala a las potencias de la natación. Y como no podía ser de otra manera con el país más poderoso y el nadador más grande en el agua, Phelps se despidió ganando. No se trató de un cómodo homenaje al que fue invitado para honrarle. Como ya ocurriera en el relevo 4x100m libres el domingo, su concurso resultó decisivo. Todo parecía un paseo cuando el rey de la espalda, Ryan Murphy, se desquitó de la única espina de la final individual batiendo el récord del mundo de 100 metros espalda de Aaron Peirsol (51,85s).

Su posta superaba en casi dos segundos a la del británico Chris Walker-Hebborn, pero eso no supuso un obstáculo para el bracista Adam Peaty, el autor del otro gran récord del campeonato, rebajado hasta dos veces en el hectómetro de la braza, remontara. Esta vez cubrió la piscina en 56,59s con la prueba lanzada, un registro galáctico para el resto que puso a Gran Bretaña en ventaja. Phelps recibió el relevo en apuros, con 61 centésimas en contra que escalar. La última mariposa de su vida la nadaría en 50,33s. Sin encontrar, como Murphy y Peaty, ninguna oposición, su última herencia consistió en allanar el camino al crol de Nathan Adrian. Recibió con Estados Unidos ya en ventaja por 41 centésimas y enchufó el turbo para firmar una cómoda victoria con récord olímpico (3.27.95). Gran Bretaña aprovechó la renta de Peaty (3.29.24) y la Australia de Larkin y Chalmers no consiguió superarles (3.29.93). Cuando salieron del agua nada de eso importaba. Solo se trataba de aplaudir al mito.

Dictadura estadounidense

La del relevo de Phelps supuso la 16ª victoria de Estados Unidos en unos Juegos. Su rendimiento ha sido espectacular, más allá de sus dos grandes estrellas, el de Baltimore y Ledecky. El penúltimo triunfo llegó en la versión femenina, donde la posta de la mariposa también resultó clave gracias a la veterana Dana Vollmer y al remate de la campeona de 100m Simone Manuel. Las dos consiguieron que la victoria ante Australia resultase más cómoda de lo que podía suponerse (3.53.13 frente a 3.55.00). La espaldista Kathleen Baker entró 5ª y la campeona de la braza Lilly King no logró enjugar toda la ventaja. Australia nadaba aún peor. La Dinamarca de Rikke Moller Pedersen y la Rusia de la polémica Yulia Efimova se aprovechaban del descalabro. Hasta que llegó Vollmer y en un largo arregló el entuerto con la mariposa en 56 segundos. Manuel aumentaría la ventaja frente australianas y danesas. A Pernille Blume le faltó una centésimas para robar la plata a Australia en un relevo en el que también nadaba Rikke Moller Pedersen (3.55.01).

Blume venía crecida minutos después de haberse coronado como la más rápida en la prueba más corta. Venció en los 50 metros libres en 24,07s por delante de la propia Manuel (24,09s) y de la bielorrusa Aliaksandra Herasimenia (24,11s) en una disciplina en la que volvieron a sucumbir las jefas de la velocidad este ciclo olímpico, las hermanas australianas Cate y Bronte Campbell y la holandesa Ranomi Kromowidjojo, que apareció voladora tras el subacuático y sucumbió en los metros finales. cerrando así unos tristes Juegos.

Paltrinieri, gloria para Italia

En el otro extremo, la prueba más larga del programa, se impuso, como nadie dudaba, el italiano Gregorio Paltrinieri. El campeón mundial volvió a encontrar el camino abierto sin el polémico chino Sun Yang. Si en Kazán al asiático no le apeteció presentarse en la final, esta vez no consiguió pasar las series. El transalpino buscó batir su récord mundial para difuminar del todo la sombra de su ausencia. Con parciales por debajo de los 29 segundos y nadando más rápido cada piscina de ida que la de vuelta, pareció capaz de lograrlo. Su plan no funcionó en la segunda mitad de la prueba, donde nunca consiguió nadar en 28 segundos.

Renunció a la plusmarca, que se quedó a más de tres segundos (14.24.57) y disfrutó la victoria, la primera de un Europeo desde Salnikov en 1988. El ruso le entregó la medalla en un podio que compartió con el estadounidense Connor Jaeger (14.39.48) y con su amigo y compañero de entrenamientos Gabriele Detti (14.40.86). Su doblete compensó el gran disgusto de Italia en los Juegos, el 4º puesto de Federica Pellegrini en los 200 metros libres.