El viejo y novedoso populismo
Fotografía: Europa Press

¿Qué es el populismo? Parece ser que esa palabra es relativamente nueva en el vocabulario español. El DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) todavía no sabe que existe esa palabra. Tan solo dice qué es un populista, y su explicación no es muy iluminadora: “Perteneciente o relativo al pueblo”. La otra gran fuente de información es la Wikipedia, y tampoco define exactamente la famosa palabra, aunque ya nos aclara que suele usarse en el ámbito político y de forma peyorativa. Habrá que esperar a la nueva actualización de la RAE para saber exactamente qué significa esta extraña palabra que, si bien los académicos no se han pronunciado aún, está en boca de todo el mundo.

Lo mejor será improvisar una definición algo más concreta que lo existente ahora mismo. Según explicó Rafael Correa, presidente de Ecuador, a Jordi Évole: “Populismo es el término de las élites cuando no entienden lo que está pasando”. Buscando en la red algún artículo que hable de populismo anterior a las últimas elecciones europeas, y tras pasar cientos de artículos que auguran un futuro negro para Podemos, aparece un artículo de Vincenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales (entre otras muchas cosas) en la Universidad de Barcelona. Navarro define la palabra mágica de forma parecida al líder ecuatoriano: “Populismo se utiliza como insulto por los políticos españoles y europeos para definir cualquier movimiento que consideran amenazante y que no goza de su aprobación”. Si hay algo en lo que coincide todo el mundo es en que el populismo es algo negativo.

Después de acusarlos de “apoyar a los terroristas” (como publicó El Mundo), de “estar a favor del régimen chavista” (algo que ellos mismos han reiterado continuamente) y de “ser peores que la corrupción” (como escribió Carlos Alberto Montaner en Libertad Digital), parecía que la nueva formación iba a acaparar todos los adjetivos peyorativos. Y una mañana, de pronto, la palabra “populismo” se coló en todos los telediarios, periódicos, y, como no, en todos los discursos políticos. Uno de los primeros en relacionar Podemos y populismo fue el actual líder del PSOE, Pedro Sánchez. Sus palabras exactas fueron: “Los socialistas no van a pactar con populistas” cuando Risto Mejide le sacó el tema sentados en un sofá modelo chester.

Desde aquel día, la clase política encontró, a la vez, una definición perfecta de su opinión sobre Podemos y un arma arrojadiza hacia el partido político. Como los niños con sus juguetes nuevos el Día de Reyes, las caras visibles del PP (y su derecha mediática) y el PSOE (y su izquierda mediática) usan el término siempre que les preguntan por Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón o alguno de sus compañeros. Esta esquizofrenia política ha llegado a tal punto que, dando por hecho que ser populista es lo peor que te puede pasar en la vida, lo usan como estrategia electoral. “No votéis a Podemos, son populistas”, dan a entender. Ahora empieza el juego para ver quien es menos populista.

Pero, ¿quién es menos populista? Hasta hace menos de tres meses nadie usaba ese término, y, sin embargo, ahora todo el mundo cree saber qué significa y a quien decírselo. El problema llega cuando te paras a pensar en por qué les atacan con esa palabra. Siguiendo a la espera de una definición de la RAE, si acusan a Podemos de ser populista es por utilizar discursos que luego no podrá llevar a la práctica. Temas como la renta básica a todos los ciudadanos o la auditoría ciudadana de la deuda pública son los favoritos, aunque el abanico es mucho más amplio. Según los acusadores, estas propuestas que suenan tan bien y apetecibles son una simple estrategia para ganar votos, porque sería imposible aplicarlas. Entre todos los acusadores se encuentran los dos principales partidos políticos españoles, quienes demuestran tener una débil memoria. ¿Algún líder del PP o del PSOE ha hecho campaña electoral con promesas que luego no ha podido cumplir?

