La duración de un juego de fútbol americano es de 60 minutos. En el reloj restaban 26 segundos para el final. Cero. O poco, poquísimo. Seattle estaba al borde de la anotación en segundo intento y gol, sobre la yarda 1. Es decir, Seahawks debía recorrer apenas 92 centímetros para conquistar el trofeo Vince Lombardi por segundo año consecutivo. Por lo tanto, todos miraron hacia el número 24, quien se podría transformar en el héroe de la noche. Marshawn Lynch, el mejor corredor de la NFL, quien ostenta 8.695 yardas en 9 años de trayectoria -casi mil por temporada- y almacena 79 touchdowns.

Reacio al diálogo con los periodistas, Lynch estuvo en la mira de los colegas durante la semana previa. Tras esos 26 segundos, el running-back debería afrontar los micrófonos una vez más, con otro anillo de Super Bowl en su dedo. Nada de eso sucedió. Lynch fue un observador de lujo del derrumbe; del error. Fuera del terreno, Tom Brady estaba sentado y resignado, sin mirar la serie ofensiva de Seattle que acababa de avanzar milagrosamente gracias a una atrapada apoteótica –y con algo de suerte- de Jermaine Kearse. El rostro de Tom era de resignación.

La jugada de los 26 segundos y una yarda será recordada durante siglos. La decisión de los entrenadores de Seahawks coronó a New England. No hay dudas de que el partido lo perdió Seattle porque tenía todo para ganar. Russell Wilson venía demostrando que bajo presión respondía mejor, como sucedió ante Packers y otros tantos rivales. Previo al medio tiempo, el quarterback había logrado la igualdad con 6 segundos por jugar. La aparición de Chris Matthews solucionó los inconvenientes aéreos y el receptor –un ex zapatero- sumó asombrosas estadísticas en su debut numérico en la NFL. Además, Lynch estaba perforando la defensiva de Patriots.

La remontada de New England prosperó en los dos ataques del último cuarto. Patriots hizo lo que mejor sabe. Brady lideró la famosa “ofensiva en serie”, combinándose con sus receptores, los verdaderos artífices de la conquista. Julian Edelman, Dany Amendola, Rob Gronkowski, Brandon LaFell y Shane Vereen potenciaron al mariscal de 37 años. Seguramente, luego de los dos partidos polémicos, el entrenador en jefe Bill Belichick decidió guardar las estrategias controversiales y ser prudente. No había motivos para exponerse de nuevo. Ravens sufrió un revés táctico, pero la final ante Colts está sujeta a investigación por los balones desinflados. ¿Ventaja deportiva? ¿Avivada? De confirmarse un sabotaje, será una mancha negra para toda la franquicia.

Así, vimos a una ofensiva “patriota” cautelosa. El temor a un traspié estuvo latente. Y no es para menos, ya que Seattle es la defensiva número 1 de la NFL. Los pases a corta y media distancia son un culto en New England. Brady es el mariscal de campo que mejor ejecuta este tipo de estrategias, administrando el reloj y buscando receptores que vuelan como aviones en combate. A su vez, Legarrette Blount era poco utilizado porque Seahawks impedía sus corridas. En consecuencia, sin pases largos ni juego terrestre, Patriots construyó la recuperación arriesgando muy poco. O casi nada. Los pases más largos de Brady en postemporada fueron: de 46 yardas ante Ravens, de 30 yardas contra Colts y de 23 vs. Seattle.

Ante una defensa agresiva, no queda otro remedio. Estratégicamente, Bill Belichick hizo lo que debía para salvar el año. Sin embargo, en la primera mitad, Brady encontró algunos escollos para los envíos hacia los laterales, a excepción de la anotación de Gronkowski, con un lanzamiento volado brillante. Incluso por el centro Brady sufrió dos intercepciones. Era necesario cambiar algunas jugadas y permitir los cruces en las diagonales porque la firmeza del campeón reinante era ineludible. Edelman creció, corrió desde el centro hacia afuera y registró 9 atrapadas con 109 yardas para transformarse en la figura del equipo. Su destreza y velocidad lo erigen como uno de los mejores wide receiver de esta campaña. Así, Patriots se puso en ventaja nuevamente, con solo 2 minutos por jugar y monedas.

El duelo de mariscales era parejo: la efectividad de Brady -con dos intercepciones al hombro y 4 touchdowns-, ante la espectacularidad de Wilson –con mejor rating y dos anotaciones-. El juego terrestre era de Lynch. Las defensivas mostraron dureza, pero también algunos huecos en las esquinas. Esos 122 segundos cambiarían la historia del Super Bowl. Wilson encontró a Kearse con un pase profundo y asombroso. Inmediatamente, Lynch se aceró hasta la yarda 1. El conteo indicaba 26 últimos instantes fatales. Cada segundo era un martillo. Brady miraba hacia el césped con la cabeza gacha. Todo estaba perdido. Las finales ante Giants le pesaban en la espalda. Solo era cuestión de tiempo para que Seahawks avanzara esos 92 centímetros efímeros…

Algo inesperado ocurrió. Nadie entendió. Wilson lanzaba el ovoide, pero era interceptado. Milagro. Las plegarias se escucharon por Massachusetts. Lynch se quedaba sin la portada de los diarios. ¿Por qué no corrió? Será la incógnita del Super Bowl 49. Un solo error desde la banca condenó a Seahawks. Surgen más preguntas. ¿Por qué los jugadores no se revelaron y desestimaron la orden de pasar? Matthews será olvidado a pesar de un gran partido. Lynch habrá pateado todo lo que se le cruzó por delante en un camarín silencioso. Brady es leyenda: tiene más touchdowns (12) que cualquier otro mariscal en Super Bowl. Patriots está en la cima de la NFL tras 10 años sin “El Tazón”, pero ¿es el mejor equipo?

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