Sara Carbonero, las ‘mujeres florero’ y el machismo en el periodismo deportivo

El machismo. Esa tendencia sociológica, con una base totalmente irracional, que antepone la primacía del hombre sobre la mujer. Una actitud que ha primado, prima, y me temo que seguirá primando, en nuestros tiempos, desde que desaparecieron las antiguas sociedades matriarcales preclásicas donde el culto a la fecundidad y a la fertilidad provocaba un respeto por el sexo femenino casi inédito, desde entonces, en la historia de la Humanidad.

'Gracias Sara' es TT en Twitter desde hace tres días Cualquier usuario de Twitter se habrá percatado de que ‘Gracias Sara’ continúa siendo tendencia en España por tercer día consecutivo. Una paráfrasis de cómo despiden los comentaristas de Telecinco las breves conexiones en directo con Sara Carbonero y su micrófono a pie de campo. Y conviene preguntarse por qué. Más allá de la evidente facilidad de los españoles para con el humor, y –en los últimos tiempos- particularmente con el negro, el papel que cumple Carbonero es francamente irrelevante en lo que aportaciones enriquecedoras a la transmisión se refiere. Creo que a ese respecto poco debate puede haber.

Ramón Trecet, comentarista deportivo de Punto Radio, afirmó sin tapujos que ‘el 85 % de los mensajes’ del ‘Gracias Sara’ es de un ‘sexismo repugnante’. Personalmente, creo que los tweets no tienen un sentido machista sino de sátira respecto a la relevancia del papel de Sara en las retransmisiones.

Pero pretendo ir más allá.  ¿No es de un ‘sexismo repugnante’ el hecho de que coloquen a una periodista atractiva como simple florero? Su papel no solo no aporta nada, sino que ningunea a la propia periodista y la reduce a un mero objeto de adorno a pie de campo, que es justamente la ubicación donde más se puede exhibir su atractivo de cara a los espectadores de televisión. Antes de seguir, cabe recordar que el de Sara no es el único caso de florero a pie de campo.

¿No es de un ‘sexismo repugnante’ el hecho de que coloquen a una periodista atractiva como simple florero? Los verdaderos puestos de relevancia se limitan a hombres, tanto los comentaristas, como los narradores, que son aquellos que realmente cuentan lo que sucede en el partido. Ellos son las ‘voces autorizadas’, los ‘expertos’ o como lo quieran llamar, papeles bajo el  denominador común de que son desempeñados por hombres en las retransmisiones de partidos de fútbol.

En conocidos programas sobre el deporte del balompié, llama la atención que, nuevamente, la periodista más atractiva físicamente acapara la función, decorativa bajo mi punto de vista, de sonreír a cámara para leer mensajes de los espectadores, cuando en los debates centrales que son el grueso del programa, la participación se limita mayoritariamente a hombres o a mujeres que no necesariamente tienen que destacar por su atractivo.

En otros programas deportivos, normalmente de fútbol, lo que resalta es que la periodista más atractiva desempeña el papel de conductora. Una función más relevante que los anteriores ejemplos, eso sí, pero se hace difícil escuchar su opinión sobre los temas que se tratan, normalmente reservados solo para hombres. La conductora se limita a sonreír y a presentar. Al contrario que Josep Pedrerol, por ejemplo, que también es conductor de un programa de fútbol pero cuyo papel va más allá del mero hecho de presentar.

Desde los programas deportivos de televisión, ya que es el único medio donde la imagen juega un papel importante, se utilizan sistemáticamente a periodistas atractivas para adornar el espacio. Se reduce a las mujeres a ‘florero’.

Por regla general, en las emisiones deportivas vemos a los hombres como centro del contenido de las retransmisiones, como portavoces autorizados, y principales emisores de opinión; y a las mujeres con presencia minoritaria, siempre atractivas físicamente y con un papel irrelevante en cuanto a contenido, pero que por otra parte permita su exposición reiterada a la cámara. Es decir, e insisto, ‘mujeres florero’ en toda regla, meros objetos decorativos expuestos en programas de seguimiento mayoritariamente masculino para ‘agradar la vista’ al personal.

Los hombres suelen acaparar las funciones relevantes en los programas deportivos Por eso AS cierra cada día su edición de papel colocando una chica despampanante y semidesnuda en su contraportada, u otros medios digitales publican galerías de fotos de mujeres ‘como Dios las trajo al mundo’, que casualmente siempre acaparan los puestos ‘top’ de lo más leído. No me parece mal que se hagan estas cosas, pero sí me parece lamentable que se utilice, para agradar la vista de los lectores, a compañeras de profesión y del propio medio, es decir, a periodistas, que no por el hecho de ser mujeres tienen que ser menos profesionales que sus homólogos masculinos.

