Un examen crítico sobre el debate del estado de la nación
Foto: rtve

La política actual resulta paradójica. Los partidos desean ganar las elecciones para gobernar, pero una vez en el poder, en vez de gobernar, sus actuaciones parecen ir más dirigidas a volver a ganar. Es como si hubieran sido absorbidos por la dinámica electoral del sistema, lo que da lugar a un siniestro ciclo, en el que lo que primero era el fin, después se convierte en el medio. A pesar de que este enfoque pueda resultar algo reduccionista, no deja de ser cierto que un partido político aspira al poder y precisamente a él orienta su acción política. En este sentido, el debate del estado de la nación es el escenario perfecto para que los distintos partidos, con el pretexto de evaluar la acción del gobierno, escenifiquen diagnósticos y soluciones para los problemas del país.

En este debate, llama la atención, en primer lugar, la cantidad de aplausos que se escuchan durante el mismo. Este hecho forma parte de lo que sería el espectáculo, ya que cualquier intervención seguida de un aplauso aparenta poseer mayor fortaleza y credibilidad, a pesar de que en exceso puede resultar un poco tedioso. Al mismo tiempo, es un modo de transmitir que el partido se encuentra cohesionado, en torno a la figura de su líder o caudillo, al cual nadie quiere dejar de aplaudir durante su intervención, pues es conocido cómo se hacen las listas electorales. Sin embargo, el volumen de estos aplausos será proporcional a la representación que cada partido tenga en el Congreso. Una representación que, en realidad, es su cuota fija de poder, puesto que la inquebrantable disciplina de voto hace normalmente estéril el sentido de los debates parlamentarios.

Asimismo, en este tipo de debates existen numerosas referencias a un sujeto político construido, el cual parece ser tremendamente homogéneo y uniforme. Aunque el término usado por antonomasia es el de “pueblo”, en la actualidad, el paradigma predominante en España, es hablar de “los españoles”. De esa manera, se crea un sujeto ficticio capaz de aglutinar a todos los miembros del Estado, como si éstos tuvieran las mismas necesidades, opiniones, etc. La intención de este recurso es crear la ilusión de que la clase política gobierna a favor de la ciudadanía y, por tanto, habría una especie de rendición de cuentas, más allá de las propias elecciones. Pero, la trampa se encuentra en que esta rendición de cuentas no es real, ya que son los propios políticos los que se autocalifican, cuando realmente eso deberían hacerlo los ciudadanos.

No obstante, si algo destaca especialmente en este acto es como pone de manifiesto la distancia entre la política y la gente corriente. Por un lado, dicho acto tiene una cobertura mediática impresionante, empero situando a la ciudadanía en el plano pasivo de espectador. El mismo que adoptaríamos, por ejemplo, viendo una película o un partido de fútbol. ¿Cómo es posible que, en última instancia, nuestro papel en ambos tipos de acontecimientos sea el mismo?, ¿de qué forma se pretende construir una democracia en la que la política no pertenezca a todos por igual? Que la política afecte a numerosas parcelas de la vida, no es lo mismo que señalar el hecho de que ésta solo se ejerce realmente allá donde hay un poder que respalde sus decisiones. Por esa razón, la política solo se ejerce por una minoría en instituciones estatales o locales. Pese a ello, esta fórmula hace necesario que las élites sean aceptadas y, por ello, se establecen medidores de popularidad, los cuales requieren de debates importantes como este.

En último lugar, es tremendamente significativo como queda patente, en este debate, la nula división de poderes entre ejecutivo y legislativo. En primer lugar comparece el Gobierno, como poder ejecutivo, el cual debería dar cuenta al resto de grupos de la cámara que conforman el poder legislativo. Sin embargo, como el poder ejecutivo y legislativo nacieron de un mismo proceso (elecciones legislativas), entre ellos también se encuentra el grupo político del cual “nació” el Gobierno. Este mismo grupo político, a su vez cuenta con su propia intervención, pero no es común que actúe como un grupo del poder legislativo que somete a revisión las actitudes del poder ejecutivo, sino que lo hace como auxiliar del propio Gobierno, lo que le confiere a éste otra ventaja más sobre el resto. Así pues, bajo las circunstancias actuales, se trata de un debate presentado en términos principalmente mediáticos, pero que no puede acercar la política a la ciudadanía. Además, sirve para poner de manifiesto determinadas carencias del propio sistema.

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