Aunque no bajo la aterradora palabra “populismo”, pero este tipo de discursos existe casi tanto tiempo como la actual democracia. El primero que cayó en la trampa fue Felipe González (quien, casualmente, advirtió sobre la “demagogia populista” hace un par de meses). El caso del líder socialista fue tan llamativo que Javier Krahe decidió dedicarle una canción llamada Cuervo Ingenuo. El tema comienza con los siguientes versos: “Tú decir que si te votan, tú sacarnos de la OTAN. Tú convencer mucha gente; tú ganar gran elección, ahora tú mandar nación. Ahora, tú ser presidente. Hoy, decir que esa alianza ser de toda confianza”. Efectivamente, el mismo PSOE que se mostró tajantemente contrario a dicha organización se volvió favorable de la noche a la mañana. De hecho, Javier Solana, compañero de González, acabó de Secretario General de la OTAN después de haberse manifestado en contra.

Fotografía: PSOE

De nuevo por el ala izquierda, José Luis Rodríguez Zapatero se contradijo a sí mismo en la campaña para las elecciones generales de 2008. Cuando ya se podían ver síntomas de crisis (o “desaceleración transitoria, ahora más intensa”, como acuñó el expresidente), el Partido Socialista lanzó una arriesgada apuesta bajo el lema “Por el pleno empleo. Motivos para creer”. El intento de mantener el Gobierno cuatro años más salió bien, aunque sus votantes tenían motivos para sentirse más que engañados. Durante la segunda legislatura del líder leonés, el paro subió más de un 10% (datos de Eurostat España). En esta ocasión, el Presidente acabó renunciando a su cargo seis meses antes de tiempo.

El último líder político al que se podría tachar de “populista” no podía ser otro que el actual Presidente del Gobierno. Mariano Rajoy no hizo una ni dos promesas incumplidas, sino que se podría repasar punto por punto todo su programa electoral. De hecho, la única ley que propuso durante la campaña fue la del aborto, y la acabó retirando junto al Ministro de Justicia. El caso más sonado fue el de “No más IVA”; bajo ese lema, el PP madrileño estuvo recogiendo firmas contra la subida al 18% del impuesto. El propio Rajoy lanzó un discurso en abril de 2010: “En el año 2009, el Presidente del Gobierno dijo: “no tengo ninguna intención de subir los impuestos”; tres meses después volvió a decirlo. Tres meses después anunció la subida del IVA”. Dos años después, el Presidente Mariano Rajoy subió el IVA al 21%.

La frase de Groucho Marx, “He aquí mis principios, si no les gustan los cambio por otros”, es perfectamente aplicable a estos casos. No es lo mismo ganarse al electorado que ganarse al Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, el Banco Central Europeo, etc. Pero entonces, ¿qué necesidad hay de mentir a la gente para arrancar un puñado de votos? Eso es populismo. La palabra que los líderes políticos de este país no paran de usar contra una formación nueva que les está comiendo terreno es la misma palabra que ellos llevan décadas aplicando. Obviamente, la credibilidad que les dan los casos de corrupción y sus políticas antisociales convencerá a la gente. O, a lo mejor, llega un momento en el que la gente decide que las mismas personas que les han engañado una y otra vez no pueden formar parte de un proyecto de futuro.

Visto lo visto, si Pablo Iglesias llegara a la Moncloa e incumpliera su programa electoral, solo estaría haciendo lo mismo que sus antecesores. Los mismos antecesores que no paran de advertir a la población del peligro que tiene hacer lo mismo que ellos ya han hecho antes: mentir a la población incumpliendo sistemáticamente todas y cada una de sus promesas. Por el momento, Podemos no ha gobernado en España, y eso les hace jugar con ventaja. No tienen pasado, no tienen promesas incumplidas y tampoco tienen a ningún afiliado en grandes consejos de administración. De ellos tan solo tenemos el presente que están creando poco a poco. Un presente lleno de promesas que todavía no sabemos si se cumplirán, porque ellos no han defraudado a nadie, todavía.

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