Rumbo a las generales
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El control del Parlamento debería ser el primer objetivo de todo partido de ámbito estatal y, como se sabe, las elecciones son el camino para llegar hasta él. No obstante, en estos comicios, por primera vez en mucho tiempo, peligra el binomio habitual conformado por Partido Popular y PSOE. Este hecho no significa que el bipartidismo, como institución clave del régimen político español, vaya a dejar de existir, sino que probablemente sufra una renovación parcial de sus miembros. En este sentido, no sería la primera vez que el sistema político, naciente de la transición española, experimenta cambios en su bipartidismo. En cualquier caso, esta particularidad presenta nuevos matices que deben ser tenidos en cuenta en un análisis preelectoral.

Así pues, además de la consabida irrupción de Podemos y de Ciudadanos, ¿qué otros aspectos influirán en el resultado de las próximas votaciones? En primer lugar la crisis. Ésta es la madre de buena parte del malestar actual y explica, en gran medida, el rechazo a los partidos tradicionales. Pese a ello, si la situación mejorara pronto, tanto el Partido Popular, como también el PSOE, se verían beneficiados. ¿Por qué? Primero, porque a ambos partidos se les relaciona con la crisis, puesto que la han gestionado de forma poco popular. Los socialistas tardaron en reaccionar y, cuando lo hicieron, optaron por recortar prestaciones públicas. Poco después, el PP profundizó en esa política austera, sin conseguir (hasta el momento) los resultados prometidos. Por otra parte, hay que considerar que los cambios en política se producen cuando existen ciertas carencias, por lo que un escenario así favorece el abandono de la cómoda senda de lo conocido.

Un segundo factor relevante es que la corrupción ahora se tolera mucho menos. Por esa razón ha cobrado mayor protagonismo en la agencia política, aunque sigan sin darse los efectos deseados por la ciudadanía. Quizá el problema no se esté enfocando adecuadamente, ya que cuando la corrupción alcanza a casi todos los partidos que han tenido algún tipo de responsabilidad de gobierno, ello nos indica que estamos ante un problema político, que debe combatirse con medidas políticas. Sin embargo, los nuevos partidos que aún no han gobernado, no tienen ningún tipo de corrupción pública – institucional (que parece suscitar mayor animadversión), y eso en el contexto actual es una gran ventaja frente a los demás. A pesar de eso, bajo las condiciones de este sistema político, no existe ninguna garantía de que cualquier partido que llegue a gobernar no termine corrompiéndose.

Al mismo tiempo, también deben considerarse las repercusiones provenientes del auge de las tertulias políticas. En estos programas parece que los partidos políticos están continuamente en campaña electoral. De hecho, estas tertulias se desarrollan en una tónica, parecida a un partido de béisbol, en la que predomina el enfrentamiento partidista. Puesto que suele debatirse, principalmente desde posiciones próximas a los propios partidos, en ocasiones algunos tertulianos ejercen de bateadores, repeliendo los lanzamientos rivales, pero sabiendo que tarde o temprano ocuparán esa posición de lanzador. De esta manera, a través de un constructo, en donde los partidos ejercen de protagonistas políticos casi absolutos, se refuerzan las adhesiones partidistas. Este movimiento, ya que potencia un tipo de política, limitada al ámbito de dichas organizaciones, termina desalentándola a otros niveles. La intencionalidad de todo este entramado posiblemente sea reactivar electoralmente a los partidos.

Por último, el gran interrogante es si Podemos aguantará el ritmo de las encuestas. Las encuestas son instrumentos válidos, sobre todo, para medir las tendencias. En este sentido, tomando como referencia los barómetros del CIS, desde julio del 2014, se puede apreciar como la nueva formación política mantiene un crecimiento sostenido que la ha llevado a convertirse en la primera fuerza en intención de voto. En un principio, el camino a las elecciones es largo, y se asemeja más a un maratón, que a una carrera de 100 metros lisos. Así pues, lo más acertado es dosificar las energías, y no intentar grandes gestas que pudieran debilitar al partido cara al sprint final. Empero, tampoco conviene descuidar que, dada la percepción existente de que Podemos y Syriza están relacionados, el destino de ambas fuerzas se encuentra unido. Esta particularidad implica que el éxito o fracaso de Syriza, también afectará sensiblemente a Podemos.

En conclusión, se puede afirmar que siempre hay muchos factores que determinan el resultado de unas elecciones, pero las próximas presentan suficientes novedades respecto a las demás, como para ser incorporadas a las estrategias electorales de los partidos en liza.

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