Quizás sea esa la principal explicación de todo esto. Y es, ut supra dixit, el hecho de que el periodismo deportivo es consumido mayoritariamente por hombres. Y para atraer a ese público masculino mayoritario, se utiliza a las chicas más atractivas para dar un poco de color a programas cuyos protagonistas son, casi en su totalidad, hombres, ya que el machismo imperante en nuestra sociedad parece un muro que nos impida seguir el deporte femenino. Es decir, utilizamos a las mujeres como adorno para los hombres que nos ven. Eso sí que es machismo repugnante.

Y si nos ponemos un poco más quisquillosos, podemos ir más allá de la televisión y extender esta problemática al deporte, en general, para ver a la mujer utilizada como objeto decorativo en otros lugares. En ciclismo, a la hora de besar al ganador en el podio y entregarle un premio, siempre aparecen bellas azafatas. Otro ejemplo es el mundo del motor, donde se colocan modelos sobre la pista cuya única función es exhibir publicidad en sus ajustados vestidos y portar un paraguas para dar sombra al verdadero protagonista, que es el hombre que se sienta sobre la moto o sobre el coche… Y no busquen a una sola azafata fea, porque no la van a encontrar.

Pese a que me estoy saliendo del tema principal, estos no dejan de ser otros ilustrativos ejemplos con los que pretendo denunciar cómo, desde el mundo del deporte, mayoritariamente acaparado por los hombres, se ningunea de forma sistemática al sexo femenino, reducido a objeto decorativo.

En ciclismo y motociclismo, las modelos azafatas ejercen funciones decorativas Aunque creo que el machismo se mantiene intacto en nuestro imaginario social, simplemente han cambiado las formas pero no el contenido, sí que ha habido muchos ámbitos de la vida donde la igualdad de sexos puede considerarse como una realidad. Y uno de ellos es, precisamente, el periodismo. Por todos son admiradas grandes periodistas como Ana Pastor, Olga Viza, Isabel Durán, María Teresa Campos, Ana Rosa Quintana o Rosa María Calaf, entre otras, que más allá de su tendencia ideológica son grandes profesionales. Esta última también habló sobre el papel de Sara Carbonero y declaró textualmente a Vanity Fair que ‘‘Sara Carbonero hace un flaco favor a la mujer y al periodismo […] frivoliza la imagen de la mujer y contribuye a que la apariencia sea más importante que el contenido’’.

Sin embargo, esa igualdad que sí existe en el periodismo en general, sigue sin consolidarse en el periodismo deportivo, a pesar de contar con grandes profesionales en nuestro país como Lourdes García Campos, presentadora de programas deportivos en TVE; Noemí de Miguel, conductora de programas deportivos en Canal +; Cristina Villanueva, presentadora del espacio especial de La Sexta para el Mundial 2006, entre otras muchas.

Por su parte, me gustaría citar el ejemplo del tenis, el deporte más cercano a la igualdad de sexos. En las retransmisiones del deporte rey de la raqueta, encontramos con mucha frecuencia voces femeninas ejerciendo la función de comentaristas, narradoras o invitadas como expertas para analizar los encuentros, algo inédito en el fútbol. Sin ir más lejos, cabe citar el caso de Conchita Martínez colaboró con Eurosport durante la pasada edición de Roland Garros, o el de Virginia Ruano, que no pocas veces ha trabajado con televisión española como comentarista.

No quiero excluir a Sara Carbonero ni a ninguna otra periodista deportiva del grupo de ‘buenas profesionales’. No pretendo para nada cuestionar su profesionalidad, pero desde luego, mientras desempeñen el papel que desempeñan, nunca podrán tener la oportunidad de demostrar esa profesionalidad que tanto se cuestiona.

Sara Carbonero y el resto de periodistas deportivos deben ser valorarlos por su trabajo. Hay que abstenerse de todo prejuicio sexual a la hora de aceptar opiniones como legítimas. Eso es una tarea de toda la sociedad y de todos los consumidores de medios de comunicación.

Hablando mal y pronto, tener dos tetas o dos pelotas no determina a nadie a la hora de analizar, comentar u opinar sobre el deporte, que es patrimonio de la Humanidad, tanto de hombres como de mujeres.

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