Peter Carroll y Marshawn Lynch cambiaron todo. Ambos llegaron en 2010 y Seattle jugó 3 de 4 postemporadas, tras una ausencia prolongada en playoff que duró tres campañas. Con la ida de Mike Holmgren en 2008, algunos creyeron que pasarían muchos años para ver al equipo en alguna final. No obstante, Seahawks comenzó a reconstruir su competitividad. Pero faltaba algo: un mariscal que sepa interpretar las ideas del entrenador en jefe y que pueda darle a la ofensiva algo diferente.

Así, Seattle llegó al draft de 2012 con amplias posibilidades de fichar a un quarterback. A pesar de las críticas y de las discrepancias entre la directiva y el mismísimo Carroll, Russell Wilson fue elegido. Su desempeño en pretemporada fue tal que Matt Flyn terminó en la banca y el novato arrancó como titular. La decisión fue más que acertada y Wilson rindió más de lo esperado. Basados en el ataque terrestre y en la solidez defensiva, los “halcones marinos” llegaron a disputar la ronda divisional de la NFC con Atlanta. Por un gol de campo en tiempo extra no jugaron ante 49ers. Sin embargo, el football da revanchas…

Al comenzar la temporada 2013, la columna vertebral estaba afianzada: Wilson como líder ofensivo, Lynch su principal carta y uno de los corredores más poderosos de la NFL y Golden Tate como el receptor principal; en la defensiva, Bobby Wagner, Richard Sherman, Earl Thomas, Byron Maxwell y Kam Chancellor formaron la nueva armada invencible de Seattle.

El inicio de la campaña regular brindó expectativas inmediatamente, con cuatro victorias al hilo antes de caer en Indianápolis. El perfil estratégico fue vislumbrado desde entonces: perforar las defensas rivales con su corredor y dejarle a Wilson la posibilidad de engañar, optar por pasar, correr o volver a Lynch. Aunque la fortaleza se basaba en el running-back, los ataques de Seahawks comenzaron a ser mixtos, permitiendo que Tate, Baldwin, Miller, Rice, Kearse y hasta el propio Lynch sumen  27 touchdowns aéreos, sobre 41 totales.  

El grueso de la temporada fue el punto alto, consiguiendo 7 triunfos consecutivos, contando tres de visitante, en Arizona, St. Louis y Atlanta. A esta altura, el equipo había saltado de la etapa de la madurez a la adultez absoluta. La defensiva se consolidó como la mejor de la NFL, siendo la número uno en permitir pases y la séptima en avances por tierra, sobre los 31 participantes. Las 13 victorias le dieron el título divisional, delante de 49ers y Arizona.

A pesar del calendario favorable, los partidos más destacados fueron ante 49ers en la semana 2 y contra Saints, en la jornada 13, justamente los dos rivales de postemporada. Uno quedó atrás y el otro será su contrincante divisional del fin de semana. New Orleans no pudo doblegar la defensiva de Seahawks, que mantuvo a raya a Drew Brees, quien tuvo que esperar al último cuarto para anotar. Lynch fue el hacedor del triunfo, pero Russell Wilson no estuvo muy preciso, con solo 9 pases completos sobre 18 intentos y 103 yardas.

San Francisco será el equipo más duro que Seattle podía esperar, no solo por la similitud en el juego ofensivo, sino porque adelante habrá una defensiva tan impenetrable como la propia. El duelo se dará con las formaciones defensivas y lo que puedan impedir del rival. Seahawks es la ofensiva 17ª de la Liga (pasando, 26ª; corriendo, 4ª) y Lynch sumó 1.255 yardas en el año, con 12 touchdowns por tierra, más 36 recepciones y 2 anotaciones por aire. San Francisco sabe esto y la semana anterior derrotó a un equipo parecido, Carolina. Es por ello que Russell Wilson deberá aportar habilidad e inteligencia, pero, sobre todo, agilidad y rapidez para engañar.